lunes, 10 de octubre de 2016

LA COMUNIDAD HEBREA DURANTE EL PERÍODO PERSA


                                      Francesc Ramis Darder
                                      bibliayoriente.blogspot.com


Darío I convirtió el territorio del extinto reino de Judá en la región de Yehud, integrada en la satrapía de Transeufratina. La vida de quienes moraban en Yehud estuvo enturbiada por los litigios con las regiones vecinas: Idumea, Asdod y Ascalon, Dor y Joppe, Tiro, Galilea, Samaría, Moab y Amón. La progresiva sustitución de la escritura hebrea por el alefato arameo denota la influencia persa en el territorio de Yehud. La comunidad judaíta que permaneció en Babilonia acendró su participación en la sociedad; el archivo comercial de Murasu (445-403 a.C.), en la ciudad de Nippur, atestigua la integración social de los judíos y certifica su solvencia económica. Los hebreos que permanecieron en Babilonia engendraron personajes notables que destacaron en la corte persa y auxiliaron a la comunidad jerosolimitana, entre ellos y al decir de la Escritura, descuellan Esdras y Nehemías.

    Darío I estableció, del modo más férreo, la estructura administrativa de Yehud (522-486 a.C.). La combinación de los datos bíblicos, junto a la información de los sellos de Yehud, los papiros de Elefantina y la información numismática, permiten establecer una lista aproximada de los gobernadores: Sesbassar (ca 538 a.C.), Zorobabel (ca. 520 a.C.), Hananah (hermano de Zorobabel), Elnatán, esposo de Shelomit (ca. 500 a.C.), ¿Ouryaw?, Yehoezer, Ahzay, Nehemías (ca. 445-433 a.C.), Bagoas (410-407 a.C.) y Yehezqiyah (ca. 350-332 a.C.); como señala la onomástica, con la excepción de Bagoas, los gobernadores eran de estirpe hebrea, sometidos a la autoridad persa.

    La apreciación de los textos bíblicos, el contenido de los papiros de Elefantina y de Wadi Dâliyeh, los escritos de Flavio Josefo y la información numismática permiten determinar, con cierta probabilidad, la sucesión de quienes ocuparon el cargo de Sumo Sacerdote: Josadaq (Exilio: 1Cr 5,40), Josué (ca. 520-515 a.C.), Joaquín (comienzos de siglo V), Elyiasib I (ca. 445 a.C.), Yoyadá (ca. 430 a.C.), Yehohanán I (ca. 410-408 a.C.), Yadua I (inicios del siglo IV), Yehohanán II (ca. 350 a.C.), Yadua II (ca. 332 a.C.). El gobierno de Yehud estaba en manos del gobernador, sometido a la autoridad persa. El sumo sacerdote ejercía su autoridad sobre la administración y el culto del Templo. Aun así, el constante debilitamiento del poderío persa redundaba en la mayor autoridad del sumo sacerdote.

    Durante el período persa, la extensión de Yehud abarcaría un radio de veinticinco kilómetros alrededor de Jerusalén, con exclusión del sur de Judea (Lakis y Hebrón) y el Negueb (Arad, Beershebá). Hacia el este alcanzaría Jericó, por el sur llegaría a Belén y Neftoah, hacia el norte comprendería Ay y Betel, y hacia el oeste abrazaría, seguramente, Lodd, Hadid y Ono.[1] La región era menor que el antiguo reino de Judá. Relativamente accidentada y en parte desértica, contaba con la agricultura que era posible establecer en las colinas (viña, olivar), y con la presencia de ganado menor. La economía giraba en torno al Templo de Jerusalén donde acudían, al parecer, mercaderes tirios (Neh 13,16); la región acuñó moneda que portaba la inscripción: Yehud. [2]
    
    Mientras el siglo V a.C. constituyó una época de paz en Palestina, el siglo IV a.C. fue testigo de convulsiones sociales. Durante el invierno del 350-351 a.C., Artajerjes III fracasa en el intento de conquistar Egipto. Las ciudades fenicias, guiadas por Tennes, rey de Sidón, se sublevan; las revueltas concluyen con la destrucción de Sidón (345 a.C.), la sustitución del rey de Tiro y el nombramiento de Mazdaï/Mazaios como sátrapa de Transufratina y Cilicia. Súbitamente, aparece en Oriente Alejandro Magno que se enseñorea de Palestina (331 a.C.). La conquista de Alejandro mantuvo la organización administrativa de Yehud implantada por el Imperio persa, heredero del Imperio babilónico, continuador, a su vez, de la administración asiria.

     El influjo de la cultura griega alcanzó Palestina antes de la conquista macedónica. Los contactos con la región egea se hicieron frecuentes en el siglo séptimo y se multiplicaron durante los siglos cuarto y quinto, cuando Persia y Grecia entablaron relaciones hostiles (Guerras Médicas) o amistosas (comercio). La región de Yehud constató como la mentalidad griega comenzaba a impregnar el corazón hebreo. Cuando Alejando conquistó Palestina, Yehud y Samaría pasaron del dominio persa a la autoridad griega (Josefo, Ant. XI, 304-347). Como hemos dicho, después de la conquista de Alejando, Yehud conservó la administración de la etapa persa; formó parte de la provincia de Siria. Sin embargo, el destino de Samaría fue distinto. Cuando murió Sambalat III, los samaritanos se sublevaron y quemaron vivo a Andrómaco (331 a.C.), gobernador de Celesiria. Alejando vengó la traición: destruyó la ciudad y reemplazó a sus habitantes por colonos macedonios que fundaron la villa helenista de Samaría/Sebaste (Josefo, Ant.  XIII, 255-256).
   
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    La segunda etapa del período persa (458-331 a.C.) contempló el progresivo debilitamiento del señorío aqueménida sobre Yehud, mientras comenzaba a despuntar la influencia griega. Aunque la debilidad persa favoreciera la autoridad del sumo sacerdote del Templo de Jerusalén, la abigarrada población de Yehud tendía a erosionar la identidad social y religiosa del Resto de Israel, reunido al cobijo del Santuario. 
         




[1] . Según Neh 3 una extensión más limitada: ausencia de Betel, Kiriat-Yearim, Kephirah, Béerot, Lod, Hadid y Ono; inclusión de Zanoah, Teqoa, Queilat, Bath-Zour; Mizpá, quizá residencia del gobernador.
[2] . Yehud o Yerushalem también en vasijas, quizá utilizadas para la recaudación de tributos.

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