Francesc Ramis Darder
Constituye el primero de dos artículos sobre el Hijo Pródigo.
Dante Alighieri
afirmaba con razón: “Lucas es el evangelista de la ternura de
Dios”. Efectivamente, el Tercer Evangelio es el que con más
delicadeza presenta las entrañas misericordiosas del Padre.
Intentemos deslindar el rostro del Dios de la ternura a partir de la
parábola del hijo pródigo
1. Situación del
episodio en el conjunto del evangelio.
Las palabras de Jesús
son importantes pero también es significativo el lugar que ocupan en
el evangelio. Nuestra parábola se halla en la segunda sección del
evangelio: El viaje de Jesús con sus discípulos desde Galilea hasta
Jerusalén (9,51-19,27).
Si consideramos el
conjunto de la sección observaremos que Jesús se dedica
principalmente a instruir a sus discípulos. También lleva a cabo
otras tareas, pero su cometido prioritario consiste en "enseñar"
las características del verdadero discípulo: La oración, el amor,
la justicia, el perdón, etc. De alguna manera, en la segunda
sección, Jesús deviene "Palabra"; una Palabra que siembra
en el corazón de los apóstoles la semilla del Reino.
Hagamos, aun, otra
observación. La parábola (15,11-32) está, más o menos, en la
parte central de la segunda sección (9,51-19,27). Advirtamos ese
detalle: La segunda sección describe las peculiaridades del
auténtico discípulo; pero en la zona céntrica, se encuentra la
"parábola del hijo pródigo" que explica la naturaleza
íntima de Dios: la ternura y la misericordia. Jesús enseña a sus
amigos a ser buenos discípulos, pero en el centro de su enseñanza
coloca la descripción de las entrañas misericordiosas de Dios.
Nuestra narración
parangona la actitud del padre, ternura y misericordia, con la de los
hijos, mezquindad y traición. Mostrando la trivialidad de la
perspectiva humana nos hace obliga a discernir la profundidad de la
mirada de Dios. La misericordia de Dios es infinitamente más
poderosa que el pecado y la estrechez de los hombres.
Los discípulos,
durante la pasión, abandonaran el camino de Jesús y olvidarán la
ruta del amor. Pero a pesar del pecado humano, el Señor, al igual
que el padre de la parábola, permancerá atento al retorno de sus
hijos; y, sin que ellos lo sepan, velará la senda de su regreso.
2. Elementos del texto.
2.1. La actitud del hijo
menor.
a. La decisión de
abandonar la casa del Padre.
El derecho israelita
sostiene que sólo los hijos varones accederán a la herencia. Entre
ellos, el mayor detenta una posición privilegiada y recibe el doble
que los demás (Dt 21,17). Sin embargo, en nuestro texto, es el hijo
menor quien pide al padre su parte de la heredad.
El menor, el que
tenía menos derechos, no se limita a "pedir" sino que
"exige", pues se dirige a su padre con el imperativo
"dame". No habla con su padre mediante una súplica, lo
hace exigiendo una prerrogativa. El padre respeta la libertad del
hijo; y, sin replicar nada, reparte los bienes entre los dos
hermanos. Después, el hijo menor, reuniendo todo lo suyo, abandona
la casa paterna y se encamina a un país lejano.
b. La experiencia de una
vida que se destruye.
Lejos de la casa
paterna las condiciones devienen adversas. Para explicar el estado
del hijo menor la narración se vale de frases muy duras:
* "Se ajustó
con uno de los habitantes del país". Aquel hijo que había
abusado de su derecho al obligar a su padre a repartir la herencia;
ahora tiene que "ajustarse" a las condiciones que le impone
un desconocido en tierra extranjera y en tiempo de hambre. ¡La
existencia se hace más dura cuando debemos adaptarnos a las leyes
del mundo por haber abandonado los preceptos de Dios!
