Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
La narración de Zaqueo nos hacía
descubrir la misericordia de Dios convertida en perdón. El episodio de los diez
leprosos nos hará conocer la misericordia de Dios convertida en curación. Casi
nos atreveríamos a afirmar que los dos fragmentos son las dos caras de una
misma moneda: El perdón siempre implica la curación, y la curación no es otra
cosa que la experiencia de sentirse perdonado.
1. Localización del episodio en
el conjunto del Evangelio.
La curación de los diez leprosos (17,
11-19), aparece en la segunda sección del evangelio (9, 51 - 19, 28).
Recordemos que este gran bloque nos cuenta los avatares del viaje de Jesús y
sus discípulos desde Cafarnaum a Jerusalén.
Durante el viaje, Jesús se preocupa muy
especialmente de instruir a sus discípulos acerca de las verdades del Reino de
Dios. Si comparamos esta sección con la primera (4, 14 - 9, 50), apreciaremos
una notable diferencia. Durante su ministerio en Galilea Jesús realiza muchos milagros
y desarrolla diversas acciones; en cambio, la predicación ocupa mucho menos
espacio. A lo largo de su recorrido hacia Jerusalén se invierten los términos;
la predicación y la enseñanza pasan a un primer plano, mientras que la
descripción de los milagros ocupa una posición más secundaria, y que tiende
-generalmente- a ilustrar algún aspecto de la predicación.
En el camino hacia Jerusalén, como
decíamos en la introducción, Jesús
deviene "Palabra". Una Palabra que prepara a los discípulos para vivir
con fidelidad el tiempo de la Iglesia. La curación de los diez leprosos es, sin
duda, una acción de Jesús; pero se halla enmarcada en el ámbito de la enseñanza
del Señor. Dicho de otra manera: En esta narración, Jesús no muestra a sus
discípulos la "técnica" de realizar un milagro, Jesús les comunica
una enseñanza. Les transmite el conocimiento de que la misericordia, para ser
realmente vivida, debe hacerse curación y solidaridad para con los que sufren.
Las narraciones de los milagros de Jesús
suelen tener cinco apartados: Alguna persona se encuentra enferma, acude a
Jesús y le pide que le cure, el Señor le pregunta si tiene fe, el enfermo
afirma su confianza en él y finalmente Jesús realiza algún gesto con el que le
devuelve la salud. La curación de los leprosos no sigue con precisión este
esquema. Más bien se centra en el dialogo entre Jesús y los enfermos y concretamente con el leproso
curado. Este detalle estilístico nos confirma el sentido de la narración: El
Señor nos enseña que la misericordia ha de convertirse en curación, y no
insiste en la pericia de realizar milagros espectaculares.
El contexto próximo de cada fragmento del
evangelio ayuda mucho a comprender el sentido de lo que estamos leyendo. La
curación de los diez leprosos ocupa, prácticamente, el centro del capítulo 17.
Justo antes de nuestro episodio podemos leer una enseñanza de Jesús centrada en
tres puntos: La corrección fraterna y el perdón a los hermanos (3-4); el poder
de la fe (5-6); y la importancia del servicio humilde (7-10). Inmediatamente
después de nuestra narración aparece en fragmento describiendo dos elementos
importantes: el primero es la llegada silenciosa del Reino de Dios (20-21) y,
el segundo nos presenta a Jesús como el Hijo del Hombre (22-25).
¡ Que gran parecido presentan estas dos
pequeñas secciones !. La primera nos explica las grandes actitudes cristiana:
El perdón, la fe y la humildad. La segunda nos presenta a Jesús que, como Hijo
del Hombre, encarna en su vida esas grandes actitudes. El milagro de la
curación ocupa el centro del texto (11-19), otorgándonos de ese modo una
preciosa enseñanza: La vida cristiana (3-10) es imagen de la vivencia de Jesús
(20-25); y para ser auténtica, debe ser misericordia que se convierte en
solidaridad y curación (11-19).
