viernes, 12 de mayo de 2017

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

                             Francesc Ramis Darder
                             bibliayoriente.blogspot.com



Cuando comenzamos a explicar el Evangelio de Lucas dijimos que este era el evangelio de la misericordia de Dios. Jesús era el salvador de todos y nos salvaba -no desde el poder, o el tener- sino desde la misericordia.


    Seguidamente expusimos dos situaciones en las que Jesús salvaba a alguien mediante la misericordia. En la narración de Zaqueo (19, 1-10) el amor de Jesús se convertía en perdón. En el milagro de la curación de los leprosos (17, 1-11), la misericordia de Jesús se manifestaba en curación y salvación.


    Jesús salva desde la misericordia, pero ¿ dónde podemos encontrar a este Jesús ?. Existen en el Evangelio de Lucas dos narraciones que nos explican los lugares en los que -de una manera más genuina- podemos encontrarnos personalmente con el Señor de la misericordia y la ternura: La parábola del Buen Samaritano (10, 25-37) nos indica que nos encontramos con Jesús cada vez que nos acercamos al dolor de los hermanos; la narración de los discípulos de Emaús (24, 13-35) nos descubre la presencia del Señor cuando celebramos la Eucaristía.  Analizaremos en este momento la parábola del Buen Samaritano y dejaremos para más adelante, la historia de los discípulos de Emaús.



1. Situación de la perícopa en el conjunto del Evangelio.


    La perícopa del Buen Samaritano (10, 25-37); se halla colocada en el interior de la narración del viaje de Jesús desde Cafarnaum a Jerusalén. Como la mayoría de fragmentos de esta sección, esta parábola pretende darnos una enseñanza. Quiere ayudarnos a descubrir quién es nuestro prójimo y explicarnos la manera cristiana de comportarnos con él.


    La narración va precedida de una discusión entre Jesús y un maestro de la Ley. El maestro, tal vez queriendo lucirse, dirige una pregunta a Jesús: ¿ Qué debo hacer para heredar la vida  eterna ?. Mediante la parábola, Jesús le recordará que el único camino es la practica de la misericordia. Si observamos bien nuestra Biblia, veremos que la narración que estamos analizando está rodeada de textos referidos a la oración: " Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies " (10, 2), la larga narración de Marta y María (10, 38-42), y la presentación del Padrenuestro (11, 1-4).


    La posición de la parábola alrededor de textos referidos a la plegaria nos da, ya, una primera lección. Para descubrir la realidad de nuestro prójimo, y ser capaces de ver en él a Jesús que sufre, es necesaria una vida de plegaria. Una vida acostumbrada a ver la realidad de los hombres y de las cosas con los ojos de Dios. El término "oración" -en la acepción que del mismo realiza la Sagrada Escritura- es un poco más amplio que nuestro concepto de plegaria. Implica, también, el análisis de la realidad, la confrontación, la lectura creyente de los hechos, la denuncia profética, etc.


2. Lectura del texto (Lc 10, 25-37).


    En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerlo a prueba:

    - Maestro, ¿ qué tengo que hacer para heredar la vida eterna ? El le dijo:

    - ¿ Qué está escrito en la Ley ? ¿ Cómo es eso que recitas ? El jurista contestó:

    - " Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo ".

    El le dijo:

    - Bien contestado. Haz eso y tendrás vida.

    Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:

    - Y ¿ quién es mi prójimo ?

    Jesús le contestó:

    - Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio; al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre y, al verlo, sintió misericordia; se acercó a él y le vendó las heridas, echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente tomó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo : " Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta ".

    ¿ Qué te parece ? ¿ Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos ?

    El letrado contestó:

    - El que tuvo misericordia de él.

    Jesús le dijo:

    - Pues anda, haz tu lo mismo..



3. Elementos del texto.


a. Jericó.


    La ciudad de Jericó estaba situada en una zona fronteriza. Esta ubicación implicaba el acuartelamiento de una guarnición militar relativamente importante, la existencia de un puesto de aduanas, la presencia de un floreciente comercio entre diversos países, la existencia de vías de comunicación para favorecer los intercambios comerciales. Jericó era una ciudad cosmopolita, y bastante secularizada; en este sentido podríamos decir que era -en gran parte- una ciudad de diversión.


b. Los Bandidos.


