Francesc Ramis Darder
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A largo de 2016-17, la comunidad cristiana conmemora el quinto centenario
de la Reforma luterana. El papa Francisco acudió a la catedral de Lund, Suecia,
para conmemorar, junto a los hermanos protestantes, el aniversario de la
Reforma. Tras exponer el deseo de unidad y lamentar los errores del pasado, el
papa suplicó del Espíritu Santo el don de la unidad cristiana; luteranos y
católicos firmaron la “declaración con ocasión de la Conmemoración conjunta
católico-luterana de la Reforma”.
Contemplando las pinturas que acompañan el
Retablo del Corpus Christi en la Catedral de Mallorca, la “Conversión de s. Pablo” y “s. Ivo practicando
la caridad con los pobres”, invitamos a cada cristiano a entonar una plegaria
para implorar del Señor la unidad de la Iglesia.
Jaume Blanquer (1581-1636) concluyó el retablo barroco del Corpus Christi,
de madera dorada y policromada, en 1641. Encargado por la familia Anglés,
representa, desde la perspectiva bíblica y la reflexión teológica, el misterio
de la Eucaristía. Durante la etapa barroca, la iconografía eucarística tuvo una
gran difusión en el arte de la Iglesia para educar a los católicos sobre la
importancia de los sacramentos. Tras contemplar la magnificencia del retablo,
fijaremos los ojos en dos pinturas que a menudo pasan desapercibidas a la
mirada del espectador.
A la izquierda de la predela,
aparece la escena de la “Conversión de S. Pablo”. La obra es de autor anónimo.
Ahora bien, la composición reproduce un grabado de Schelte de Bolswert sobre
una composición de Rubens (1618-1620) conservada en Berlín hasta su destrucción
en 1945; el mismo grabado fue copiado, con variaciones y matices, por J.A.
Escalante, F. Camino y B. E. Murillo.
Cuando Pablo viajaba a Damasco para
perseguir a la Iglesia, le envolvió una luz venida del cielo; cayó al suelo y
oyó una voz que le decía: “Pablo, Pablo ¿por qué me persigues? Pablo preguntó:
“¿Quién eres, Señor? La voz respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. Cuando
Pablo se levantó, unas escamas en los ojos le habían cegado. Al llegar a
Damasco, se alojó en casa de un cristiano, Ananías, que le dijo: “Pablo,
hermano, me ha enviado el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino, para
que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo”. Al instante cayeron de
sus ojos las escamas; se levantó y fue bautizado, tomó alimento y recobró las
fuerzas (Hch 9,1-19).
El relato de la Conversión de s.
Pablo, expresado en la pintura que
contemplamos, subyaga dos aspectos decisivos. Primero: señala como Pablo, el
mayor perseguidor de la Iglesia, se convirtió, gracias a la irrupción de Jesús
en su vida, en el mejor misionero cristiano entre los paganos (Gal 1,11-24).
Segundo: aunque Pablo perseguía a la Iglesia, Jesús le dijo: “Pablo, Pablo,
¿por qué me persigues?” Es decir, Jesús se identifica con la Iglesia
perseguida; sin duda, donde los cristianos sufren persecución late más viva que
nunca la presencia de Cristo que acompaña a sus fieles en el dolor de la
prueba.
A la derecha de la predela,
vislumbramos la representación de “S. Ivo practicando la caridad con los
pobres”. Como la anterior, también es obra de autor anónimo. S.Ivo nació en
Kermestin, Baja Bretaña, en 1253. Se doctoró en derecho y teología en París y
Orleans; mientras estudiaba, dedicaba mucho tiempo a la oración, vestía
pobremente, y con sus ahorros ayudaba a los pobres. Cuando volvió a su tierra,
fue nombrado juez, protegió a los huérfanos, defendió a los humildes, y
administró justicia con imparcialidad y bondad. Se le conocía como “el abogado
de los pobres”, pues visitaba las cárceles para socorrer a los presos, y asumía
de la defensa de quienes no podían costearse un abogado. Más tarde fue Vicario
y Juez Eclesiástico de Rennes; una vez ordenado sacerdote, sobresalió en la
predicación del evangelio y la vivencia de la misericordia. Falleció en
Louannec en 1303; canonizado por Clemente VI, celebramos su fiesta el 19 de
Mayo.
La representación pictórica
enfatiza dos motivos esenciales. En primer lugar, certifica la intensidad con
que s. Ivo adecuó su vida a la sentencia de Jesús en el juicio final: “Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino […] porque tuve hambre y me
distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, era forastero y me
acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la
cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25,14-30). En segundo término, sugiere la
intensidad con que la Iglesia mallorquina practicó la misericordia con los
pobres, durante la época barroca; testigos eminentes de la caridad con los
pobres fueron el obispo Alfonso Lasso Sedeño, y los canónigos Bartomeu Llull y
Jerónimo Garau.
Durante la época de la Reforma
protestante y la Reforma católica, estalló con dureza la confrontación entre el
valor de la “fe”, representada por la “Conversión de s. Pablo”, y la “vivencia
del amor”, expresada en el retrato de “S. Ivo practicando la caridad con los
pobres”. Sin embargo, los autores de ambas pinturas en vez de perseguir la
confrontación buscaron, como señaló el Concilio de Trento, la comunión entre la
fe y el amor.
Desde esta perspectiva, inmortalizaron la virtud
de la fe a la izquierda de la predela, mediante el tema de la “Conversión de s.
Pablo”, y describieron la vivencia profunda del amor a la derecha mediante la
representación de “S. Ivo practicando la caridad con los pobres. Plasmaron las
palabras de s. Pablo sobre la verdadera fe y el amor auténtico: “nosotros
mantenemos la esperanza de la justicia por el Espíritu y desde la fe; porque en
Cristo nada valen la circuncisión o la incircuncisión, sino la fe que actúa
por el amor” (Gal 5,5-6). Así, los pintores encauzaban el camino de la
Iglesia entera por la senda de la unidad, pues como reitera s. Pablo a los gálatas:
“sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).
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