2. Lectura del texto ( Lc 17, 11
- 19 ).
Yendo camino de Jerusalén, atravesó Jesús
por entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron hacia
él diez leprosos que se pararon a lo lejos y le dijeron a gritos:
- ¡
Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros !.
Al verlos les dijo:
- Id a presentaros a los sacerdotes.
Mientras iban de camino quedaron limpios.
Uno de ellos, notando que estaba curado, se volvió alabando a Dios a voces, y
se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole las gracias; era un samaritano.
Jesús le preguntó:
- ¿ No han quedado limpios los diez ? Los
otros nueve, ¿dónde están ? ¿ No ha habido quien vuelva para agradecérselo a
Dios excepto este extranjero ?
Y le dijo:
- Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
3. Elementos del texto.
a. El camino entre Samaría y
Galilea: " ... atravesó Jesús por entre Samaría y Galilea ... ".
En el mapa de Palestina del tiempo de Jesús
se superponían tres provincias. Al norte estaba Galilea; la región central
aparecía ocupada por Samaría y en el sur
se situaba Judea con la capital del país, Jerusalén.
Jesús, juntamente con sus discípulos, ha
emprendido un viaje hacia la Ciudad Santa. La ruta más lógica y más rápida para
desplazarse, implicaba atravesar la provincia central de Samaría. Pero en
aquellos tiempos aquella región no podía cruzarse con seguridad. Entre
los judíos (habitantes de Judea) y los samaritanos (pobladores de Samaría)
existía una enorme rivalidad que provocaba continuos conflictos. ¿ De dónde
provenía esa rivalidad ?
Ambos grupos profesaban religiones
distintas: En Galilea y Judea se practicaba el judaísmo, mientras que en
Samaría se seguían distintos cultos provenientes de antiguas religiones
orientales. En la capital de Samaría existía un pequeño grupo fiel al
judaísmo -los samaritanos-, pero de
tradiciones y concepciones religiosas muy cerradas, y distintas a las de los judíos que habitaban Judea. La diferencia en la forma religiosa procedía
de una distinción racial. En el año (722 a.C.) los asirios conquistaron Samaría
y se llevaron a la población deportada a remotas regiones de su imperio. Con la
finalidad de no dejar aquella región despoblada, desplazaron a Samaría otras
poblaciones que habitaban antes el territorio asirio.
Además de diferencias religiosas y raciales
se daban también contrastes económicos. Samaría era una zona más rica y con más
proyección comercial que Judea: Carecía de desiertos y gozaba del rico caudal
del río Jordán; además de estar estratégicamente situada en la red de
comunicaciones. Las diferencias económicas, raciales y religiosas entre estas
dos regiones habían dado lugar, en tiempos antiguos, a constantes guerras y
conflictos bélicos.
La animadversión que sentían recíprocamente
judíos y samaritanos daba lugar a que Samaría no pudiera ser transitada con
seguridad. Por eso al desear ir hacia Jerusalén, Jesús se vio en la necesidad
de seguir una ruta bastante más larga: Bordear la frontera entre Galilea y
Samaría, recorrer todo el valle del Jordán y, cruzando Jericó penetrar en
Jerusalén. Un itinerario mucho más largo y accidentado que la simple línea
recta entre Galilea y Judea.
b. Diez leprosos: " ...
vinieron hacia él diez leprosos ... ".
La lepra es para nosotros una enfermedad
provocada por un microbio, el bacilo de Hansen; que lentamente y va destruyendo el cuerpo. Hoy por hoy, y
mediante un buen tratamiento médico, la lepra puede curarse; pero no sucedía lo
mismo en el mundo antiguo. Para los hombres del siglo I y, especialmente para
los hebreos, la lepra era algo más que una simple enfermedad física: representaba una maldición
de Dios sobre el individuo que la padecía.
