Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
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En analogía con el
mundo judío y pagano, la Iglesia también disponía de colegios dedicados a la proclamación del evangelio. Los apóstoles (Mt
28,16-20), Pedro a los judíos y Pablo a los gentiles (Gal 2,6-10). Los diáconos,
específicamente Esteban y Felipe (Hch 6,8; 8,4-40). Los maestros y los profetas
(Hch 13,1).
Ahora bien, también nacieron colectivos muy novedosos, que
podríamos llamar colectivos periféricos,
consagrados al anuncio de la Buena. Ente ellos destacan, cuatro grupos.
Quienes, utilizando un lenguaje moderno, podríamos llamar ‘intelectuales’; a modo de ejemplo, destaca Tirano, un pagano que
dispuso su escuela para que Pablo, expulsado de la sinagoga, pudiera predicar a
judíos y gentiles en Éfeso (Hch 19,8-10).
Un contingente decisivo lo
constituyen las “mujeres”. Cuando
María Magdalena, María la de Santiago y Salomé acudieron al sepulcro para ungir
el cuerpo de Jesús, un joven vestido de blanco les ordenó proclamar el evangelio:
“Id a decir a sus discípulos y a Pedro que (Jesús) irá delante de vosotros a
Galilea” (Mc 16,6-7). El episodio alude a la vida de Jesús, pero también certifica
la relevancia evangelizadora de la mujer; relevancia enfatizada por la mención
de Andrónico y Junia, una mujer, a
quienes Pablo llama: “mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los
apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo” (Rm 16,7).
Despunta, sin duda,
la presencia de un matrimonio,
Priscila y Aquila, en las tareas de evangelización, quienes además reunían, más
bien dirigían, una Iglesia en su casa (Hch 18,24-26; Rm 16,5).
Sorprende
también el tesón de los cristianos
perseguidos por anunciar el evangelio; así lo hacían quienes sufrieron la
persecución, después de la muerte de Esteban, que predicaron en Antioquía hasta
bautizar a los paganos (Hch 11,19-22).
Dos actitudes caracterizaban a los
evangelizadores, a saber: la confianza
en Dios, pues “la mano del Señor estaba con ellos” (Hch 11,21), y la convicción (parresiatzomai) con que
proclamaban la Buena Nueva (Hch 9,27).
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