    El camino que desde Jerusalén conducía a Jericó era -en tiempos de Jesús- muy inseguro. La gran cantidad de pequeñas cuevas existentes en la zona eran un buen refugio para los salteadores. Además, el aspecto desértico y árido de la región hacía de aquella zona un lugar solitario. Por aquella vía pasaban numerosas peregrinos en dirección a la Ciudad Santa a la vez que era transitada por numerosas caravanas comerciales.  Todas estas condiciones favorecían la presencia en los alrededores del camino de bandas de ladrones que asaltaba a los peregrinos y a las caravanas comerciales.


    La presencia de asaltantes en los bordes de los caminos no era casual. La gran cantidad de impuestos que los judíos debían pagar al dominador romano, implicaba un continuo empobrecimiento de la población, que repercutía duramente sobre las clases más desheredadas. Muchas personas, habiéndolo perdido todo, no tenían otra alternativa que "echarse al monte y buscarse la vida"; de esa manera los caminos de Judea se iban poblando de malhechores. Como decíamos antes hubo épocas en las que los asaltantes estaban en connivencia con el poder romano o con los mismos gobernantes judíos. Hubo épocas en que los salteadores estaban en connivencia con el poder romano, los gobernadores toleraban los robos a cambio de recibir parte del botín.


    Esta última observación es importante tenerla en cuenta. El mal de nuestro mundo no se debe solamente a causas personales, se debe principalmente a causas estructurales. Si aquellos hombres eran ladrones no se debía a una maldad intrínseca que hubiera en el interior de su persona. El hecho de convertirse en ladrones venía provocado por una situación social fuertemente injusta y, el desgobierno de unos dirigentes que buscaban ante todo su propio enriqueciniento.


    Los ladrones que asaltan a nuestro hombre tal vez no fueran ladrones por cuenta propia, sino que podrían serlo por cuenta ajena; es decir en connivencia con el poder romano o con los gobernantes judíos. Observemos la dureza del asalto perpetrado por estos bandidos contra el hombre que desciende de Jerusalén a Jericó: " ... lo asaltaron, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto ... ".



c. El Sacerdote.


     En nuestra Iglesia un sacerdote lo es por vocación. Cuando un joven se siente llamado al sacerdocio, acude al seminario y durante unos años discierne su vocación. Más tarde, si es considerado apto para ese ministerio, recibe la ordenación sacerdotal.  En tiempos de Jesús las cosas no sucedían de esta manera. Un hombre era sacerdote no por vocación , sino por nacimiento. Los hombres que nacían en determinadas familias de Judea eran sacerdotes, independientemente de si tenían vocación o no. Los sacerdotes pertenecían al tribu de Leví, y descendían de la familia de Aarón (1 Cr 24, 1). Entre ellos la función de dirección suprema era ocupada por el "sumo sacerdote" descendiente de la familia de Sadoq (Ez 40, 46; 1 Cr 24, 3).


    La función del sacerdote -en general- se reducía a trabajar durante dos semanas al año en el Templo y, a asistir -además- a las funciones más solemnes del culto, especialmente a las celebraciones del tiempo pascual. Durante el resto del año vivían en su pueblo natal trabajando en un oficio concreto. Presentaban la Ley de Dios al pueblo, muchas veces enseñaban las primeras letras a los niños, impartían bendiciones y, ejercían una función de docencia y consejo entre las gentes del pueblo.


    Para poder participar en la liturgia  del Templo de Jerusalén se requería de los sacerdotes un elevado estado de pureza exterior. Por eso antes de oficiar -los sacerdotes- no podían haber tocado sangre ni haber estado en contacto con enfermos, ni mucho menos haber tenido contacto con algún muerto.  Debían evitar a toda costa la relación con cosas sucias y con determinados animales; tampoco debían contactar con personas que no conocieran bien de antemano.  Mantener un estado exterior de pureza, tan estricto, no era nada fácil. Por eso el Antiguo Testamento (Lv 11-16) y otras leyes especiales vigentes en tiempo de Cristo, establecían complejas normas para salvaguardar el estado de pureza: Lavarse continuamente las manos, realizar repetidas abluciones con agua, lavar minuciosamente las ollas y utensilios que se habían utilizado, mantener la mirada en dirección al suelo, etc. Marcos, cita un ejemplo referido a los fariseos (Mc 7, 3-4) que ilustra esta situación. 


