Francesc Ramis Darder
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Darío
I convirtió el territorio del extinto reino de Judá en la región de Yehud,
integrada en la satrapía de Transeufratina. La vida de quienes moraban en Yehud
estuvo enturbiada por los litigios con las regiones vecinas: Idumea, Asdod y
Ascalon, Dor y Joppe, Tiro, Galilea, Samaría, Moab y Amón. La progresiva
sustitución de la escritura hebrea por el alefato arameo denota la influencia
persa en el territorio de Yehud. La comunidad judaíta que permaneció en
Babilonia acendró su participación en la sociedad; el archivo comercial de Murasu
(445-403 a.C.), en la ciudad de Nippur, atestigua la integración social de
los judíos y certifica su solvencia económica. Los hebreos que permanecieron en
Babilonia engendraron personajes notables que destacaron en la corte persa y auxiliaron
a la comunidad jerosolimitana, entre ellos y al decir de la Escritura,
descuellan Esdras y Nehemías.
Darío I estableció, del modo más férreo, la
estructura administrativa de Yehud (522-486 a.C.). La combinación de los datos
bíblicos, junto a la información de los sellos de Yehud, los papiros de
Elefantina y la información numismática, permiten establecer una lista
aproximada de los gobernadores: Sesbassar (ca 538 a.C.), Zorobabel (ca. 520
a.C.), Hananah (hermano de Zorobabel), Elnatán, esposo de Shelomit (ca. 500
a.C.), ¿Ouryaw?, Yehoezer, Ahzay, Nehemías (ca. 445-433 a.C.), Bagoas (410-407
a.C.) y Yehezqiyah (ca. 350-332 a.C.); como señala la onomástica, con la
excepción de Bagoas, los gobernadores eran de estirpe hebrea, sometidos a la
autoridad persa.
La apreciación de los textos bíblicos, el
contenido de los papiros de Elefantina y de Wadi Dâliyeh, los escritos de
Flavio Josefo y la información numismática permiten determinar, con cierta
probabilidad, la sucesión de quienes ocuparon el cargo de Sumo Sacerdote:
Josadaq (Exilio: 1Cr 5,40), Josué (ca. 520-515 a.C.), Joaquín (comienzos de
siglo V), Elyiasib I (ca. 445 a.C.), Yoyadá (ca. 430 a.C.), Yehohanán I (ca.
410-408 a.C.), Yadua I (inicios del siglo IV), Yehohanán II (ca. 350 a.C.),
Yadua II (ca. 332 a.C.). El gobierno de Yehud estaba en manos del gobernador,
sometido a la autoridad persa. El sumo sacerdote ejercía su autoridad sobre la
administración y el culto del Templo. Aun así, el constante debilitamiento del
poderío persa redundaba en la mayor autoridad del sumo sacerdote.
Durante el período persa, la extensión de
Yehud abarcaría un radio de veinticinco kilómetros alrededor de Jerusalén, con
exclusión del sur de Judea (Lakis y Hebrón) y el Negueb (Arad, Beershebá).
Hacia el este alcanzaría Jericó, por el sur llegaría a Belén y Neftoah, hacia
el norte comprendería Ay y Betel, y hacia el oeste abrazaría, seguramente,
Lodd, Hadid y Ono.[1] La región era menor que el
antiguo reino de Judá. Relativamente accidentada y en parte desértica, contaba
con la agricultura que era posible establecer en las colinas (viña, olivar), y
con la presencia de ganado menor. La economía giraba en torno al Templo de
Jerusalén donde acudían, al parecer, mercaderes tirios (Neh 13,16); la región
acuñó moneda que portaba la inscripción: Yehud. [2]
Mientras el siglo V a.C. constituyó una
época de paz en Palestina, el siglo IV a.C. fue testigo de convulsiones
sociales. Durante el invierno del 350-351 a.C., Artajerjes III fracasa en el
intento de conquistar Egipto. Las ciudades fenicias, guiadas por Tennes, rey de
Sidón, se sublevan; las revueltas concluyen con la destrucción de Sidón (345
a.C.), la sustitución del rey de Tiro y el nombramiento de Mazdaï/Mazaios como
sátrapa de Transufratina y Cilicia. Súbitamente, aparece en Oriente Alejandro
Magno que se enseñorea de Palestina (331 a.C.). La conquista de Alejandro
mantuvo la organización administrativa de Yehud implantada por el Imperio
persa, heredero del Imperio babilónico, continuador, a su vez, de la
administración asiria.
El influjo de la cultura griega alcanzó
Palestina antes de la conquista macedónica. Los contactos con la región egea se
hicieron frecuentes en el siglo séptimo y se multiplicaron durante los siglos
cuarto y quinto, cuando Persia y Grecia entablaron relaciones hostiles (Guerras
Médicas) o amistosas (comercio). La región de Yehud constató como la mentalidad
griega comenzaba a impregnar el corazón hebreo. Cuando Alejando conquistó
Palestina, Yehud y Samaría pasaron del dominio persa a la autoridad griega
(Josefo, Ant. XI, 304-347). Como hemos dicho, después de la conquista de
Alejando, Yehud conservó la administración de la etapa persa; formó parte de la
provincia de Siria. Sin embargo, el destino de Samaría fue distinto. Cuando
murió Sambalat III, los samaritanos se sublevaron y quemaron vivo a Andrómaco
(331 a.C.), gobernador de Celesiria. Alejando vengó la traición: destruyó la
ciudad y reemplazó a sus habitantes por colonos macedonios que fundaron la
villa helenista de Samaría/Sebaste (Josefo, Ant. XIII, 255-256).
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La segunda etapa del período persa (458-331
a.C.) contempló el progresivo debilitamiento del señorío aqueménida sobre
Yehud, mientras comenzaba a despuntar la influencia griega. Aunque la debilidad
persa favoreciera la autoridad del sumo sacerdote del Templo de Jerusalén, la
abigarrada población de Yehud tendía a erosionar la identidad social y
religiosa del Resto de Israel, reunido al cobijo del Santuario.
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