La lepra y sus consecuencias aparecen comentadas en el libro del
Levítico y en otros escritos del Antiguo Testamento. Enumeremos, brevemente, lo
que significaba la lepra para la mentalidad de los hombres de la época de
Cristo:
- La lepra es, en primer lugar, una
enfermedad.
Habitualmente se daba el nombre
de "lepra" a todas aquellas enfermedades que representaban un cambio
en el aspecto de la piel del individuo. El libro del Levítico (Lv 13) nos
describe con detalle sus diversas manifestaciones. Un síntoma común a cualquier
tipo de lepra era la aparición de manchas en la piel. También podían padecer
lepra las casas (Lv 14, 33-53) o los vestidos (Lv 13, 47-59). Los textos se
refieren al moho que aparece en las viviendas o a la podredumbre que se produce
en la ropa vieja.
Como
vemos el concepto de "lepra" utilizado en la época de Cristo
englobaba enfermedades de distinta índole. Por una parte podía ser la misma
enfermedad de la lepra en sí misma, tal como hoy la conocemos. Por otra parte
consideraban también como lepra cualquier enfermedad que suscitara cambios en
la piel; o cualquier lesión en forma de moho que apareciera en casas y
vestidos.
- La lepra era una enfermedad con horribles
consecuencias para quien la padecía.
La lepra es una enfermedad muy contagiosa.
La medicina judía, de aquellos tiempos, no era preferentemente curativa sino
preventiva. Tal vez, los judíos hacían suyo este aforismo: "La mejor
manera de curarse de una enfermedad es no contraerla". Por tanto cuando
alguien se contagiaba de la lepra era expulsado enseguida de la ciudad (Lv 13,
45 ss; Jb 2, 7 s). Vivía con otros leprosos -lo que propiciaba el contagio real
de la lepra para todos aquellos que padecían una enfermedad distinta. Se le
expulsaba de la práctica del culto, la familia prescindía de él completamente,
y quedaba excluido de cualquier ámbito
de relación con los demás.
Notemos que los leprosos de nuestra
narración permanecen distanciados de Jesús " ... se pararon a lo lejos y
le dijeron a gritos ... ". Estos hombres observan las prescripciones
legales y se mantienen alejados del contacto con la gente sana.
- La lepra era una enfermedad con fuentes
connotaciones religiosas.
La dureza y la crueldad con que la lepra
se cebaba en las personas, llevó a que fuera considerada como un castigo
divino. María -la hermana de Moisés-
critica el comportamiento de su hermano; y, como castigo a sus palabras,
contrae la lepra. Más tarde, Moisés implora a Dios el perdón para su hermana y
la enfermedad desaparece de su cuerpo (Nm 12, 9 - 16). Considerar la lepra como
un castigo de Dios suponía para los leprosos una doble y dramática consecuencia:
* Pensaban que era Dios quien les había
castigo con aquella enfermedad, debido a algún pecado que ellos -o sus
antepasados- habían cometido.
* Al padecer la lepra estaban excluidos de
toda relación con los demás judíos. No podían acercarse al Templo para pedir
perdón al Señor, ni entrar en una sinagoga para rezar con sus hermanos.
La
vida de un leproso estaba encerrada en un círculo vicioso muy cruel: Por una
parte se sentía castigado por Dios por alguna falta cometida y, a causa de
estar excluido de la relación con Dios no podía acudir al Templo para implorar
el perdón del Señor. Su vida era un sufrimiento sin salida y sin cambio
posible.
A causa de la connotación religiosa de la
lepra, el sacerdote era el encargado de determinar cuando un leproso estaba
curado. En el momento en que un enfermo se daba cuenta que las manchas de su
piel habían desaparecido, se presentaba ante el sacerdote para que este
confirmara la desaparición de la enfermedad. Observemos, en nuestro texto, que
Jesús manda a los leprosos al sacerdote.
- La única esperanza de curación que podía
abrigar un leproso era la pronta llegada del Mesías.
