viernes, 26 de mayo de 2017

CRISTIANOS COPTOS ASESINADOS

Imagen referencial. Foto: Pixabay / Dominio público.
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                                Francesc Ramis Darder
  bibliayoriente.blogspot.com




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VATICANO, 26 May. 17 / 05:31 am (ACI).- Los cristianos de Egipto vuelven a sufrir las consecuencias del terrorismo islamista. Al menos 23 cristianos coptos han resultado muertos, entre ellos muchos niños, y varias decenas han resultado heridos este viernes después de que el autobús en el que viajaban en la provincia egipcia de Menia fuera atacado.
Según informan funcionarios locales de dicha provincia, hombres armados habrían atentado contra los cristianos cuando peregrinaban a un monasterio copto.
Este ataque tiene lugar un mes después de la histórica visita del Papa Francisco a Egipto, donde se reunió con líderes musulmanes, cristianos y políticos.
En el discurso que ofreció en la Universidad de Al-Azhar, referente educativo y teológico del mundo islámico suní, el Santo Padre lanzó un mensaje de paz en el que pidió “un ‘no’ alto y claro a toda forma de violencia, de venganza y de odio cometidos en nombre de la religión o en nombre de Dios”.
Desde hace varios años, Egipto está sufriendo una ofensiva yihadista contra diversos intereses del país. Sin embargo, la comunidad cristiana está siendo la principal víctima del fanatismo religioso.
Grupos yihadistas como Estado Islámico o Al Qaeda tienen importantes bases en la península egipcia del Sinaí, a pesar del operativo antiterrorista del Gobierno. Como consecuencia de los continuos ataques, la comunidad cristiana de la región ha iniciado un éxodo hacia otras zonas más seguras del país.
El 12 de febrero de 2015, 21 cristianos coptos egipcios fueron decapitados en las playas de Libia, entonces sumida en el caos tras la caída del régimen del dictador Muamar Al Gadafi.
Fue el primer gran atentado contra cristianos egipcios desde la llamada “primavera árabe” de 2011.
Además, en diciembre de 2016, 27 cristianos murieron en otro atentado terrorista contra la Catedral Copta de San Marcos en El Cairo.
El último gran atentado contra los coptos de Egipto se produjo durante la Misa de celebración del Domingo de Ramos en la iglesia copta de San Jorge, cerca de El Cairo, y en la iglesia de Morkoseya, en Alejandría. En aquella ocasión, fallecieron 36 personas y cerca de 100 resultaron heridas.
Egipto, con casi 84 millones de habitantes, tiene una de las minorías cristianas más grandes del mundo islámico.
El 5% de sus habitantes es cristiano, la mayoría de ellos de la Iglesia Copta Ortodoxa, aunque también hay una minoría católica.
A pesar de estos ataques terroristas, la situación de los cristianos en Egipto ha mejorado en los últimos años, sobre todo desde la aprobación de la Constitución del año 2014 que consagra la igualdad de todos los egipcios con independencia de su religión.
Las actuales autoridades egipcias se han comprometido a luchar contra el terrorismo, terminar con las discriminaciones y a garantizar a todos los ciudadanos sus derechos.

viernes, 19 de mayo de 2017

DISCÍPULOS DE EMAÚS Lc 24,13-35


                                                                                 Francesc Ramis Darder
                                                                                 bibliayoriente.blogspot.com 


    Comenzamos nuestra lectura del evangelio explicando de una manera general el texto de Lucas. Esta "buena nueva" nos presenta a Jesús como el Señor, que actúa en nuestra vida salvándonos mediante la ternura y la misericordia. Jesús ejercía el perdón en la narración de Zaqueo (19, 1-10) y la curación en el episodio de los leprosos (17, 11-19).


    Nos hallamos ahora en un tercer momento de nuestro camino. ¿ Dónde podemos encontrar en nuestra vida cotidiana a este Jesús que salva mediante la misericordia convertida en perdón y curación ?. Existen dos lugares en los que el Señor se hace especialmente presente: Los Pobres y la Eucaristía.


    En la perícopa del Buen Samaritano, Jesús es el hombre apaleado y herido yaciendo al borde del camino. Nosotros somos el buen samaritano que en el camino de su vida se encuentra con Jesús sufriente. Cuando socorremos a un pobre es al mismo Jesús a quien prestamos ayuda.  En el fragmento del viaje de los discípulos de Emaús, somos nosotros que recorremos el camino de la vida, entonces Jesús sale a nuestro encuentro y con su misericordia nos vivifica a la vez que nos confiere nuevos ánimos.


1. Situación de la perícopa en el conjunto del Evangelio.


    La narración de los discípulos de Emaús (24, 13-35) se halla ubicada al final del texto evangélico, en los capítulos concernientes a  la pasión y resurrección del Señor; concretamente en el conjunto de las apariciones de Jesús a sus discípulos (24, 13-49).


    Jesús es condenado a muerte y crucificado (23, 13-49). José de Arimatea, habiendo pedido permiso a Pilato, lo descolgó de la cruz y lo puso en un sepulcro excavado en la roca , donde no había sido puesto nadie todavía (cf. 23, 50-56). El primer día de la semana, las mujeres van al sepulcro con la intención de embalsamar el cuerpo de Jesús. Observan que la piedra ha sido retirada. Entran en el sepulcro, pero no hallan el cuerpo de Cristo. En aquel momento les salen al  encuentro dos hombres vestidos de blanco diciéndoles: " ¿ Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo ? No está aquí, ha resucitado " (24, 6).    Las mujeres salen corriendo y anuncian lo que ha sucedido a los Once reunidos en el cenáculo. Estos opinan que esta historia es algo absurdo. De todas maneras Pedro se decide a ir al sepulcro, únicamente encuentra el lienzo en que había sido amortajado el Maestro. El apóstol se extraña de lo ocurrido y vuelve a su casa perplejo.


    Las palabras dichas por los dos hombres de vestidos refulgentes a las mujeres " (Jesús) no está aquí, ha resucitado "; son las palabras más importantes de todo el NT. Si, hipotéticamente, pudiéramos borrar del NT esta revelación, no restaría nada del NT para un creyente. De alguna manera podríamos decir que el NT, no es otra cosa sino un comentario a esta experiencia de fe: " (Jesús) no está aquí, ha resucitado ". Notemos, además, dos detalles especialmente importantes:


    * Las mujeres van al sepulcro, encuentran la losa apartada de la puerta, entran en la sepultura y no encuentran el cuerpo de Jesús. Ninguno de estos datos es suficiente para que crean en la resurrección del Señor. Tan sólo cuando los dos hombres con vestiduras resplandecientes les anuncian la resurrección de Cristo, creen en la vida nueva del Señor y corren a anunciarlo a los discípulos.


    * Pedro escucha el testimonio de las mujeres pero no le convence. Se levanta y corriendo va al sepulcro donde sólo encuentra las vendas por el suelo,  y no ve el cuerpo de Jesús. El apóstol sólamente cree que Cristo vive cuando se le ha aparecido el Señor; es decir cuando se le ha revelado el Señor: " Era verdad: ha resucitado el Señor y se ha apareció a Simón " (24, 34).


