Francesc Ramis Darder
Las
cosmologías antiguas consideraban que el universo existía desde siempre, pero
en estado caótico. La creación radicaba en desmezclar la cosas, en “separar”
unas de otras y organizarlas. La creación consistía en el “orden” que las
divinidades imponían a la realidad en
“desorden”.
Así. la
epopeya mesopotámica de “Atra-Hasis” (XVII aC.) describe la creación como el
“orden” que las deidades imponen al “desorden”. Los dioses crean al hombre para
que en su lugar y como sirviente haga tareas de las divinidades. Los dioses
“ordenan” la realidad y “determinan” que el hombre se convierta en esclavo de
sus caprichos.
La idea
bíblica de creación es distinta. El relato de la creación afirma que Dios
“crea” el cielo y la tierra (Gen 1,1; 2,4), los monstruos marinos (Gen 1,21),
el hombre (Gen 1,27) y todas las cosas (Gen 2,3).
El verbo
hebreo “crear” es especial. Los hombres “hacen” y “fabrican”, sólo Dios “crea”.
¿Por qué la creación narrada en el Génesis es distinta a la de los antiguos
mitos? Los dioses “ordenaban” el mundo y especialmente al hombre para
esclavizarlo. El Señor también “ordena” el mundo y especialmente al hombre;
pero no para aprovecharse de él sino para inserir en su corazón el “proyecto”
divino. El proyecto de Dios consiste en recordar al ser humano su derecho a ser
feliz, reafirmarle en la certeza de que Dios es Amor, y anunciarle que sólo el
amor llena la vida de sentido.
El autor
del relato de la creación (Gen 1,1-2,3) no escribió un libro de cosmología;
sino que utilizando la ciencia de su tiempo describió el universo desde la
perspectiva creyente. No pretendía dilucidar si Dios creó el mundo de materia
existente o lo hizo de la nada; ese interés llegará más tarde (2Mac 7,28). El
autor afirmó que en el fondo de todo, y principalmente del corazón humano, late
el proyecto de Dios, y que eso sitúa al mundo y al hombre en una posición
nueva: los hombres no son esclavos de Dios, sino los amigos con quienes el
Señor comparte su vida. El hombre y el mundo están sostenidos por las buenas
manos de Dios y no aplastados por la fuerza de sus puños.
Afirmar que
Dios crea significa creer que estamos en sus buenas manos: “en El vivimos,
nos movemos y existimos” (Ac 17,28). Entraña saber que en lo más íntimo de
toda persona palpita el proyecto de Dios: “les arrancaré el corazón de
piedra y les daré un corazón de carne para que sigan mis leyes” (Ez 11,19).
E implica conservar y cuidar la naturaleza porque es un espejo del designio de
Dios (Lv 25,1-7).