Francesc Ramis Darder
El libro del Génesis nos cuenta en sus primeras páginas (Gn 1 - 2, 4a) la creación del Cielo y la Tierra. Dios creó el Mundo en seis días, y durante el séptimo día descansó. Las ciencias defienden una posición muy distinta: el mundo se originó a partir de una gran explosión (big-bang) hace unos quince mil millones de años y ha llegado a su situación actual tras un largo período de evolución.
La Biblia nos presenta certezas de fe, pero las muestra envueltas en el lenguaje cultural del tiempo en que se escribieron los libros bíblicos. La narración de la creación nos muestra una certeza de fe: la verdad de que en el origen del Mundo Dios estaba presente. Pero esta verdad revelada se describe utilizando el pensamiento babilónico propio del siglo VI a.C. que explicaba el origen del Mundo en un período de seís días.
Observemos bien este detalle: la verdad revelada consiste en creer que Dios creó el Mundo; es decir, que de alguna manera estuvo presente en el origen de la realidad. La descripción del origen del Mundo en seis días; no es otra cosa, sino una opinión de la cosmología antigua. Nuestra fe debe centrarse en aquellas verdades reveladas, en este caso la naturaleza creadora de Dios; pero no debe darse valor de verdades de fe a lo que son opiniones filosóficas o constataciones científicas.
Las ciencias deben explicarnos el origen y la evolución del Universo. La fe cristiana ha de ayudarnos a descubrir la presencia de Dios en nuestro Mundo, junto al sentido de la evolución que nos describen las ciencias.
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