   
    Los grandes hitos de nuestra fe; le seguridad de que Dios es un padre bueno, la confianza en el Reino de Dios, la certeza de la resurrección de Jesús; no los conocemos a través de datos puramente objetivos. Los grandes acontecimientos de nuestra fe son hechos de revelación, son la Palabra que el mismo Dios nos comunica.  Las grandes verdades de la fe las recibimos en el corazón y las comprendemos con la inteligencia. Pedro y las mujeres creen en la resurrección de Jesús cuando  el mismo Cristo se les ha revelado como el Señor resucitado. Después su inteligencia, capaz de analizar los datos empíricos, es capaz de comprender el sentido de que en la sepultura esté ausente el cuerpo de Jesús y las vendas estén esparcidas por el suelo. Unicamente un corazón humilde y sencillo es capaz de recibir en su seno la revelación del Dios viviente.


    Aquel mismo día en que las mujeres y, más tarde, los discípulos, han recibido la revelación del Señor resucitado, acaece la historia de los discípulos de Emaús. Leamos esta narración desde una perspectiva concreta: El Señor resucitado sale a nuestro encuentro en el camino de la vida cuando celebramos la Eucaristía.



2. Lectura del texto (Lc 24, 13-35).


    Aquel mismo  día hubo dos discípulos que iban camino de una aldea llamada Emaús, distante sesenta estadios de Jerusalén, y comentaban lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero estaban cegados y no podían reconocerlo. Jesús les dijo:

    - ¿ Qué conversación es ésa que os traéis por el camino ?

    Se detuvieron cariacontecidos, y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

    - ¿ Eres tú el único de paso en Jerusalén que no se ha enterado de lo ocurrido estos días en la ciudad ?

    El les preguntó:

    - ¿ De qué ?

    Contestaron:

    - De lo de Jesús Nazareno, que resultó ser un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; de cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron, cuando nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel. Pero, además de todo eso, con hoy son ya tres días que ocurrió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dado un susto: fueron muy de mañana al sepulcro y, no encontrando su cuerpo, volvieron contando incluso que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro, y lo encontraron tal y como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

    Entonces Jesús les dijo:

    - ¡ Qué torpes sois y qué lentos para creer lo que anunciaron los profetas ! ¿ No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria ?

    Y comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Cerca ya de la aldea donde iban hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le insistieron diciendo:

    - Quédate con nosotros, que está atardeciendo y el día va ya de caída.

    El entró para quedarse. Recostado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo ofreció. Se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces comentaron:

    - ¿ No se enardecía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino explicándonos las Escrituras ?

    Y, levantándose el momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que decían

    - Era verdad: ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

    Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.



3. Elementos del texto.


a. " Aquel mismo día ... ".


    Se refiere al mismo día de la resurrección del Señor. Recordemos que las mujeres han creído en la resurrección de Jesús. La objetividad de los hechos no les ha bastado, lo que las ha convertido ha sido la revelación de Dios mediada por los dos mensajeros.


b. Jerusalén.


    Jerusalén, en el conjunto de la Sagrada Escritura, es importante por muchos motivos. En el contexto que estamos analizando su importancia estriba en ser la ciudad donde ha ocurrido la revelación de la resurrección de Jesús. Para el Evangelio de Lucas es la ciudad en la que acontecen los sucesos más significativos de la vida de Cristo. El tercer evangelio se inicia en Jerusalén, cuando el ángel anuncia a Zacarías el nacimiento de un hijo (1, 5-25). El mismo Evangelio acaba en Jerusalén con la resurrección y ascensión de Jesús (22-24).


    La importancia de Jerusalén radica por tanto en su centralidad. De alguna manera podríamos decir que Jerusalén, más que un lugar geográfico, tiene para Lucas una significación simbólica. Es el lugar donde todos -las mujeres que van al sepulcro y Pedro más tarde- reciben la revelación de Cristo resucitado. En Jerusalén las mujeres y los apóstoles descubren el verdadero sentido de la vida de Jesús. Jerusalén representa el "sentido" la "razón de ser" de la vida humana, el "ámbito" de encuentro con el verdadero Señor. El Antiguo Testamento nos presenta a menudo a la Ciudad Santa como el lugar de gozo al que acudirán todos los pueblos para hallar el sentido y el fundamento de su propia existencia (Is 54-55).


    En cambio los dos discípulos que habían acompañado a Jesús en sus últimos días, abandonan la ciudad. Dejan aquel lugar en el que se ha revelado la resurrección del Señor y emprenden el triste camino de regreso hacia una aldea llamada Emaús.


b. Emaús.


    Según nos cuenta el texto, la aldea de Emaús no está muy alejada de Jerusalén. Dista sesenta estadios de la Ciudad Santa, lo que equivale a unos 11 kilómetros. Un estadio corresponde a 185 metros.  Debemos notar que Emaús es una aldea de localización incierta. La arqueología, no acaba de hallar el lugar donde disponerlo con toda seguridad sobre el mapa de Palestina. Los arqueólogos nos presentan diversas posibilidades.


     Aparece en el libro de los Macabeos una ciudad llamada Emaús -que corresponde a la actual Amwas- y dista de Jerusalén 32, 5 Km aproximadamente. Según la opinión del historiador judío Flavio Josefo existe una ciudad llamada Emaús distante 30 Km de Jerusalén. Finalmente conocemos con el nombre de Emaus  otro lugar -situado actualmente en las ruinas de Kubebe- que dista 12 Km de Jerusalén y, en tiempos posteriores, fue conocido con el nombre de "Castellum Emaus".


    La opinión de los arqueólogos  no es unánime; pero una mayoría se inclina por la tercera posición. Emaús sería, pues, una pequeña aldea no muy alejada de Jerusalén. Cuando los soldados romanos se licenciaban, se les daba habitualmente una porción de tierra para que pudieran cultivarla y vivir de ella. Emaús fue una aldea construida para este fin. Allí iban a vivir los soldados romanos licenciados del ejército. Por tanto aquella pequeña aldea no era de religión judía, sus habitantes creerían en otros dioses.


    Más importante que su localización geográfica, es la significación simbólica de la aldea de Emaús. Captaremos su sentido simbólico al contraluz de la significación de Jerusalén. El nombre de la Ciudad Santa aparece continuamente en la Biblia, el nombre de  Emaús se manifiesta tan sólo en una ocasión en todo el AT. Jerusalén es una ciudad grande y la capital de un país, Emaús es una aldea de localización incierta. En Jerusalén tienen lugar los sucesos cruciales de la vida de Jesús y una gran mayoría de los hechos fundamentales del AT, la aldea de Emaús no es testigo de ningún acontecimiento clave en la percepción del AT. Jerusalén, con su Templo, es el centro neurálgico de la fe judía, Emaús está poblada de soldados licenciados que -seguramente- no pertenecen a la religión de Israel.


    Jerusalén es símbolo del "sentido", lugar de la "revelación" del Señor resucitado, de la "gloria" de la presencia de Dios. Emaús es símbolo del "sin sentido", lugar de la experiencia de "vacío" ante la ausencia de Jesús, de la "tristeza" por el aparente fracaso de la vida.



c. Los dos discípulos van de camino.