La lepra era mucho más que una enfermedad física. Su causa profunda
radicaba en el castigo divino, un sufrimiento del que sólo el mismo Dios podía
liberar. Los leprosos esperaban la
llegada del Mesías y confiaban en que él acabaría con la cruel dolencia. La
gente pensaba que el tiempo de la llegada del Mesías se caracterizaría por la
desaparición de la lepra. Recordemos, en este sentido, las palabras de Jesús a
los discípulos de Juan el Bautista: " ... los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos quedan limpios ... " (7, 22).
C. Relación de los leprosos con
Jesús.
Los leprosos se sitúan lejos de Jesús y le
piden a gritos su ayuda. Jesús aparece ante ellos como un "maestro"
al que le piden "compasión": " ¡ Jesús, Maestro, ten compasión
de nosotros ! " (8, 24). Describamos, sucintamente, el significado de cada
una de las dos palabras con que los leprosos se dirigen a Jesús:
- Maestro.
La palabra "maestro" presenta una
significación especial en el tercer evangelio. Es un término propio del
Evangelio de Lucas. La utiliza Pedro, en el relato de la pesca milagrosa,
cuando ha de dirigirse a Jesús: " Maestro lo hemos intentado durante toda
la noche y no hemos cogido nada; pero,
ya que tu lo dices, lanzaré de nuevo las
redes " (5, 5).
La palabra significa literalmente
"líder" o "maestro", en el sentido de aquel que sabe muchas
cosas y se halla por encima de los demás; aquel que ha demostrado un gran
capacidad en la vida y puede estar por delante de los otros conduciéndolos.
Jesús para mucha gente de Palestina tendría este semblante: un modelo de
comportamiento moral, alguien que había reunido un buen grupo de discípulos,
presentaba un mensaje interesante y tenía cierta fama de milagrero. En
definitiva un buen "líder" que presenta un mensaje novedoso. Durante los años del siglo I Palestina estaba
llena de personajes que se presentaban como "líderes", capaces de
hacer prodigios y realizar curaciones. Los leprosos ven en Jesús la imagen de
alguno de estos líderes; tal vez, capaz de arrancarles la lepra y devolverles a
la vida normal de cualquier judío de su tiempo.
- Compasión.
Las voces "misericordia" y
"compasión" tienen un significado muy semejante, pero no son del todo
idénticas. Recordemos el significado del término "misericordia":
" la capacidad de entregar algo de mí mismo a la pobreza del corazón de mi
hermano ". La palabra "compasión", se compone de la suma de dos
palabras "con" y "pasión" y significa: "sufrir con
otro", " tener como mía la pasión, el sufrimiento, de mi hermano
".
La diferencia entre estas dos palabras tan
semejantes es difícil de precisar; pero una y otra, denotan matices distintos.
La palabra "compasión" designa, más bien, el hecho de conmoverse o de
enternecerse ante el sufrimiento ajeno. El término "compasión" se
mueve, de manera preferente, en el ámbito de los sentimientos. La palabra
"misericordia" además de contener el sentimiento de
"conmoverse" ante la desgracia ajena, implica una acción que permita
la humanización de la persona que sufre.
El vocablo "misericordia" añade un matiz a la "compasión";
no se limita a conmoverse profundamente; sino que proyecta una acción decidida en
favor del hermano que sufre.
Los leprosos piden a Jesús compasión. Piden
a Jesús que se conmueva, que tenga un sentimiento de pena ante su padecimiento.
Tal vez, aquel maestro que pasaba -si se conmovía ante los leprosos- les echara
unas monedas o les lanzara algo de comida con la que poder subsistir algún
tiempo más. No esperan de él una acción, la misericordia, que pudiera cambiar
sus vidas para siempre. Los leprosos
tienen una visión muy lejana de Jesús. Le contemplan como a un lider más entre tantos
como había en Palestina. No esperan que transforme sus vidas, tan sólo alguna
limosna con que sobrevivir.
