lunes, 14 de octubre de 2013

PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO I. METÁFORA DE LA TERNURA DE DIOS: Lc 15,11-32.


                                                                           Francesc Ramis Darder 



Constituye el primero de dos artículos sobre el Hijo Pródigo.



Dante Alighieri afirmaba con razón: “Lucas es el evangelista de la ternura de Dios”. Efectivamente, el Tercer Evangelio es el que con más delicadeza presenta las entrañas misericordiosas del Padre. Intentemos deslindar el rostro del Dios de la ternura a partir de la parábola del hijo pródigo


1. Situación del episodio en el conjunto del evangelio.

Las palabras de Jesús son importantes pero también es significativo el lugar que ocupan en el evangelio. Nuestra parábola se halla en la segunda sección del evangelio: El viaje de Jesús con sus discípulos desde Galilea hasta Jerusalén (9,51-19,27).

Si consideramos el conjunto de la sección observaremos que Jesús se dedica principalmente a instruir a sus discípulos. También lleva a cabo otras tareas, pero su cometido prioritario consiste en "enseñar" las características del verdadero discípulo: La oración, el amor, la justicia, el perdón, etc. De alguna manera, en la segunda sección, Jesús deviene "Palabra"; una Palabra que siembra en el corazón de los apóstoles la semilla del Reino.

Hagamos, aun, otra observación. La parábola (15,11-32) está, más o menos, en la parte central de la segunda sección (9,51-19,27). Advirtamos ese detalle: La segunda sección describe las peculiaridades del auténtico discípulo; pero en la zona céntrica, se encuentra la "parábola del hijo pródigo" que explica la naturaleza íntima de Dios: la ternura y la misericordia. Jesús enseña a sus amigos a ser buenos discípulos, pero en el centro de su enseñanza coloca la descripción de las entrañas misericordiosas de Dios.

Nuestra narración parangona la actitud del padre, ternura y misericordia, con la de los hijos, mezquindad y traición. Mostrando la trivialidad de la perspectiva humana nos hace obliga a discernir la profundidad de la mirada de Dios. La misericordia de Dios es infinitamente más poderosa que el pecado y la estrechez de los hombres.

Los discípulos, durante la pasión, abandonaran el camino de Jesús y olvidarán la ruta del amor. Pero a pesar del pecado humano, el Señor, al igual que el padre de la parábola, permancerá atento al retorno de sus hijos; y, sin que ellos lo sepan, velará la senda de su regreso.


2. Elementos del texto.

2.1. La actitud del hijo menor.

a. La decisión de abandonar la casa del Padre.

El derecho israelita sostiene que sólo los hijos varones accederán a la herencia. Entre ellos, el mayor detenta una posición privilegiada y recibe el doble que los demás (Dt 21,17). Sin embargo, en nuestro texto, es el hijo menor quien pide al padre su parte de la heredad.

El menor, el que tenía menos derechos, no se limita a "pedir" sino que "exige", pues se dirige a su padre con el imperativo "dame". No habla con su padre mediante una súplica, lo hace exigiendo una prerrogativa. El padre respeta la libertad del hijo; y, sin replicar nada, reparte los bienes entre los dos hermanos. Después, el hijo menor, reuniendo todo lo suyo, abandona la casa paterna y se encamina a un país lejano.

b. La experiencia de una vida que se destruye.

Lejos de la casa paterna las condiciones devienen adversas. Para explicar el estado del hijo menor la narración se vale de frases muy duras:

* "Se ajustó con uno de los habitantes del país". Aquel hijo que había abusado de su derecho al obligar a su padre a repartir la herencia; ahora tiene que "ajustarse" a las condiciones que le impone un desconocido en tierra extranjera y en tiempo de hambre. ¡La existencia se hace más dura cuando debemos adaptarnos a las leyes del mundo por haber abandonado los preceptos de Dios!