    Los dos discípulos habían compartido con Jesús sus últimos días en Jerusalén, la ciudad del "sentido" y de la "plenitud". Y como nos cuenta el texto, esperaban que Jesús fuera el liberador de Israel. Pero las cosas no se han desenvuelto como ellos esperaban. Jesús ha sido crucificado y ha muerto en una cruz: Todo ha terminado.    Aquellos dos discípulos se desaniman y abandonan la ciudad del "sentido" y se van hacia Emaús la aldea del "sin sentido". Del sentimiento de "gloria" por la presencia del Mesías esperado, los dos discípulos han caído en el "desencanto" de ver a su maestro muerto en el patíbulo. Y se marchan ... como todos.


    Nuestra vida está, como la de los dos discípulos, cargada de contrariedades y de conflictos. Pero lo importante en la vida es caminar, continuar en el camino aunque nos de la impresión de estar caminando hacia atrás.


    El profeta Isaías aduce un texto sorprendente: " Yo soy el Señor ... artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia ... " (Is 45, 7). ¿ Qué significan estas palabras puestas en boca de Dios ?. No significan en primer término que Dios elabora contra nosotros todo tipo de males, significan algo muy distinto. Tanto si vivimos  momentos de luz como si pasamos por un tiempo de tinieblas, tanto si nuestra vida experimenta la paz como si le toca probar la desgracia; allí está la mano de Dios que nos sostiene. Cuando, en el curso de la vida, andamos hacia atrás, también allí está el Señor caminando a nuestro lado.


    Los dos discípulos de Emaús caminan hacia atrás, se dirigen hacia Emaús. Su existencia atraviesa la tiniebla y la desgracia pero Dios no les abandona. Jesús camina hacia atrás juntamente con ellos, para permitirles -en su momento- ver de nuevo la luz. Dios recorre siempre con nosotros el mismo caminar de nuestra vida. Los dos discípulos no saben quién es el viajero que les acompaña. Pero el lector del evangelio; es decir, nosotros mismos, si sabemos que el acompañante es Jesús. Ante los ojos de nuestra lectura devienen ciertas aquellas palabras del Señor: " Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo " (Mt 18, 20). Dios nunca abandona a ninguno de aquellos que él mismo ha llamado. 



e. La presencia de Jesús junto a los dos discípulos.


    El núcleo de la narración lo constituye la presencia del Señor resucitado junto a los dos discípulos y, la manera en que estos, lentamente, reciben la revelación del Señor. Dividiremos el episodio en cuatro apartados.


+. Jesús sale a su encuentro.


    " Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero estaban cegados y no podían reconocerlo " (24, 17). Jesús no les reprende por su desilusión o por su desánimo; sino que les pregunta acerca de la situación  que están viviendo. Comienzan a explicar a Jesús los últimos sucesos acaecidos en Jerusalén, pero lo hacen desde la perspectiva de quién no ha llegado a captar la profundidad de los hechos. La expresión "estar cegado", indica precisamente eso, no haber llegado a captar el hondón de la realidad. La inteligencia es la que busca pero el que encuentra es el corazón. Los discípulos han visto a Jesús realizando numerosos prodigios, pero no han llegado a comprender con el corazón el auténtico significado de los acontecimientos. La descripción que aportan de Jesús es puramente externa:


    * " Jesús el Nazareno que resultó ser un profeta poderoso en obras y palabras ante  Dios y ante todo el pueblo ... ". Hay otros momentos en que la actividad de Jesús es asimilada a la de los profetas:(7, 16) el episodio del hijo de la viuda de Naïm; (7, 39) el momento en que Jesús perdona a la pecadora en casa del fariseo, etc. Reconocer a Jesús con características proféticas es contemplarlo únicamente en su perspectiva externa. Los discípulos aprecian en él las manifestaciones exteriores,  como son palabras y obras. Pero se han quedado lejos de percibir la profundidad del mensaje salvador de Cristo.


    * " ... nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel ". En tiempo de Jesús existía la firme convicción de la pronta llegada del Mesías.   Frecuentemente aparecían en Palestina personajes que se atribuían a sí mismos las características del Mesías y ofrecían al pueblo una salvación inmediata. Conocemos por la historia a un falso mesías apodado el egipcio. Subió al Monte de los Olivos y mandó derrumbarse a las murallas de Jerusalén, pero ... continuaron en pie. Otro afirmó su capacidad de detener el curso de las aguas del Jordán, imitando de ese modo la gesta de Josué (Jos 3), pero el cauce del río siguió su curso y las aguas no obedecieron sus órdenes.


    A los ojos de aquellos hombres, Jesús habría sido un mesías como tantos otros. Rico en proyectos y utopías pero parco en realidades y nulo en cuanto a resultados.


   * " Pero, ... con hoy son ya tres días que ocurrió esto ". La expresión "tres días" indica la totalidad del tiempo; es decir un plazo agotado y cumplido. Ellos habían confiado en Jesús, se habían entusiasmado con su mensaje y habían admirado sus prodigios. Pero, como otros supuestos mesías, también Jesús ha sido detenido y crucificado. Han pasado ya tres días; es decir, un plazo razonable para olvidarse de las utopías y volver al "sinsentido" -a Emaús- de la vida cotidiana. 


    * " Es verdad que algunas mujeres ... volvieron contando...que les habían dicho que estaba vivo ". Tampoco les sirve el testimonio de las mujeres que han recibido la revelación del Señor. Recordemos la dureza de la situación femenina durante el siglo I. La mujer estaba completamente subordinada al varón, participaba marginalmente en la vida religiosa del judaísmo, habitualmente carecía de instrucción y -en las ciudades- se dedicaba a las tareas del hogar, mientras que en el campo trabajaba duramente en las tareas agrícolas. En consonancia con la situación cultural de su tiempo, los dos discípulos rechazan de principio el testimonio de las mujeres.



    Sinteticemos la situación de los discípulos. Han contemplado a Jesús con unos ojos superficiales, no han captado a la persona de Cristo con los ojos de las fe. Por eso sólo han percibido en él aspectos puramente externos: Un profeta poderoso en obras y palabras que fue entregado por los sumos sacerdotes a la crucifixión. La visión únicamente externa de Jesús les ha llevado a la frustración. Vuelven de regreso hacia Emaús; su esperanza utópica ha fenecido, hace ya tres días del entierro. Desconfían, cuando no se burlan, del testimonio de las mujeres.  Pero en esa cruda situación de desengaño hay un hecho extremadamente importante. Jesús se pone a caminar con ellos; hacia atrás, compartiendo de ese modo su pena y su desencanto.   



+. Jesús les explica la Palabra.