Muchas veces, en nuestra vida cristiana,
tenemos una percepción lejana de Jesús. Le admiramos como a un gran maestro o
un lider extraordinario. En ocasiones
comprendemos el Evangelio tan sólo como una excelente doctrina moral.
Pero, casi siempre, nos quedamos lejos de ver a Jesús de cerca; de contemplarlo
como el único Señor capaz de trasformar de raíz
el corazón de nuestra existencia.
d. Reacción de Jesús para con los
leprosos.
Jesús les manda a los sacerdotes " Id
a presentaros a los sacerdotes ". Como decíamos antes la lepra no era
únicamente una enfermedad física, implicaba también una concepción religiosa.
Un leproso pensaba para sí mismo, que su enfermedad era el castigo por algún
pecado cometido; tal vez una falta realizada inadvertidamente.
El sacerdote era el que decidía si la
enfermedad había desaparecido o si aun permanecía. Examinaba la piel del
enfermo y observaba si se producía en ella alguna de las manifestaciones
descritas en el libro del Levítico, como eran las manchas oscuras. Alguna vez
la lepra era sólo aparente, y en realidad se debía a ciertas enfermedades
cutáneas, distintas de la lepra conocida
por nosotros hoy. El sacerdote al testificar la curación del enfermo, lo
readmitía al culto del Templo. El enfermo ya restablecido se incorporaba
plenamente a la vida cotidiana del resto de los judíos.
Los leprosos obedecen la orden de Jesús y
se dirigen donde los sacerdotes. Pero " mientras iban de camino quedaron
limpios ". Obedeciendo el consejo
de Jesús y dirigiéndose a los sacerdotes
la lepra ha desaparecido de sus carnes.
Observemos que el texto no nos describe con
precisión las características del milagro.
Recordemos que estamos en la sección central del Evangelio. Durante esta
etapa Jesús va dando enseñanzas a sus discípulos. El texto no nos cuenta
principalmente hechos de Jesús, sino que tiende a comentarnos enseñanzas de Jesús.
Nuestro fragmento no nos explica como se hace un milagro, pretende enseñarnos
que es un milagro y, sobretodo, quien es este Jesús capaz de realizar acciones
que curan.
f. Reacción de los leprosos.
Los diez leprosos, por el camino, se dan
cuenta de que han sido "purificados" de su dolencia. Obedecer la
indicación de Jesús les ha purificado. En aquellos diez hombres tiene lugar una
doble reacción. Notemos que de los diez leprosos, nueve siguen su camino hacia
el encuentro con los sacerdotes. Sólamente uno de ellos regresa donde Jesús
para darle las gracias. Analicemos cada una de estas dos actitudes y su
reacción ante el prodigio obrado por Jesús.
- El grupo de los nueve leprosos.
Nueve de los diez leprosos se dirigen hacia
Jerusalén para presentarse ante el sacerdote, a fin de que sea constatada su
purificación y se reincorporen a la vida judía con normalidad. Se han dado
cuenta de que han sido "purificados". Es decir, han descubierto un
mínimo en su vida, la posibilidad de volver a la situación en que se
encontraban antes de contraer la lepra.
Fijémonos la utilización en el texto de la
palabra "purificar" o "quedar limpio" para referirse a la
curación de estos hombres. La purificación, el quedar limpio, supone un cambio
externo en la persona; en este caso concreto la desaparición de las manchas
oscuras en la piel. No implica un cambio sustancial y profundo en la vida de
nadie.
Estos hombres han percibido que las manchas
de su piel han desaparecido. Ya pueden incorporarse de nuevo a su vida
cotidiana de antes. Esta curación no implica ninguna novedad radical en su vida
anterior, simplemente les permite incorporarse a la vida normal del judaísmo.
No debemos pensar que este cambio en los enfermos sea algo de poca monta, es
algo muy importante en sus vidas; pero para la "Buena Nueva" del
Evangelio no es un cambio suficiente.
