Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
Como señala la Biblia, Moisés
pastoreaba el rebaño de Jetró, su suegro. Buscando una oveja, vio una zarza
ardiendo sin consumirse. Acercándose para observarla, Dios le habló: “He visto
la aflicción de mi pueblo en Egipto [...] voy a bajar para liberarlo […] yo te
envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo”. Moisés aceptó el
reto: “Me presentaré a los israelitas y les diré: El Dios de vuestros
antepasados me envía a vosotros”. A continuación, preguntó: “si ellos me
preguntan cuál es su nombre, ¿qué les
responderé?”. Dios le contestó: “Yo soy el que soy. Explícaselo así a
los israelitas: ‘Yo soy’ me envía a vosotros” (Ex 3,1-14). De ese modo, desvela
Dios su identidad: “Yo soy” o “Yo soy el que soy”; la locución adquiere dos
significados principales.
En tiempos antiguos, la expresión “Yo soy” mostraba
el sentido causativo; es decir, Dios aparecía como “el que hace ser” a su
pueblo, dicho de otro modo, el Señor “es la causa” de la existencia de su comunidad.
Notemos la semejanza con la metáfora del alfarero: El artesano coge barro y
modelándolo lo “hace ser” una vasija; Dios elige unos esclavos en Egipto y los
“hace ser” su pueblo, Israel. Otro aspecto de la vocación de Moisés muestra como
Dios convierte (hace ser) a los israelitas en el pueblo de su propiedad: “Dios
dijo a Moisés: Yo soy el Señor, y os arrancaré de la opresión de los egipcios
[…] os libraré de su esclavitud […] os tomaré para que seáis mi pueblo, y yo
seré vuestro Dios […] os llevaré a la tierra que juré dar a Abrahán, a Isaac y
a Jacob, y os la daré” (Ex 6,2-9). Así, la locución “Yo soy” señala la
intimidad del Señor, “el que hace ser a su pueblo” para convertirlo en su
propiedad personal.
Conviene matizar una cuestión. La expresión
castellana “el Señor” traduce la palabra hebrea “Yahvé”, uno de los nombres
relevantes del Dios de Israel. Con intención de precisar el significado de los
términos hebreos, los estudiosos suelen compararlos con el árabe, idioma
hermano. El árabe dispone de un verbo semejante al término “Yahvé”, que significa
“amar apasionadamente”. Cuando unimos el sentido de la expresión “el que hace
ser” con el halo del amor apasionado, intuimos la intimidad de Dios: el Señor
es quien modela a su pueblo con amor apasionado para convertirlo en imagen y
semejanza suya entre la humanidad entera (Gn 1,26).
Ahora bien, cuando los israelitas
alcanzaron Palestina, se convirtieron en un pueblo sedentario. El cambio de
vida supuso la variación del leguaje; por eso la comprensión de la locución “Yo
soy”, entendida como “el que hace ser”, fue convirtiéndose en “Yo soy”. ¿Qué
significa este cambio? Al establecerse en Palestina, los israelitas
establecieron relaciones con los cananeos, pobladores del país. La religión
cananea contaba con muchos dioses, adorados en numerosas imágenes. Atraídos por
la exhuberancia del culto cananeo, los israelitas olvidaron al Señor y adoraron
a los dioses cananeos, los ídolos.
Dolidos del abandono, los profetas recordaron
al pueblo que solo el Señor es Dios, y censuraron la falsedad de los ídolos. La
profecía de Isaías dibuja los ídolos como “los que no son”, “nada” o “nulidad”
(Is 41,24.29; 45,14), a la vez que alaba al Señor, “el que es”, como el único
Dios: “Yo soy el Señor y no hay otro; no hay dios fuera de mí” (Is 45,5). Como
enseña Isaías, la salvación brota del Señor y no del falso poder de los ídolos.
El Señor, “el que es”, es el autor de la creación, y dirige la historia para
propiciar la liberación de Israel (Is 40,26; 41,1-5); en contraposición, los
ídolos son incapaces de emprender cualquier tarea, pues “no son” dioses y es
absurdo adorarlos (Is 41,23-24).
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