    Jesús " comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura ". Al decirnos que les explicó a Moisés y a los Profetas, el texto indica que les comentó el Pentateuco y los libros proféticos e históricos. Los cinco primeros libros de la Biblia (Gn, Ex, Lv, Nm, Dt) constituyen el Pentateuco. En la época de Jesús se conocían como los libros de Moisés o los libros de la Ley. Contienen los pilares básicos de la religiosidad judía basada en dos puntos fundamentales:


    * La liberación de la esclavitud de Egipto descrita a lo largo del libro del Exodo y, sintetizada en el Credo Histórico de Israel (Dt 6, 20-24; 26, 5-9): " El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte ... y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra ... ".


    * La Alianza del Sinaí, el pacto sellado entre Dios y  su pueblo (Ex 19-24), que podemos concretizar en esta sentencia: " Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo " . Esta relación estrecha entre Dios y su pueblo se exteriorizaba -a lo largo del Antiguo Testamento- en dos instituciones: El Templo y la pervivencia de dinastía de David.


    Los profetas constatan que la vida de Israel no ha sido otra cosa que un cúmulo de infidelidades contra el Señor. Recuerdan retiradamente al pueblo dos cosas: La confianza en Yahvé como el único Dios que libera, y la necesaria fidelidad a la alianza que Dios estableció con su pueblo. Cada profeta establecerá una mediación concreta para permitir al pueblo mantenerse en esas dos vertientes: Amos hablará de la justicia social, Oseas insistirá en la misericordia, etc.


    Al comentarles la Ley y los Profetas, Jesús se fija en un aspecto muy importante: " ¿ No tenía el Mesías que padecer para entrar en su gloria ? " (24, 26).


    Los dos discípulos esperaban la llegada de un salvador. Pero, al igual que la gente de su tiempo, esperaban un mesías poderoso, deslumbrante y con una capacidad económica esplendorosa. Jesús es el Mesías, el liberador de Israel; pero no actúa con las categorías anheladas por sus contemporáneos. Jesús libera desde la humildad de una vida compartida y hecha servicio en favor de los débiles. El auténtico Señor libera desde el dolor de la cruz. ¿ Dónde está prefigurada en el Antiguo Testamento, la llegada de un liberador, cuya acción salvadora pasaría por el   sufrimiento ?.


    La obra del profeta Isaías presenta cuatro largos poemas conocidos con el nombre de "Cantos del Siervo de Yahvé" (Is 42, 1-7; 49, 1-9a; 50, 4-11; 52, 13 - 53, 12). El más importante de ellos es el último. Nos habla del siervo enviado por Dios a la humanidad. Este siervo no es comprendido por los hombres, sino que padece el desprecio y el escarnio. Es arrancado de la tierra de los vivos, y aunque no había cometido crímenes, es depositado en una sepultura. Pero, se ha mantenido fiel a la voluntad de Dios; por eso prolongará sus años y su alma verá la luz.


    Notemos el paralelismo que se establece entre la vida de este siervo  y la de Jesús de Nazaret. Jesús viene en nombre de Dios a anunciar la liberación para todos. No encuentra acogida entre los hombres, sino que padece persecución y muerte de cruz. Pero ha sido fiel en llevar a término la voluntad de Dios, por eso Dios lo ha resucitado. Mediante su larga explicación, Jesús anuncia a los discípulos que aquella figura del Siervo anunciada en el profeta Isaías se ha cumplido en su persona. Jesús es el auténtico liberador; quizás no es el liberador poderoso esperado por la gente de su tiempo, pero sí el  salvador anunciado en las profecías de Viejo  Testamento.

     

+. Jesús parte el pan.


    La explicación de la Palabra ha calado en los discípulos. Jesús se queda con ellos, observemos los detalles de su estancia con los discípulos:


    * " Recostado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo ofreció " (24, 30). Estas palabras evocan en nuestra mente otros momentos importantes de la Escritura.


     - Jesús había predicado a una gan multitud. Aquella muchedumbre no tenía que comer, entonces Jesús " ... tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los partió y los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente " (cf. 9, 10-17).


     - Durante la Ultima Cena Jesús pronuncia estas palabras: " Cogiendo un pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros ... " (cf. 22, 14-23).


    Apreciemos la similitud entre estos dos textos y las palabras de la narración de los discípulos de Emaús: Tomando pan, lo partió, lo bendijo, y lo repartió. Son palabras muy semejantes a las pronunciadas por el sacerdote en la celebración de la Eucaristía ". El ofreciéndose libremente a la pasión, tomó el pan y, diciendo la acción de gracias, lo partió, y lo dio a sus discípulos diciendo ... " (Plegaria Eucarística).



    * " Se les abrieron los ojos (a los discípulos) y lo reconocieron, pero él desapareció ". El proceso de los discípulos ha sido largo: Primero han reconocido su pesar y su tristeza, después han escuchado la explicación de la Palabra, finalmente han partido el pan con Jesús. Y entonces sucede algo extraño: "se les abrieron los ojos, lo reconocieron, pero él desapareció".


    A lo largo del viaje hacia Emaús los discípulos tenían los ojos abiertos, pero no fueron capaces de reconocer con ellos al Señor.  Eran incapaces de contemplar al Señor con los ojos del corazón. Una vez más se hace patente lo que ya decíamos al principio: " La razón busca, pero quien verdaderamente encuentra es el corazón ". Fijémonos en la frase pronunciada por los discípulos: " ¿ No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino explicándonos las Escrituras ? " (24, 32).


    Jesús desaparece de su presencia, desaparece de la visión de los ojos puramente humanos y permanece para siempre en el corazón de los discípulos. Las cosas más importantes de la vida se atesoran sólo en el corazón. Jesús deja de ser un simple modelo externo a imitar y se convierte en el eje, en el sentido de la vida de aquellos discípulos. Para el hombre antiguo el órgano corporal más importante era el corazón, en él residía la más genuina esencia humana. Los ojos posibilitaban la percepción externa de las cosas, pero la profundidad, el sentido, radicaba sólo en el corazón del hombre. Jesús desaparece de su vista como " el profeta poderoso en obras y en palabras ", y se convierte -en su corazón- en el verdadero Señor de la vida.


+. Los discípulos vuelven hacia Jerusalén.


    Jerusalén simboliza el  "sentido" y la plenitud, mientras que Emaús connota el "sin sentido" y el desencanto. Los discípulos iban de camino desde Jerusalén (la ciudad del sentido) hacía Emaús (la aldea del sin sentido). Jesús les sale al encuentro en el camino de su desesperanza. Entonces los dos hombres le reconocen como al verdadero Señor de su existencia. Ese encuentro implica fuertes consecuencias para sus vidas:


    * " Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén " (24, 33). El encuentro con Jesús vivo es lo único capaz de otorgar pleno sentido a la existencia humana. " Nos hiciste Señor para tí " decía S.Agustín; el corazón humano sólo encuentra reposo en el regazo de Dios. Habiendo experimentado a Jesús resucitado, aquellos discípulos abandonan el camino del desencanto y vuelven a recuperar la dirección auténtica de su vida; se dirigen de nuevo hacia Jerusalén, la ciudad del sentido.


    * ... donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros que decían:  ... ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón ". Los dos discípulos han vuelto a Jerusalén, la ciudad del sentido. Pero no se han dirigido a las murallas ni al templo. Se han encaminado hacia la Nueva Jerusalén que es la Iglesia,  representada en el texto por los Once reunidos con sus compañeros. Allí comparten la novedad de su vida: La certeza de que el Señor ha resucitado. La Iglesia es la comunidad que se reúne en torno a Jesús resucitado, de esa manera deviene el cuerpo de Cristo entre los hombres.


    * Aquellos dos discípulos comienzan a anunciar la gran experiencia transformadora de sus vidas: " Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan " (24, 35). Aquel que en su vida se ha sentido  transformado por Cristo no le queda otra alternativa que anunciarlo a los cuatro vientos. Aquellos dos discípulos devienen misioneros de la resurrección de Jesús.



4. Síntesis y aplicación a nuestra vida.


    La narración de los discípulos de Emaús es un fiel reflejo de la celebración de la Eucaristía. Comparemos las partes en que se divide nuestra Eucaristía con las secciones que integran la narración.


+. Acto penitencial.


    Al principio de la Eucaristía reconocemos con humildad nuestras faltas. Observamos las veces que hemos cambiado de dirección en el camino, o las ocasiones en las que en lugar de dirigirnos hacia Jerusalén hemos elegido la ruta de Emaús. Cuanto reconocemos nuestros pecados no lo hacemos desde la desesperación. Los confesamos desde la certeza de que aunque nuestra vida haya tomado un derrotero equívoco, el  Señor ha continuado caminando a nuestro a lado. Jesús resucitado nos otorga el perdón, y nos recuerda de nuevo la dirección precisa del camino de la vida.


+. Lectura de la Palabra de Dios.

    La segunda parte de la Eucaristía consiste en la celebración de la Palabra de Dios. Leemos escritos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Pero al oír la proclamación de la Palabra, no la percibimos como la narración de acontecimientos pasados. La escuchamos como la voz de Dios que tiene algo concreto que decirnos en nuestra vida. La voz de la Palabra en la Eucaristía nos comunica siempre dos cosas: Cristo es el Señor resucitado y sólo en él encuentra fundamento nuestra existencia. La  Palabra de Dios nos pone en el auténtico camino de la vida cristiana, que no es otro que estar con los pobres y los débiles de nuestra sociedad.


+. Liturgia eucarística.

    Una vez que hemos reconocido nuestras culpas, y hemos escuchado la Palabra de Dios que nos motiva a volver al Señor, celebramos la fracción del pan. Recibimos, después, en la comunión, el cuerpo de Cristo que se hace carne de nuestra carne. Dejamos de percibirlo con los sentidos externos, pero lo experimentamos en la profundidad de nuestro corazón.


+. Bendición final y despedida.

    Propiamente, al final de la Eucaristía, no se  nos despide, sino que se nos bendice. Se nos invita a anunciar, con la ayuda de Dios, aquello que hemos celebrado: ¡ Cristo ha resucitado !. La celebración de la Eucaristía motiva a todo cristiano a convertirse en misionero de la presencia viva del Señor. Ese es el sentido de la bendición final.      

viernes, 12 de mayo de 2017

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

                             Francesc Ramis Darder
                             bibliayoriente.blogspot.com



Cuando comenzamos a explicar el Evangelio de Lucas dijimos que este era el evangelio de la misericordia de Dios. Jesús era el salvador de todos y nos salvaba -no desde el poder, o el tener- sino desde la misericordia.


    Seguidamente expusimos dos situaciones en las que Jesús salvaba a alguien mediante la misericordia. En la narración de Zaqueo (19, 1-10) el amor de Jesús se convertía en perdón. En el milagro de la curación de los leprosos (17, 1-11), la misericordia de Jesús se manifestaba en curación y salvación.


    Jesús salva desde la misericordia, pero ¿ dónde podemos encontrar a este Jesús ?. Existen en el Evangelio de Lucas dos narraciones que nos explican los lugares en los que -de una manera más genuina- podemos encontrarnos personalmente con el Señor de la misericordia y la ternura: La parábola del Buen Samaritano (10, 25-37) nos indica que nos encontramos con Jesús cada vez que nos acercamos al dolor de los hermanos; la narración de los discípulos de Emaús (24, 13-35) nos descubre la presencia del Señor cuando celebramos la Eucaristía.  Analizaremos en este momento la parábola del Buen Samaritano y dejaremos para más adelante, la historia de los discípulos de Emaús.



1. Situación de la perícopa en el conjunto del Evangelio.


    La perícopa del Buen Samaritano (10, 25-37); se halla colocada en el interior de la narración del viaje de Jesús desde Cafarnaum a Jerusalén. Como la mayoría de fragmentos de esta sección, esta parábola pretende darnos una enseñanza. Quiere ayudarnos a descubrir quién es nuestro prójimo y explicarnos la manera cristiana de comportarnos con él.


    La narración va precedida de una discusión entre Jesús y un maestro de la Ley. El maestro, tal vez queriendo lucirse, dirige una pregunta a Jesús: ¿ Qué debo hacer para heredar la vida  eterna ?. Mediante la parábola, Jesús le recordará que el único camino es la practica de la misericordia. Si observamos bien nuestra Biblia, veremos que la narración que estamos analizando está rodeada de textos referidos a la oración: " Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies " (10, 2), la larga narración de Marta y María (10, 38-42), y la presentación del Padrenuestro (11, 1-4).


    La posición de la parábola alrededor de textos referidos a la plegaria nos da, ya, una primera lección. Para descubrir la realidad de nuestro prójimo, y ser capaces de ver en él a Jesús que sufre, es necesaria una vida de plegaria. Una vida acostumbrada a ver la realidad de los hombres y de las cosas con los ojos de Dios. El término "oración" -en la acepción que del mismo realiza la Sagrada Escritura- es un poco más amplio que nuestro concepto de plegaria. Implica, también, el análisis de la realidad, la confrontación, la lectura creyente de los hechos, la denuncia profética, etc.


2. Lectura del texto (Lc 10, 25-37).


    En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerlo a prueba:

    - Maestro, ¿ qué tengo que hacer para heredar la vida eterna ? El le dijo:

    - ¿ Qué está escrito en la Ley ? ¿ Cómo es eso que recitas ? El jurista contestó:

    - " Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo ".

    El le dijo:

    - Bien contestado. Haz eso y tendrás vida.

    Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:

    - Y ¿ quién es mi prójimo ?

    Jesús le contestó:

    - Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio; al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre y, al verlo, sintió misericordia; se acercó a él y le vendó las heridas, echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente tomó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo : " Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta ".

    ¿ Qué te parece ? ¿ Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos ?

    El letrado contestó:

    - El que tuvo misericordia de él.

    Jesús le dijo:

    - Pues anda, haz tu lo mismo..



3. Elementos del texto.


a. Jericó.


    La ciudad de Jericó estaba situada en una zona fronteriza. Esta ubicación implicaba el acuartelamiento de una guarnición militar relativamente importante, la existencia de un puesto de aduanas, la presencia de un floreciente comercio entre diversos países, la existencia de vías de comunicación para favorecer los intercambios comerciales. Jericó era una ciudad cosmopolita, y bastante secularizada; en este sentido podríamos decir que era -en gran parte- una ciudad de diversión.


b. Los Bandidos.


