lunes, 30 de enero de 2017

¿QUIÉN ES SARGÓN DE AKKAD?


                             Francesc Ramis Darder
                             bibliayoriente.blogspot.com



Sargón de Akkad (2335-2279 a.C.).


    El futuro rey Sargón comenzó siendo un funcionario importante, “copero mayor”, de la corte de Ur-Zababa, rey de Kish; la ciudad de Kish constituía, en tiempos antiguos, el límite entre el centro, de población acadia, y el sur, sumerio. Valiéndose de intrigas palaciegas, el “copero mayor” destronó a Ur-Zababa y se proclamó “Rey de Kish”. Con intención de subrayar la autoridad de la nueva realeza se hizo llamar “Sargón”, apelativo que significa “el rey auténtico”, e hizo construir una nueva capital que llamó “Akkad”, situada probablemente al sureste de Kish, ciudad que también remozó en profundidad; desde entonces, también fue conocido como “Rey de Akkad”. Atento al predominio acadio que existía en Sumer, decidió tomar posesión de las ciudades sumerias. Derrotó a Lugalzagesi y sometió a los soberanos de otras ciudades; si un monarca le juraba sumisión, le permitía administrar la urbe bajo supervisión acadia, en caso contrario designaba un gobernador acadio. La antigua realeza sumeria, arraigada en cada ciudad y caracterizada por el tomo administrativo y sacerdotal del monarca, sucumbió ante la irrupción de la monarquía acadia, de cariz conquistador, heroico y guerrero; pues las tropas sumerias, reclutadas entre campesinos, cayeron bajo el ejército profesional de Sargón. No obstante, los reyes sumerios leales a Sargón mantuvieron la corona, pero sometidos a la autoridad del soberano acadio; así el abolengo de Sumer quedó subsumido por el poder de Akkad para conformar el “País de Sumer y Akkad” regido por Sargón desde la nueva capital, Akkad. Mientras los antiguos gobernantes sumerios asentaban su poder sobre la administración de las actividades agropecuarias y el culto en los templos, la monarquía acadia forjaba su solvencia sobre productos de prestigio, principalmente oro y plata, rapiñado a otros pueblos o exigidos por tributo para costear un ejército fuerte y mantener la gestión hidráulica sobre la región. Por eso, aunque el rey acadio erigiera templos y emprendiera obras hidráulicas, como hacían los monarcas sumerios, las inscripciones reseñan, sobre todo, las batallas en que “el rey auténtico” abatía cualquier rival.

    Como toda monarquía antigua, Sargón entendió que su realeza gozaba del beneplácito divino. Desde esta percepción y ahondando en el proceso de “aculturación mutua”, procuró que su corona estuviera ratificada por las deidades sumerias; por eso se proclamó “Ungido de An”, dios sumerio del firmamento, y “Siervo de Enlil”, divinidad sumeria del aire, metáfora de la vida. También se procuró exigió el reconocimiento de los sacerdotes de Nippur, sede del Ekur, morada de Enlil, requisito necesario para empuñar el cetro de Sumer. Nombró a su hija, Enheduanna, gran sacerdotisa del dios lunar, Nanna-Sin, en la ciudad de Ur. La sacerdotisa escribió himnos en sumerio para encomiar la reconstrucción de santuarios urbanos; vinculó su vida al destino de la ciudad, pues, como señala la leyenda, cuando Ur fue atacada, quedó muda, pero al retirarse el enemigo, recuperó el habla.

   Cuando Sargón asumió el trono, entendió que Akkad y las regiones sometidas constituían el centro del mundo, y encuadró al resto de la humanidad en la categoría de “extraños” que, ajenos a su autoridad y aún por civilizar, podían ser conquistados; por esa razón, Sargón no se conformó con ser “Rey de Sumer y Akkad”. Adoptando la ideología del “dominio universal”, persiguió el control del mundo entero que, desde su perspectiva, abrazaba Mesopotamia y las regiones con las que comerciaba. Así se proclamó “Rey de las Cuatro Regiones del Mundo”; es decir, “desde el Mar Superior (Mar Mediterráneo) hasta el Mar Inferior (Golfo Pérsico), y desde la Montaña de los Cedros (Montes Amano), hasta la Montaña de la Plata (Cordillera del Taurus).

    Conviene precisar que Sargón no llegó a conquistar todas estas tierras, pues las dificultades logísticas y administrativas impedían tal proeza. Detentó el dominio de Sumer y Akkad, pero respecto a las otras regiones ejerció un dominio más bien simbólico, expresado mediante la erección de “estelas” que subrayaban su autoridad, o con el rito de “lavar las armas en el mar”, señal de que sus emisarios o comerciantes habían alcanzado la costa; otras veces recibía el homenaje de ciudades importantes como Assur, Nínive y Mari, mientras que en otras zonas, como la región de Susa en Elam, al este, o Subartu, al norte, estableció una exigua presencia militar o envió gobernadores; a través de las Montañas de la Plata parece que puso el pie en Anatolia. La capital, Akkad, recibía y distribuía las riquezas que, procedentes de tributos, rapiña, e intercambios comerciales, llegaban de distintas regiones; en vida de Sargón las riquezas procedían incluso de Dilmun y Barhein, los actuales Barehin y Omán, o de Meluja, situada en el valle del Indo.

    Sin duda, Sargón había enhebrado el primer imperio de la historia mesopotámica; de ahí que después de su muerte, su vida entrara en la leyenda. Siglos más tarde, cuando un emperador ciñó la corona de Asiria, se hizo llamar Sargón, en este caso Sargón II, para emular la gloria de Sargón de Akkad. Cuando Sargón II asumió la corona, los escribas asirios compusieron la “Leyenda de Sargón de Akkad” para envolver la vida de Sargón I en el nimbo del designio divino; de ese modo el emperador asirio, Sargón II, también entraba en la historia como el “rey auténtico” cuyo cetro imitaría el aura de su antecesor homónimo.


    A pesar de su grandeza, la debilidad del imperio de Sargón de Akkad radicaba en la falta de unidad administrativa y jurídica; pues las diversas regiones, (Akkad, Sumer, y los territorios que pudiera conquistar), solo estaban unificadas por el poderío militar del rey. Por eso, al final de su reinado estallaron rebeliones en Sumer, y aconteció un ataque desde el norte, la región de Subartu. Cuando murió Sargón, le sucedió su hijo Rimush (2278-2270 a.C.); el nuevo rey sofocó las revueltas. Cuando murió en una conjura palaciega, su hermano Manishtusu empuñó el cetro (2269-2255 a.C.). Constituyó la región de Sumer como provincia imperial, gobernada por funcionarios acadios desde la ciudad sumeria de Lagash, capital de territorio; tal sumisión engendró el malestar entre los sumerios. En la región de Akkad, distribuyó tierras entre los cortesanos adictos, provocando el descontento entre los antiguos propietarios legítimos. Batalló contra Elam; y su escuadra surcó el Golfo Pérsico hasta alcanzar la Montaña de la Piedra Negra, en el actual Omán, y la Montaña de la Plata en la región sur de Elam. Una conjura de los nobles, quizá dolidos por el desigual reparto de tierras, acabó con la vida de Manishtusu.

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