    La actitud del sacerdote respecto del hombre mal herido, nos la presenta el texto mediante la utilización de dos expresiones: " ... al verlo, dio un rodeo y pasó de largo ... " :

    - " Al verlo ".

    La significación es muy sencilla. El sacerdote "vio con sus ojos"; es decir se dio cuanta perfectamente del estado en que se encontraba aquel hombre malherido.

    - " Dio un rodeo y pasó de largo ".

    Esta actitud es especialmente significativa. Tan significativa que Lucas utiliza un verbo griego muy especial. Este verbo en todo el NT aparece únicamente dos veces, y las dos en la parábola del buen samaritano (10, 31.32). Fuera del NT este verbo no aparece en ningún otro escrito de lengua griega. Ese dato nos permite afirmar que el verbo es una creación propia de nuestro evangelista; lo que demuestra, una vez más su vasta cultura y capacidad literaria.


    La palabra que "inventa" Lucas para describir la actitud del sacerdote se compone de tres partes: Un   verbo precedido de dos preposiciones. El verbo significa "ir hacia"; o sea, el sacerdote habiendo visto al hombre asaltado decide seguir su camino. Pero la forma cómo el sacerdote decide continuar nos viene indicada por las dos preposiciones  antepuestas al verbo. La primera preposición es "delante de" y la segunda "al lado de". Es decir, el sacerdote se ha dado perfectamente cuanta de la situación del hombre malherido, se ha acercado y lo ha observado por delante y por los lados. Ha constatado bien la situación crítica en que se halla aquel hombre; pero a pesar de haberlo contemplado yaciendo en el suelo, lo abandona y se marcha.


    El sacerdote conocía la Ley y, sabía -con toda certeza- lo que es la misericordia. Entonces ¿ Por qué abandona a aquel hombre ?. Seguramente no lo abandonó por malicia moral o por maldad, tampoco lo hizo -probablemente- por comodidad. Recordemos que el sacerdote para oficiar las funciones sagradas debía encontrase en un estado perfecto de pureza externa. Si aquel sacerdote tocaba al hombre malherido quedaba impurificado y no podría oficiar el culto litúrgico. El hombre asaltado era un desconocido, estaba apaleado y medio muerto, seguramente la sangre le saldría a borbotones. Cualquiera de estas causas es suficiente para hacer que el sacerdote evite, a toda costa, el contacto con el hombre. Si lo tocaba quedaba impuro y no podía oficiar en la liturgia.


    Para el sacerdote los preceptos externos de la Ley, son más importantes que la práctica del amor y la misericordia.


d. El Levita.


    La figura del levita equivale -más o menos- a la de un sacristán. Eran aquellas personas que ayudaban en los oficios religiosos del Templo de Jerusalén. Sus funciones más características consistían en la organización de los cantos durante las celebraciones, la música, la limpieza, el cuidado del Templo, el mantenimiento del orden, y la asistencia los sacerdotes en la celebración de los oficios. El libro de las Crónicas es el que mejor nos describe la distribución y oficio de los levitas (1 Cr 23).


    Al igual que los sacerdotes, los levitas no lo eran por vocación, sino por nacimiento. Los hombres que nacían en ciertos familias de Palestina eran levitas. En tiempos de Jesús se consideraban levitas todos aquellos descendientes de la tribu de Leví, pero que no procedían de la familia de Aarón ni de Sadoc, familias que daban origen a la clase sacerdotal. Vivían en su pueblo ejerciendo una profesión y ayudaban en los oficios del Templo durante quince días al año y en las fiestas más señaladas. Para participar en el culto del Templo -al igual que los sacerdotes- era necesario hallarse en estado de pureza externa. Por tanto, para ejercer con dignidad el oficio de levita, no podían haber tocado sangre, ni ninguna otra cosa que fuera sucia o pareciese contaminada.


     Cuando el texto de Lucas nos describe la actitud del levita respecto del hombre malherido utiliza las mismas palabras que para describir la actitud del sacerdote. El levita ha visto la situación del hombre asaltado. Se ha acercado a verle por delante y por los lados. Ha captado perfectamente la situación de aquel hombre, pero opta por seguir su camino.