    El camino que desde Jerusalén conducía a Jericó era -en tiempos de Jesús- muy inseguro. La gran cantidad de pequeñas cuevas existentes en la zona eran un buen refugio para los salteadores. Además, el aspecto desértico y árido de la región hacía de aquella zona un lugar solitario. Por aquella vía pasaban numerosas peregrinos en dirección a la Ciudad Santa a la vez que era transitada por numerosas caravanas comerciales.  Todas estas condiciones favorecían la presencia en los alrededores del camino de bandas de ladrones que asaltaba a los peregrinos y a las caravanas comerciales.


    La presencia de asaltantes en los bordes de los caminos no era casual. La gran cantidad de impuestos que los judíos debían pagar al dominador romano, implicaba un continuo empobrecimiento de la población, que repercutía duramente sobre las clases más desheredadas. Muchas personas, habiéndolo perdido todo, no tenían otra alternativa que "echarse al monte y buscarse la vida"; de esa manera los caminos de Judea se iban poblando de malhechores. Como decíamos antes hubo épocas en las que los asaltantes estaban en connivencia con el poder romano o con los mismos gobernantes judíos. Hubo épocas en que los salteadores estaban en connivencia con el poder romano, los gobernadores toleraban los robos a cambio de recibir parte del botín.


    Esta última observación es importante tenerla en cuenta. El mal de nuestro mundo no se debe solamente a causas personales, se debe principalmente a causas estructurales. Si aquellos hombres eran ladrones no se debía a una maldad intrínseca que hubiera en el interior de su persona. El hecho de convertirse en ladrones venía provocado por una situación social fuertemente injusta y, el desgobierno de unos dirigentes que buscaban ante todo su propio enriqueciniento.


    Los ladrones que asaltan a nuestro hombre tal vez no fueran ladrones por cuenta propia, sino que podrían serlo por cuenta ajena; es decir en connivencia con el poder romano o con los gobernantes judíos. Observemos la dureza del asalto perpetrado por estos bandidos contra el hombre que desciende de Jerusalén a Jericó: " ... lo asaltaron, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto ... ".



c. El Sacerdote.


     En nuestra Iglesia un sacerdote lo es por vocación. Cuando un joven se siente llamado al sacerdocio, acude al seminario y durante unos años discierne su vocación. Más tarde, si es considerado apto para ese ministerio, recibe la ordenación sacerdotal.  En tiempos de Jesús las cosas no sucedían de esta manera. Un hombre era sacerdote no por vocación , sino por nacimiento. Los hombres que nacían en determinadas familias de Judea eran sacerdotes, independientemente de si tenían vocación o no. Los sacerdotes pertenecían al tribu de Leví, y descendían de la familia de Aarón (1 Cr 24, 1). Entre ellos la función de dirección suprema era ocupada por el "sumo sacerdote" descendiente de la familia de Sadoq (Ez 40, 46; 1 Cr 24, 3).


    La función del sacerdote -en general- se reducía a trabajar durante dos semanas al año en el Templo y, a asistir -además- a las funciones más solemnes del culto, especialmente a las celebraciones del tiempo pascual. Durante el resto del año vivían en su pueblo natal trabajando en un oficio concreto. Presentaban la Ley de Dios al pueblo, muchas veces enseñaban las primeras letras a los niños, impartían bendiciones y, ejercían una función de docencia y consejo entre las gentes del pueblo.


    Para poder participar en la liturgia  del Templo de Jerusalén se requería de los sacerdotes un elevado estado de pureza exterior. Por eso antes de oficiar -los sacerdotes- no podían haber tocado sangre ni haber estado en contacto con enfermos, ni mucho menos haber tenido contacto con algún muerto.  Debían evitar a toda costa la relación con cosas sucias y con determinados animales; tampoco debían contactar con personas que no conocieran bien de antemano.  Mantener un estado exterior de pureza, tan estricto, no era nada fácil. Por eso el Antiguo Testamento (Lv 11-16) y otras leyes especiales vigentes en tiempo de Cristo, establecían complejas normas para salvaguardar el estado de pureza: Lavarse continuamente las manos, realizar repetidas abluciones con agua, lavar minuciosamente las ollas y utensilios que se habían utilizado, mantener la mirada en dirección al suelo, etc. Marcos, cita un ejemplo referido a los fariseos (Mc 7, 3-4) que ilustra esta situación. 


    La actitud del sacerdote respecto del hombre mal herido, nos la presenta el texto mediante la utilización de dos expresiones: " ... al verlo, dio un rodeo y pasó de largo ... " :

    - " Al verlo ".

    La significación es muy sencilla. El sacerdote "vio con sus ojos"; es decir se dio cuanta perfectamente del estado en que se encontraba aquel hombre malherido.

    - " Dio un rodeo y pasó de largo ".

    Esta actitud es especialmente significativa. Tan significativa que Lucas utiliza un verbo griego muy especial. Este verbo en todo el NT aparece únicamente dos veces, y las dos en la parábola del buen samaritano (10, 31.32). Fuera del NT este verbo no aparece en ningún otro escrito de lengua griega. Ese dato nos permite afirmar que el verbo es una creación propia de nuestro evangelista; lo que demuestra, una vez más su vasta cultura y capacidad literaria.


    La palabra que "inventa" Lucas para describir la actitud del sacerdote se compone de tres partes: Un   verbo precedido de dos preposiciones. El verbo significa "ir hacia"; o sea, el sacerdote habiendo visto al hombre asaltado decide seguir su camino. Pero la forma cómo el sacerdote decide continuar nos viene indicada por las dos preposiciones  antepuestas al verbo. La primera preposición es "delante de" y la segunda "al lado de". Es decir, el sacerdote se ha dado perfectamente cuanta de la situación del hombre malherido, se ha acercado y lo ha observado por delante y por los lados. Ha constatado bien la situación crítica en que se halla aquel hombre; pero a pesar de haberlo contemplado yaciendo en el suelo, lo abandona y se marcha.


    El sacerdote conocía la Ley y, sabía -con toda certeza- lo que es la misericordia. Entonces ¿ Por qué abandona a aquel hombre ?. Seguramente no lo abandonó por malicia moral o por maldad, tampoco lo hizo -probablemente- por comodidad. Recordemos que el sacerdote para oficiar las funciones sagradas debía encontrase en un estado perfecto de pureza externa. Si aquel sacerdote tocaba al hombre malherido quedaba impurificado y no podría oficiar el culto litúrgico. El hombre asaltado era un desconocido, estaba apaleado y medio muerto, seguramente la sangre le saldría a borbotones. Cualquiera de estas causas es suficiente para hacer que el sacerdote evite, a toda costa, el contacto con el hombre. Si lo tocaba quedaba impuro y no podía oficiar en la liturgia.


    Para el sacerdote los preceptos externos de la Ley, son más importantes que la práctica del amor y la misericordia.


d. El Levita.