Los nueve leprosos "purificados"
han visto en Jesús a un gran lider y a un buen maestro, con dotes de mando y
conocimientos médicos. Pero no han descubierto en él al Señor, al único capaz
de transformar radicalmente su existencia.
- El leproso que vuelve a dar las
gracias a Jesús.
" Uno de ellos notando que estaba
curado, se volvió alabando a Dios ... ". Apreciemos las diferencias de
vocabulario propuestas por la narración. Cuando se refiere al grupo de nueve leprosos afirma que han
sido "purificados"; sin embargo cuando describe al leproso que
regresa sostiene que ha sido "curado".
Ambos verbos son de significación
semejante, pero presentan matices muy diversos. La acción de
"purificar" indica un cambio externo, como puede ser el producido por
la limpieza exterior. La voz "curar" denota una acción más profunda.
La purificación afecta solo a lo periférico; la curación trasformando en
profundidad el interior, provoca un cambio en el aspecto externo de quien ha
sido curado.
El AT nos comenta que la capacidad de
"purificar" era atributo de los hombres, concretamente era la misión
de los sacerdotes (Lv 14). En cambio la acción de "curar" era una
actividad propia de Dios. Para el AT, Yahvé es el único capaz de curar
verdaderamente " Si escuchas la voz de Yahvé, tu Dios ... no traeré sobre
ti ninguna de las plagas que envié a los egipcios; porque yo soy Yahvé, el que
te cura" (Ex 15, 26). Los hebreos admitían una relación muy próxima entre
la enfermedad y el pecado. La curación se convierte así en un símbolo del
perdón de Dios, de su misericordia y de su cercanía a la realidad humana (Is 6,
10; Sal 30, 3; 41, 5; 103, 3).
Este hombre no se ha limitado a contemplar
a Jesús como a un lider o un maestro capaz de "purificar" de la lepra
externa. Ha descubierto en Jesús al "Señor" que "cura";
aquel capaz de transformar la vida radicalmente desde dentro.
g. Reacción del leproso curado.
El leproso que percibe su curación vuelve
de nuevo hacia Jesús. El texto nos describe concisamente la reacción de este
hombre, analicémosla:
- " ... se volvió alabando
a Dios a voces ...".
Este hombre no aprecia en la acción de
Jesús el prodigio fantástico de un lider carismático. Contempla en la acción de
Jesús la obra de Dios sobre su propia vida. En el AT, Dios era el que curaba;
Jesús es la presencia de Dios entre los hombres, por eso él hace lo mismo que
hacía Yahvé en el AT: "curar".
A los leprosos no les quedaba otra esperanza sino creer que la llegada
del Mesías, al final de los tiempos, acabaría con esta enfermedad. Jesús hace
desaparecer la lepra, con él ha llegado a Israel el Mesías anhelado.
- " ... se echó por tierra a
los pies de Jesús ... ".
Echarse por tierra, prosternarse, es la
actitud de los creyentes del AT ante la divinidad. Los profetas y los reyes se
inclinan ante la magnificencia divina, adorando
la presencia de Dios. El leproso descubre ante Jesús la manifestación de
Dios, por eso se postra en sentido de adoración.
- " ... dándole gracias
".
Dar las gracias a alguien es reconocerle
todo el bien que nos ha hecho. Recordemos el salmo " ¿ Cómo podré dar
gracias al Señor por todo el bien que me ha hecho ? " (Sal 18). El leproso
agradece la "curación" que Dios ha obrado en su vida por medio de
Jesús. El cambio profundo del leproso no es la desaparición de la lepra. El
cambio profundo radica en haber encontrado en Jesús al único Señor.
h. Características del leproso
curado.
El Evangelio nos dice: " era un
samaritano ". Tal vez, este hombre, por su procedencia no conociera bien
el judaísmo. Por el hecho de ser samaritano era el que menos posibilidades
tenía de poder captar en profundidad la esencia personal de Jesús. En cambio,
sólo él lo descubre como el salvador que ha trasformado su existencia.