    ¿ Qué ha sucedido en el corazón del sacerdote y del levita para que abandonen a aquel hombre junto al camino ?. La causa no es personal sino que es estructural. Podemos suponer que tanto el sacerdote como el levita eran excelentes personas; pero vivían aferradas al cumplimento externo de la ley. La sociedad en la que vivían y la forma de vida religiosa que practicaban les había inculcado que era más importante "no tocar sangre" que "practicar la misericordia con el desvalido".


    La inteligencia y la razón humana buscan a Dios e intentan discernir el sentido de la vida. La razón busca pero quien encuentra es el corazón. Ciertamente, por su función sacerdotal, aquellas dos personas conocerían por la razón y la inteligencia muy bien al Dios del Antiguo Testamento, pero no lo habrían encontrado con el corazón. Solamente aquel que ha encontrado con el corazón a Jesús; es decir, que ha tenido un encuentro personal con él, es capaz de convertirse en corazón para sus hermanos, capaz de hacer de su vida una imagen de la misericordia y la ternura de Dios.
 

e. El Samaritano.


    Los samaritanos eran los habitantes de la provincia de Samaría; situada en el centro de Palestina entre Galilea y Judea.  Eran considerados por los judíos como gente baja y poco religiosa. Su religión no era exactamente el judaísmo, sino la mezcla de algunas religiones orientales con el propio judaísmo.   Por esa razón conocían poco el Antiguo Testamento y, podríamos decir que, religiosamente eran muy poco practicantes. La diferencia en el origen racial y en la comprensión religiosa de la vida provocaba frecuentes tensiones y conflictos con los habitantes de Judea. Muchos de ellos se dedicaban al comercio y al transporte de mercancías con otros países, con lo cual tenían contacto con culturas extrañas al judaísmo; lo que hacía aumentar el desprecio que los habitantes de Jerusalén sentían por ellos.


    El samaritano también ve al hombre que había sido asaltado. Pero su actitud es radicalmente distinta a la mostrada por el sacerdote y el levita. Al ver al hombre herido siente misericordia -el texto bíblico nos dice que se le conmovieron las entrañas ante la presencia de aquel hombre herido.   El hecho de "conmoverse las entrañas" no es, en modo alguno, una expresión banal. En el lenguaje bíblico "conmoverse las entrañas" indica lo que le sucede a una madre cuando va a dar a luz a un hijo. Esta acción indica, de una manera externa, todo el amor y entrega que una madre pone en favor de su hijo. El Antiguo Testamento, cuando nos habla de la  forma en que Dios ama a los hombres, usa la misma expresión. A Dios también se le conmueven las entrañas ante el padecimiento de sus hijos, que son todos los  habitantes de nuestra tierra.


    La actitud del samaritano ante el dolor del hombre herido, es el mismo sentimiento de Dios frente al sufrimiento de sus criaturas "se le conmueven las entrañas". El samaritano no se limita a tener un simple sentimiento de "lástima" ante el dolor ajeno como observábamos en los otros dos personajes. El añade una acción en favor de aquel hombre que sufre. Esta acción llenará "la pobreza del corazón de su hermano"; será pura misericordia.


    Fijémonos bien que el samaritano no entrega al hombre herido cosas maravillosas o extraordinarias. Le ayuda, simplemente, con aquellas cosas de las que dispone. Le da algo de lo que el tiene, no de lo que quisiera tener. Ese detalle es muy importante. Muchas veces deseamos practicar la misericordia en favor de nuestro prójimo, pero no nos conformamos con los medios que tenemos. En lugar de ayudarlo con los medios de  que disponemos, intentamos ayudarlo con los medios que quisiéramos tener; y eso, casi siempre paraliza nuestro camino hacia la solidaridad.


    El samaritano le ayuda con su propia persona "se acerca a su lado". Le aplica una medicina muy sencilla "aceite y vino". Le presta su propio medio de locomoción. Entrega en la posada un dinero que equivale, aproximadamente, al jornal de dos días de  trabajo. No le deja desprotegido, le cuida y, asegura al posadero que a la vuelta le pagará las posibles deudas. El samaritano no se propone utilizar medios extraordinarios en favor del hombre asaltado, ni pretende resolverle el sentido de su vida. Simplemente le da algo de lo que el tiene para aliviar su sufrimiento.