    La figura del levita equivale -más o menos- a la de un sacristán. Eran aquellas personas que ayudaban en los oficios religiosos del Templo de Jerusalén. Sus funciones más características consistían en la organización de los cantos durante las celebraciones, la música, la limpieza, el cuidado del Templo, el mantenimiento del orden, y la asistencia los sacerdotes en la celebración de los oficios. El libro de las Crónicas es el que mejor nos describe la distribución y oficio de los levitas (1 Cr 23).


    Al igual que los sacerdotes, los levitas no lo eran por vocación, sino por nacimiento. Los hombres que nacían en ciertos familias de Palestina eran levitas. En tiempos de Jesús se consideraban levitas todos aquellos descendientes de la tribu de Leví, pero que no procedían de la familia de Aarón ni de Sadoc, familias que daban origen a la clase sacerdotal. Vivían en su pueblo ejerciendo una profesión y ayudaban en los oficios del Templo durante quince días al año y en las fiestas más señaladas. Para participar en el culto del Templo -al igual que los sacerdotes- era necesario hallarse en estado de pureza externa. Por tanto, para ejercer con dignidad el oficio de levita, no podían haber tocado sangre, ni ninguna otra cosa que fuera sucia o pareciese contaminada.


     Cuando el texto de Lucas nos describe la actitud del levita respecto del hombre malherido utiliza las mismas palabras que para describir la actitud del sacerdote. El levita ha visto la situación del hombre asaltado. Se ha acercado a verle por delante y por los lados. Ha captado perfectamente la situación de aquel hombre, pero opta por seguir su camino.


    ¿ Qué ha sucedido en el corazón del sacerdote y del levita para que abandonen a aquel hombre junto al camino ?. La causa no es personal sino que es estructural. Podemos suponer que tanto el sacerdote como el levita eran excelentes personas; pero vivían aferradas al cumplimento externo de la ley. La sociedad en la que vivían y la forma de vida religiosa que practicaban les había inculcado que era más importante "no tocar sangre" que "practicar la misericordia con el desvalido".


    La inteligencia y la razón humana buscan a Dios e intentan discernir el sentido de la vida. La razón busca pero quien encuentra es el corazón. Ciertamente, por su función sacerdotal, aquellas dos personas conocerían por la razón y la inteligencia muy bien al Dios del Antiguo Testamento, pero no lo habrían encontrado con el corazón. Solamente aquel que ha encontrado con el corazón a Jesús; es decir, que ha tenido un encuentro personal con él, es capaz de convertirse en corazón para sus hermanos, capaz de hacer de su vida una imagen de la misericordia y la ternura de Dios.
 

e. El Samaritano.


    Los samaritanos eran los habitantes de la provincia de Samaría; situada en el centro de Palestina entre Galilea y Judea.  Eran considerados por los judíos como gente baja y poco religiosa. Su religión no era exactamente el judaísmo, sino la mezcla de algunas religiones orientales con el propio judaísmo.   Por esa razón conocían poco el Antiguo Testamento y, podríamos decir que, religiosamente eran muy poco practicantes. La diferencia en el origen racial y en la comprensión religiosa de la vida provocaba frecuentes tensiones y conflictos con los habitantes de Judea. Muchos de ellos se dedicaban al comercio y al transporte de mercancías con otros países, con lo cual tenían contacto con culturas extrañas al judaísmo; lo que hacía aumentar el desprecio que los habitantes de Jerusalén sentían por ellos.


    El samaritano también ve al hombre que había sido asaltado. Pero su actitud es radicalmente distinta a la mostrada por el sacerdote y el levita. Al ver al hombre herido siente misericordia -el texto bíblico nos dice que se le conmovieron las entrañas ante la presencia de aquel hombre herido.   El hecho de "conmoverse las entrañas" no es, en modo alguno, una expresión banal. En el lenguaje bíblico "conmoverse las entrañas" indica lo que le sucede a una madre cuando va a dar a luz a un hijo. Esta acción indica, de una manera externa, todo el amor y entrega que una madre pone en favor de su hijo. El Antiguo Testamento, cuando nos habla de la  forma en que Dios ama a los hombres, usa la misma expresión. A Dios también se le conmueven las entrañas ante el padecimiento de sus hijos, que son todos los  habitantes de nuestra tierra.


    La actitud del samaritano ante el dolor del hombre herido, es el mismo sentimiento de Dios frente al sufrimiento de sus criaturas "se le conmueven las entrañas". El samaritano no se limita a tener un simple sentimiento de "lástima" ante el dolor ajeno como observábamos en los otros dos personajes. El añade una acción en favor de aquel hombre que sufre. Esta acción llenará "la pobreza del corazón de su hermano"; será pura misericordia.


    Fijémonos bien que el samaritano no entrega al hombre herido cosas maravillosas o extraordinarias. Le ayuda, simplemente, con aquellas cosas de las que dispone. Le da algo de lo que el tiene, no de lo que quisiera tener. Ese detalle es muy importante. Muchas veces deseamos practicar la misericordia en favor de nuestro prójimo, pero no nos conformamos con los medios que tenemos. En lugar de ayudarlo con los medios de  que disponemos, intentamos ayudarlo con los medios que quisiéramos tener; y eso, casi siempre paraliza nuestro camino hacia la solidaridad.


    El samaritano le ayuda con su propia persona "se acerca a su lado". Le aplica una medicina muy sencilla "aceite y vino". Le presta su propio medio de locomoción. Entrega en la posada un dinero que equivale, aproximadamente, al jornal de dos días de  trabajo. No le deja desprotegido, le cuida y, asegura al posadero que a la vuelta le pagará las posibles deudas. El samaritano no se propone utilizar medios extraordinarios en favor del hombre asaltado, ni pretende resolverle el sentido de su vida. Simplemente le da algo de lo que el tiene para aliviar su sufrimiento.


    Lo más importante en el samaritano es la misericordia que siente por aquel hombre herido, se le conmueven las entrañas. Recordemos que la misericordia es la actitud opuesta a la lástima. Misericordia es la capacidad de dar algo de lo nuestro -o mejor darnos a nosotros mismos- para remediar pobreza del corazón de nuestros hermanos.



f. El Hombre herido.


    El texto bíblico no nos explica ningún detalle específico de este personaje, simplemente nos dice que era un hombre; un cierto hombre. Pero observemos que el texto nos refiere con detalle la acción de los bandidos "lo desnudaron, lo molieron a palos dejándolo medio muerto".    Al leer ese texto saltan enseguida a nuestra imaginación dos detalles de la pasión de Jesús.


    * " El Hombre".

    En el interrogatorio de Pilato a Jesús  (Lc 23, 2-7; 13-24) cada vez que los acusadores se dirigen al Señor utilizan la expresión "hombre": "Hemos encontrado a este hombre... " afirman los judíos; "ningún delito encuentro en este hombre" les responde Pilato e inquiere "si aquel hombre era galileo"; "me habéis presentado a este hombre" responde de nuevo el procurador a los sumos sacerdotes y a los magistrados del pueblo.  El evangelio de Juan todavía será más significativo en este aspecto. Cuando Pilato ha hecho azotar a Jesús lo presenta al pueblo alborotado y les dice: "Aquí tenéis al hombre" (Ju 19, 5).