* “... lo mandó
a sus campos a guardar cerdos". Guardar cerdos era para la
religión judía algo degradante e inaceptable. La legislación
prohibía comer su carne y el AT considera al cerdo animal impuro (Dt
14,8). El NT, para destacar la repugnancia judía hacia el cerdo,
narra la curación del endemoniado de Gerasa (Lc 15,26-39): Los
demonios salidos del enfermo penetran en el cuerpo de los puercos, es
decir, en lo más inmundo. La situación del hijo menor es peor que
la de los cerdos, pues estos comen algarrobas mientras él ni
siquiera puede probarlas, pues nadie se la da.
c. La decisión de
rehacer la vida.
Cuando la situación
es desesperada; el hijo decide volver a la casa paterna. Pero
fijémonos, con atención, en las razones que le impulsan a regresar
al hogar.
* La primera
motivación, la más profunda y la más real, es el hambre. La razón
por la cual piensa volver no es por amor al padre ni para reconstruir
la familia. La actitud por la que retorna es "porque no tiene
donde caerse muerto", como diríamos en lenguaje coloquial. Se
dice a si mismo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras yo aquí estoy muriéndome de hambre".
* Una vez que ha
sentido el hambre y el abandono, aparece una segunda reflexión: "He
pecado contra el cielo y contra ti". La expresión "pecar
contra el cielo" equivale a afirmar: "pecar contra Dios".
Durante el siglo I, los judíos no citaban el nombre de Dios, sólo
lo pronunciaba con voz temblorosa el Sumo Sacerdote cuando, una vez
al año, entraba en el recinto más sagrado del Templo.
Esa segunda reflexión
es crucial. El hijo menor percibe que ha pecado. Su situación no es
fruto de la casualidad ni de la mala suerte. Él mismo ha desordenado
su vida. Precisamente eso es el pecado: romper nuestra propia vida;
hacer añicos el proyecto de Dios para con nosotros y destrozar la
relación con los hermanos. La cornada del hambre le revela cómo ha
malbaratado propia existencia y arruinado el proyecto del padre en
favor suyo.
* Consciente de su
pecado, no se deja hundir en la desesperación, sino que toma la
única decisión lúcida: "Levantándose, volvió a su
padre". El pecado ha dejado secuelas en su vida, ya no se
sentirá ante su padre como "hijo", se presentará como
"jornalero". El hijo menor vuelve pero ya nada será como
antes, tan sólo aspira a sobrevivir, a ser un asalariado más. Pero
ignora lo más importante: La ternura del padre está muy por encima
del pecado y la traición que él ha cometido.
2.2. La actitud del hijo
mayor.
Vamos a apreciar las
características del mayor contraluz de la forma de vida del hermano
menor.
a. “Su hijo mayor
estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa ...
El hijo mayor tenía
preferencia en los derechos de herencia. En cambio constató como era
el menor quien exigía sus privilegios y se marchaba de casa con la
mitad de los bienes. Él siguió trabajando en las tareas del campo,
mientras su hermano dilapidaba la fortuna viviendo licenciosamente.
Durante largos años sirvió a su padre sin desobedecer una sola
orden; pero nunca disfrutó de un cabrito con el que celebrar una
fiesta con los amigos. Ahora ve como el hermano menor, que ha
devorado la hacienda con prostitutas, es festejado con un ternero
cebado.
La historia del hijo
menor es la experiencia de una vida truncada por el orgullo y la
traición; pero la vida del hijo menor describe la rutina de una
existencia triste y cerrada a la bondad del padre.
b. ... él se irritó
y no quería entrar”.
Desde la perspectiva
externa, el hijo mayor, ha obrado con rectitud. Seguramente debía
exigir en los demás la misma rigidez por la que, él mismo, tanto se
esforzaba. Popr eso cuando aparece el menor y el padre le acoge con
amor intenso, el mayor no puede entenderlo.
El odio hacia el
hermano menor es inmenso. Dice al padre: "... ese hijo tuyo
"; una frase que denota una gran dosis de rabia, pero que
refleja, sobre todo, la ruptura entre los hermanos. El mayor no dice
"... ese hermano mío”; esa frase denotaría, aun, una
relación fraternal. La locución "... ese hijo tuyo"
indica que el mayor quiebra la relación con el menor; éste ya no es
su hermano, es solamente hijo de su padre. El hermano mayor siente la
ira que le corroe y la manifiesta negándose a entrar en casa.
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