    Lo más importante en el samaritano es la misericordia que siente por aquel hombre herido, se le conmueven las entrañas. Recordemos que la misericordia es la actitud opuesta a la lástima. Misericordia es la capacidad de dar algo de lo nuestro -o mejor darnos a nosotros mismos- para remediar pobreza del corazón de nuestros hermanos.



f. El Hombre herido.


    El texto bíblico no nos explica ningún detalle específico de este personaje, simplemente nos dice que era un hombre; un cierto hombre. Pero observemos que el texto nos refiere con detalle la acción de los bandidos "lo desnudaron, lo molieron a palos dejándolo medio muerto".    Al leer ese texto saltan enseguida a nuestra imaginación dos detalles de la pasión de Jesús.


    * " El Hombre".

    En el interrogatorio de Pilato a Jesús  (Lc 23, 2-7; 13-24) cada vez que los acusadores se dirigen al Señor utilizan la expresión "hombre": "Hemos encontrado a este hombre... " afirman los judíos; "ningún delito encuentro en este hombre" les responde Pilato e inquiere "si aquel hombre era galileo"; "me habéis presentado a este hombre" responde de nuevo el procurador a los sumos sacerdotes y a los magistrados del pueblo.  El evangelio de Juan todavía será más significativo en este aspecto. Cuando Pilato ha hecho azotar a Jesús lo presenta al pueblo alborotado y les dice: "Aquí tenéis al hombre" (Ju 19, 5).


   * " Lo desnudaron, lo molieron a palos dejándolo medio muerto ".

   
    El evangelio de Lucas nos cuenta la intención de Pilato de dar un escarmiento a Jesús para después dejarlo en libertad (23, 16); pero finalmente el procurador romano cede ante la presión de la muchedumbre y entrega a Jesús para ser crucificado (23, 25). El texto de Juan, juntamente con los otros dos sinópticos (Mt 27, 26-31; Mc 15, 15-20), amplía un poco la narración de estos acontecimientos: "Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza .... entonces Pilato dijo a la gente ¡ Aquí tenéis al hombre ! " (Ju 19, 1-5).


    Notemos el paralelismo existente entre el hombre asaltado junto al camino, y los sucesos que tienen lugar durante la relación de Jesús con Pilato. El procurador se dirige a Jesús mediante la palabra "hombre". Pilato parece no conocer demasiados detalles de Jesús, hasta pregunta si era galileo. El hombre asaltado junto al camino también se nos presenta como un "cierto hombre", el texto no nos refiere su nombre ni nos aporta ningún dato respecto de su vida.


    Pilato reconoce continuamente no encontrar ninguna culpa en el hombre que los judíos le presentan para que lo sentencie a muerte: "Ningún delito encuentro en este hombre" (23, 4). El hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó no era culpable de ningún delito, era como Jesús inocente, los bandidos cayeron sobre él y le maltrataron injustamente.


    Jesús y el hombre asaltado reciben un castigo muy semejante. Antes de que un reo fuera entregado al suplicio de la cruz era torturado mediante la flagelación. Se le desnudaba, se le ataban las manos a un poste y se le molía a golpes dejándolo medio muerto a fin de que falleciera con prontitud en la cruz. Jesús antes de la pasión es azotado brutalmente. El hombre asaltado junto al camino recibe un trato un tanto semejante al que debió recibir Jesús cuando fue azotado: Fue desnudado, llenado de golpes quedando muy malherido.


    El hombre asaltado por los bandidos, en el contexto de la parábola del Buen Samaritano, representa el sufrimiento de cualquier hombre maltratado por la opresión y la injusticia. Pero también es una metáfora de la persona de Jesús azotado en la columna antes de su crucifixión. El rostro de Jesús torturado, se nos revela en el rostro sufriente de cada persona que sale a nuestro encuentro en el camino de nuestra vida. 


    En el evangelio de Lucas Jesús se aparece a sus discípulos y a otras personas (24, 13-53). Las apariciones de Jesús son una manera de indicarnos los lugares más genuinos en donde podemos encontrar a Cristo vivo entre nosotros. El Señor sale a nuestro encuentro en la Eucaristía, bellamente descrita en la narración de los discípulos de Emaús (24, 13-35). Cristo se nos aparece en los pobres y en los que sufren, aparición que se describe   -metafóricamente- en la parábola del Buen Samaritano. La Eucaristía y los pobres, uno y otro lugar, son los momentos privilegiados en los que Jesús resucitado se presenta en el camino de nuestra vida.