Respecto de los otros nueve, el texto no
nos dice que fueran samaritanos; pero afirma que sólo el curado era extranjero.
Podemos concluir que los otros nueve serían galileos y por tanto de religión
judía. Conocerían mejor el judaísmo y habrían oído decir que la desaparición de
la lepra significaría la llegada del Mesías. Pero no son capaces de descubrir
en Jesús de Nazaret a nadie más que a un hábil curandero de Galilea.
i. Respuesta de Jesús.
Jesús presenta una doble respuesta: Una
dirigida hacia los nueve leprosos que no ha vuelto y otra referida al enfermo
que ha regresado.
* Jesús se admira de que haya
sido un extranjero samaritano el que ha regresado. El que menos posibilidades
tenía de reconocer a Jesús como su Señor es el único que lo ha descubierto.
* Jesús le dice al leproso que le
ha dado las gracias: "Levántate,
vete; tu fe te ha salvado ". Esta frase aparece muchas veces al
final de los milagros de Jesús. Recordemos, por ejemplo, el milagro de la mujer
hemorroísa; después de curarla Jesús le dice: " Hija, tu fe te ha salvado;
vete en paz " (8, 48).
Démonos cuenta que Jesús no dice al
leproso: tu fe te ha "purificado"; ni siquiera, tu fe te ha
"curado". Jesús dice mucho más: tu fe te ha "salvado". La fe indica
-en una primera aproximación- la confianza que se pone en Dios. La fe
implica plantearse la vida desde la certeza de que estamos en las manos buenas
de Dios. Eso es la fe, la confianza y la certeza de que Jesús sostiene nuestra
vida y, a partir de esa convicción, nuestra vida deviene misericordia para con
el prójimo. La salvación no es una
simple curación material. Es la liberación de algún peligro que amenaza la
radicalidad de nuestra vida. El pecado es lo que amenaza a la totalidad del
hombre. La salvación de Jesús nos libera del pecado, de aquello que nos impide
descubrir y creer en la certeza del Reino de Dios.
4. Síntesis final.
El milagro de los diez leprosos nos ha
presentado la misericordia de Jesús convertida en curación. Esta narración es
muy adecuada para explicarnos tres
cosas: La naturaleza de los milagros, el verdadero discipulado cristiano y, la
naturaleza de la fe.
El verdadero milagro no consiste en la
desaparición de la lepra. Para nueve leprosos ha habido una simple purificación
de la lepra, pero sólamente para uno de ellos se ha producido un milagro. Este
leproso mediante el hecho de la desaparición de la lepra, ha descubierto el
"signo" de la presencia del Dios liberador: Este es el verdadero
milagro.
El núcleo de la vida cristiana estriba en
el encuentro personal con Jesús. Durante la pasión, Pilato preguntó a Jesús:
" ¿ Qué es la verdad ? " (Ju 18, 38). Jesús no responde a esta
pregunta porque la verdad cristiana no es un "qué", es un
"quién". Jesús es "quién" es el "camino, la verdad y
la vida" (cf. Ju 14, 6).
A veces los cristianos consideramos a Jesús
como a un buen maestro o un excelente líder y le admiramos por su doctrina. El
cristiano no es el seguidor de ninguna doctrina, ni de ningún libro ni de
ningún "que". Los cristianos seguimos a "alguien" vivo
entre nosotros. Si nos falta el encuentro personal con Jesús, habremos conocido
una excelente moral, pero nos faltará lo más esencial: La amistad íntima con el
Dios que nos ama.
La fe es la capacidad de contemplar nuestra
vida y el devenir del mundo con los ojos de Dios. Para un creyente cualquier
cosa que le sucede en la vida es un milagro, un signo de la presencia cercana
de Dios. Acostumbrémonos a ver nuestra vida desde la mirada tierna de Dios y
desde la certeza de estar en sus manos. Entre los cristianos, esta ha de ser la
única visión de la vida: La lectura creyente de la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario