Francesc Ramis Darder
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En el principio.
La palabra “ecología”
brota de la adición de dos términos griegos. El primero, “eco”, rememora la calidez
de una “casa familiar”; desde la perspectiva metafórica alude a la “casa
común”, es decir, la tierra, el ámbito donde conviven el hombre y los demás
seres vivos. El segundo, “logia”, alude a la explicación de cómo es y cómo se
desenvuelve la casa común, la tierra, donde cohabita el ser humano con el resto
de vivientes. Así, la “ecología” constituye la descripción de la relación que
mantienen los seres vivos entre sí y con la tierra que les cobija.
La Escritura abre sus páginas con palabras
solemnes: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1,1). La palabra
hebrea traducida por el término “crear” adquiere un significado profundo. Entre
otras cuestiones, expresa la buena relación que Dios establece con “el cielo y
la tierra”. Certifica la buena relación que Dios anuda con la “casa común del
hombre y los seres vivos” para que el ser humano pueda habitar en una sociedad feliz.
Dios crea el cielo y la tierra con intención de forjar un mundo ecológico, es
decir, hermando en la fraternidad.
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