4. Síntesis final y aplicación a nuestra vida.


    Un maestro de la Ley era un personaje dedicado a la enseñanza de la Ley judía contenida en la Escritura y transmitida por la tradición oral. Además juzgaba y discernía la mejor manera de aplicar la Ley del Antiguo Testamento a cada circunstancia concreta de la vida. El Viejo Testamento tiene diversas partes: Ley, Profetas y Escritos. Para el mundo judío la parte más destacada era la Ley constituida por los cinco libros del Pentateuco: (Gn, Ex, Lv, Nm, Dt). El Pentateuco no contiene únicamente leyes, en él hay muchas secciones de historia, pero el apartado de las leyes constituyen una parte muy sustancial. Además de las leyes contenidas en la Ley escrita, había numerosos preceptos y normas que se transmitían sólamente de una manera oral y que sólo conocían e interpretaban los maestros de la Ley.


    El Pentateuco presenta numerosas Leyes, por ejemplo (Nm 29, 7) que nos habla de las ofrendas del día de la expiación. El texto dice: " ... ayunaréis y no realizaréis ningún trabajo ". Pero podía suceder que realizar un trabajo fuera imprescindible. Era necesario -por ejemplo- caminar; entonces el maestro de la Ley estudiaba la cuestión, y respondía -a quien le preguntaba- cuantos pasos se podían dar sin cometer pecado durante la fiesta de la expiación.


    Eran unos maestros muy eruditos en el conocimiento de la Ley y, a veces, muy diestros para inventar subterfugios que rebajaban la exigencia en el cumplimiento de los preceptos legales. Tendían a conocer bien la Ley pero la practicaban poco. Observemos que este maestro ignora -o hace ver que ignora- saber quién es su prójimo; cuando el AT no se cansa de insistir en la relación privilegiada que debe guardarse en favor de los débiles: " Cuando cosechéis las mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde del campo ... los dejarás para el pobre y el forastero. No oprimirás a tu prójimo. No retendrás el salario del jornalero. No maldecirás a un mudo ... " (Lv 19, 9-14) .


    Jesús cuenta la parábola del Buen Samaritano al maestro. Pero fijémonos que después no le pregunta: ¿ Quién de estos tres te parece que ha cumplido la Ley con este hombre asaltado ?. Le pregunta: ¿ Cuál de estos tres hombres te parece que se comportó como prójimo con el hombre que ha sido asaltado ?.


    El maestro no responde diciendo que el buen comportamiento lo habría tenido el levita o el sacerdote. Estos dos personajes cumplieron bien la Ley, no tocaron sangre ni entraron en contacto con un desconocido que les hubiera impedido participar en el culto. Pero ninguno de los dos amó al hombre herido, no tuvieron misericordia de él. El maestro responde  que el que contempló al hombre herido como prójimo fue el que trató al herido con amor, con misericordia.


    El texto no ha descrito teóricamente la misericordia, ha puesto un ejemplo claro de lo que es actuar con misericordia: Cuando el samaritano ve al hombre herido siente misericordia -el texto bíblico nos dice que se le conmovieron las entrañas ante la presencia de aquel hombre maltratado. Se acerca a su lado; le venda las heridas echándole aceite y vino; lo monta en su propia cabalgadura; lo lleva a la posada y lo cuida; al día siguiente da dinero al posadero y le pide que lo cuide; y añade: " ... cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta ".


    Jesús le dice al maestro: " Ve y haz tu lo mismo ". No le dice: " Ve y aprende lo que has oído ", ni tampoco le dice: " explica a la gente lo que yo te he enseñado ". Jesús habla de acción, y acción realizada desde la capacidad de amar: " Ve y haz tu lo mismo ". Hábilmente, Jesús ha cambiado la pregunta de su interlocutor. No se ha limitado a responder ¿ quién es mi prójimo ?, sino que ha insistido en enseñar ¿ que debo hacer yo para ser prójimo de los demás ?. El evangelio no se lee solo para conocer a Jesús, se estudia para seguir a Cristo mejor; el evangelio no son datos sino vivencia de la misericordia.


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