jueves, 7 de marzo de 2013

EL SEÑOR, DIOS QUE ACOMPAÑA

                                                                               Francesc Ramis Darder


Israel sabía que el Señor le liberó de la esclavitud de Egipto y se preguntaba: ¿por qué Dios nos ha liberado? El pueblo respondía: “porque conocía nuestro sufrimiento” (Ex 3,7); y preguntaba: ¿Cómo conocía Dios nuestro dolor? Dios conoce nuestro padecer porque nos acompaña. El Señor libera; y porque libera,  acompaña.

    Las historias patriarcales manifiestan la certeza de que Yahvé acompaña a su pueblo. Yahvé pone en camino a Abrahán, pero no le deja sólo. Le cubre de bienes (Gen 13), pacta con él (Gen 17), escucha su plegaria (Gen 18), le concede descendencia (Gen 21). La historia de José describe la cercanía de Dios: el texto dice con frecuencia “Dios estaba con él” (Gen 39,3).

    Los patriarcas no son siempre modelos de santidad. Abrahán entrega a su esposa al faraón para enriquecerse a costa de ella (Gen 12,10-20). Jacob usurpa la primogenitura a su hermano Esaú (Gen 27), y roba los rebaños a su tío Labán (Gen 30,32-43). Abrahán y Jacob con su conducta se alejan de Dios, pero el Señor permanece fiel.

    Isaías pone en labios de Dios una frase enigmática: “Yo formo la luz y creo la tiniebla” (Is 45,7). Cuando obramos el bien caminamos hacia la luz, hacia Dios. Cuando perpetramos el mal nos dirigimos a la tiniebla. En la oscuridad también está Dios a nuestro lado; no para incitarnos a urdir la maldad sino para recogernos en el momento en que decidamos engendrar el bien.

    Las historias patriarcales revelan el triunfo del más pequeño. Esaú era el hermano mayor y Jacob el menor, pero Dios se inclina por el menor. Había dos hermanas Lía y Raquel, la escogida es la menor, Raquel. Dios acompaña a todos pero tiene privilegiados: los pequeños, los pobres, los débiles. Dios elige a los sencillos para realizar su proyecto: “lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar a lo fuerte” (1Cor 1,27).

    La amistad con Dios es gratificante y exigente. Los profetas afirman que la amistad con Dios no implica que Yahvé tolere la injusticia cometida por Israel. Dice Amós: “Escuchad quienes oprimís a los débiles y maltratáis a los pobres...vendrán días en que os izen con ganchos y os arrojen al estiércol” (Am 4,1-3).

    Dios está a siempre a nuestro lado. La constancia de la plegaria refleja la certeza de sabernos acompañados por Dios; y nuestra proximidad a los pobres manifiesta el deseo de encontrarnos con el Señor, el Dios bueno que siempre nos acompaña.

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