* “... lo mandó a sus campos a guardar cerdos". Guardar cerdos era para la religión judía algo degradante e inaceptable. La legislación prohibía comer su carne y el AT considera al cerdo animal impuro (Dt 14,8). El NT, para destacar la repugnancia judía hacia el cerdo, narra la curación del endemoniado de Gerasa (Lc 15,26-39): Los demonios salidos del enfermo penetran en el cuerpo de los puercos, es decir, en lo más inmundo. La situación del hijo menor es peor que la de los cerdos, pues estos comen algarrobas mientras él ni siquiera puede probarlas, pues nadie se la da.

c. La decisión de rehacer la vida.

Cuando la situación es desesperada; el hijo decide volver a la casa paterna. Pero fijémonos, con atención, en las razones que le impulsan a regresar al hogar.

* La primera motivación, la más profunda y la más real, es el hambre. La razón por la cual piensa volver no es por amor al padre ni para reconstruir la familia. La actitud por la que retorna es "porque no tiene donde caerse muerto", como diríamos en lenguaje coloquial. Se dice a si mismo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras yo aquí estoy muriéndome de hambre".

* Una vez que ha sentido el hambre y el abandono, aparece una segunda reflexión: "He pecado contra el cielo y contra ti". La expresión "pecar contra el cielo" equivale a afirmar: "pecar contra Dios". Durante el siglo I, los judíos no citaban el nombre de Dios, sólo lo pronunciaba con voz temblorosa el Sumo Sacerdote cuando, una vez al año, entraba en el recinto más sagrado del Templo.

Esa segunda reflexión es crucial. El hijo menor percibe que ha pecado. Su situación no es fruto de la casualidad ni de la mala suerte. Él mismo ha desordenado su vida. Precisamente eso es el pecado: romper nuestra propia vida; hacer añicos el proyecto de Dios para con nosotros y destrozar la relación con los hermanos. La cornada del hambre le revela cómo ha malbaratado propia existencia y arruinado el proyecto del padre en favor suyo.

* Consciente de su pecado, no se deja hundir en la desesperación, sino que toma la única decisión lúcida: "Levantándose, volvió a su padre". El pecado ha dejado secuelas en su vida, ya no se sentirá ante su padre como "hijo", se presentará como "jornalero". El hijo menor vuelve pero ya nada será como antes, tan sólo aspira a sobrevivir, a ser un asalariado más. Pero ignora lo más importante: La ternura del padre está muy por encima del pecado y la traición que él ha cometido.


2.2. La actitud del hijo mayor.

Vamos a apreciar las características del mayor contraluz de la forma de vida del hermano menor.

a. “Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa ...

El hijo mayor tenía preferencia en los derechos de herencia. En cambio constató como era el menor quien exigía sus privilegios y se marchaba de casa con la mitad de los bienes. Él siguió trabajando en las tareas del campo, mientras su hermano dilapidaba la fortuna viviendo licenciosamente. Durante largos años sirvió a su padre sin desobedecer una sola orden; pero nunca disfrutó de un cabrito con el que celebrar una fiesta con los amigos. Ahora ve como el hermano menor, que ha devorado la hacienda con prostitutas, es festejado con un ternero cebado.

La historia del hijo menor es la experiencia de una vida truncada por el orgullo y la traición; pero la vida del hijo menor describe la rutina de una existencia triste y cerrada a la bondad del padre.

b. ... él se irritó y no quería entrar”.

Desde la perspectiva externa, el hijo mayor, ha obrado con rectitud. Seguramente debía exigir en los demás la misma rigidez por la que, él mismo, tanto se esforzaba. Popr eso cuando aparece el menor y el padre le acoge con amor intenso, el mayor no puede entenderlo.

El odio hacia el hermano menor es inmenso. Dice al padre: "... ese hijo tuyo "; una frase que denota una gran dosis de rabia, pero que refleja, sobre todo, la ruptura entre los hermanos. El mayor no dice "... ese hermano mío”; esa frase denotaría, aun, una relación fraternal. La locución "... ese hijo tuyo" indica que el mayor quiebra la relación con el menor; éste ya no es su hermano, es solamente hijo de su padre. El hermano mayor siente la ira que le corroe y la manifiesta negándose a entrar en casa.


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