lunes, 27 de mayo de 2013

EL SEÑOR, DIOS CREADOR

                                                       
                                                                                                       Francesc Ramis Darder



    Las cosmologías antiguas consideraban que el universo existía desde siempre, pero en estado caótico. La creación radicaba en desmezclar la cosas, en “separar” unas de otras y organizarlas. La creación consistía en el “orden” que las divinidades imponían a la realidad  en “desorden”.

    Así. la epopeya mesopotámica de “Atra-Hasis” (XVII aC.) describe la creación como el “orden” que las deidades imponen al “desorden”. Los dioses crean al hombre para que en su lugar y como sirviente haga tareas de las divinidades. Los dioses “ordenan” la realidad y “determinan” que el hombre se convierta en esclavo de sus caprichos.

    La idea bíblica de creación es distinta. El relato de la creación afirma que Dios “crea” el cielo y la tierra (Gen 1,1; 2,4), los monstruos marinos (Gen 1,21), el hombre (Gen 1,27) y todas las cosas (Gen 2,3).

    El verbo hebreo “crear” es especial. Los hombres “hacen” y “fabrican”, sólo Dios “crea”. ¿Por qué la creación narrada en el Génesis es distinta a la de los antiguos mitos? Los dioses “ordenaban” el mundo y especialmente al hombre para esclavizarlo. El Señor también “ordena” el mundo y especialmente al hombre; pero no para aprovecharse de él sino para inserir en su corazón el “proyecto” divino. El proyecto de Dios consiste en recordar al ser humano su derecho a ser feliz, reafirmarle en la certeza de que Dios es Amor, y anunciarle que sólo el amor llena la vida de sentido.

    El autor del relato de la creación (Gen 1,1-2,3) no escribió un libro de cosmología; sino que utilizando la ciencia de su tiempo describió el universo desde la perspectiva creyente. No pretendía dilucidar si Dios creó el mundo de materia existente o lo hizo de la nada; ese interés llegará más tarde (2Mac 7,28). El autor afirmó que en el fondo de todo, y principalmente del corazón humano, late el proyecto de Dios, y que eso sitúa al mundo y al hombre en una posición nueva: los hombres no son esclavos de Dios, sino los amigos con quienes el Señor comparte su vida. El hombre y el mundo están sostenidos por las buenas manos de Dios y no aplastados por la fuerza de sus puños.

    Afirmar que Dios crea significa creer que estamos en sus buenas manos: “en El vivimos, nos movemos y existimos” (Ac 17,28). Entraña saber que en lo más íntimo de toda persona palpita el proyecto de Dios: “les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne para que sigan mis leyes” (Ez 11,19). E implica conservar y cuidar la naturaleza porque es un espejo del designio de Dios (Lv 25,1-7).

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