   * " Lo desnudaron, lo molieron a palos dejándolo medio muerto ".

   
    El evangelio de Lucas nos cuenta la intención de Pilato de dar un escarmiento a Jesús para después dejarlo en libertad (23, 16); pero finalmente el procurador romano cede ante la presión de la muchedumbre y entrega a Jesús para ser crucificado (23, 25). El texto de Juan, juntamente con los otros dos sinópticos (Mt 27, 26-31; Mc 15, 15-20), amplía un poco la narración de estos acontecimientos: "Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza .... entonces Pilato dijo a la gente ¡ Aquí tenéis al hombre ! " (Ju 19, 1-5).


    Notemos el paralelismo existente entre el hombre asaltado junto al camino, y los sucesos que tienen lugar durante la relación de Jesús con Pilato. El procurador se dirige a Jesús mediante la palabra "hombre". Pilato parece no conocer demasiados detalles de Jesús, hasta pregunta si era galileo. El hombre asaltado junto al camino también se nos presenta como un "cierto hombre", el texto no nos refiere su nombre ni nos aporta ningún dato respecto de su vida.


    Pilato reconoce continuamente no encontrar ninguna culpa en el hombre que los judíos le presentan para que lo sentencie a muerte: "Ningún delito encuentro en este hombre" (23, 4). El hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó no era culpable de ningún delito, era como Jesús inocente, los bandidos cayeron sobre él y le maltrataron injustamente.


    Jesús y el hombre asaltado reciben un castigo muy semejante. Antes de que un reo fuera entregado al suplicio de la cruz era torturado mediante la flagelación. Se le desnudaba, se le ataban las manos a un poste y se le molía a golpes dejándolo medio muerto a fin de que falleciera con prontitud en la cruz. Jesús antes de la pasión es azotado brutalmente. El hombre asaltado junto al camino recibe un trato un tanto semejante al que debió recibir Jesús cuando fue azotado: Fue desnudado, llenado de golpes quedando muy malherido.


    El hombre asaltado por los bandidos, en el contexto de la parábola del Buen Samaritano, representa el sufrimiento de cualquier hombre maltratado por la opresión y la injusticia. Pero también es una metáfora de la persona de Jesús azotado en la columna antes de su crucifixión. El rostro de Jesús torturado, se nos revela en el rostro sufriente de cada persona que sale a nuestro encuentro en el camino de nuestra vida. 


    En el evangelio de Lucas Jesús se aparece a sus discípulos y a otras personas (24, 13-53). Las apariciones de Jesús son una manera de indicarnos los lugares más genuinos en donde podemos encontrar a Cristo vivo entre nosotros. El Señor sale a nuestro encuentro en la Eucaristía, bellamente descrita en la narración de los discípulos de Emaús (24, 13-35). Cristo se nos aparece en los pobres y en los que sufren, aparición que se describe   -metafóricamente- en la parábola del Buen Samaritano. La Eucaristía y los pobres, uno y otro lugar, son los momentos privilegiados en los que Jesús resucitado se presenta en el camino de nuestra vida.



4. Síntesis final y aplicación a nuestra vida.


    Un maestro de la Ley era un personaje dedicado a la enseñanza de la Ley judía contenida en la Escritura y transmitida por la tradición oral. Además juzgaba y discernía la mejor manera de aplicar la Ley del Antiguo Testamento a cada circunstancia concreta de la vida. El Viejo Testamento tiene diversas partes: Ley, Profetas y Escritos. Para el mundo judío la parte más destacada era la Ley constituida por los cinco libros del Pentateuco: (Gn, Ex, Lv, Nm, Dt). El Pentateuco no contiene únicamente leyes, en él hay muchas secciones de historia, pero el apartado de las leyes constituyen una parte muy sustancial. Además de las leyes contenidas en la Ley escrita, había numerosos preceptos y normas que se transmitían sólamente de una manera oral y que sólo conocían e interpretaban los maestros de la Ley.


    El Pentateuco presenta numerosas Leyes, por ejemplo (Nm 29, 7) que nos habla de las ofrendas del día de la expiación. El texto dice: " ... ayunaréis y no realizaréis ningún trabajo ". Pero podía suceder que realizar un trabajo fuera imprescindible. Era necesario -por ejemplo- caminar; entonces el maestro de la Ley estudiaba la cuestión, y respondía -a quien le preguntaba- cuantos pasos se podían dar sin cometer pecado durante la fiesta de la expiación.


    Eran unos maestros muy eruditos en el conocimiento de la Ley y, a veces, muy diestros para inventar subterfugios que rebajaban la exigencia en el cumplimiento de los preceptos legales. Tendían a conocer bien la Ley pero la practicaban poco. Observemos que este maestro ignora -o hace ver que ignora- saber quién es su prójimo; cuando el AT no se cansa de insistir en la relación privilegiada que debe guardarse en favor de los débiles: " Cuando cosechéis las mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde del campo ... los dejarás para el pobre y el forastero. No oprimirás a tu prójimo. No retendrás el salario del jornalero. No maldecirás a un mudo ... " (Lv 19, 9-14) .


    Jesús cuenta la parábola del Buen Samaritano al maestro. Pero fijémonos que después no le pregunta: ¿ Quién de estos tres te parece que ha cumplido la Ley con este hombre asaltado ?. Le pregunta: ¿ Cuál de estos tres hombres te parece que se comportó como prójimo con el hombre que ha sido asaltado ?.


    El maestro no responde diciendo que el buen comportamiento lo habría tenido el levita o el sacerdote. Estos dos personajes cumplieron bien la Ley, no tocaron sangre ni entraron en contacto con un desconocido que les hubiera impedido participar en el culto. Pero ninguno de los dos amó al hombre herido, no tuvieron misericordia de él. El maestro responde  que el que contempló al hombre herido como prójimo fue el que trató al herido con amor, con misericordia.


    El texto no ha descrito teóricamente la misericordia, ha puesto un ejemplo claro de lo que es actuar con misericordia: Cuando el samaritano ve al hombre herido siente misericordia -el texto bíblico nos dice que se le conmovieron las entrañas ante la presencia de aquel hombre maltratado. Se acerca a su lado; le venda las heridas echándole aceite y vino; lo monta en su propia cabalgadura; lo lleva a la posada y lo cuida; al día siguiente da dinero al posadero y le pide que lo cuide; y añade: " ... cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta ".


    Jesús le dice al maestro: " Ve y haz tu lo mismo ". No le dice: " Ve y aprende lo que has oído ", ni tampoco le dice: " explica a la gente lo que yo te he enseñado ". Jesús habla de acción, y acción realizada desde la capacidad de amar: " Ve y haz tu lo mismo ". Hábilmente, Jesús ha cambiado la pregunta de su interlocutor. No se ha limitado a responder ¿ quién es mi prójimo ?, sino que ha insistido en enseñar ¿ que debo hacer yo para ser prójimo de los demás ?. El evangelio no se lee solo para conocer a Jesús, se estudia para seguir a Cristo mejor; el evangelio no son datos sino vivencia de la misericordia.