lunes, 1 de diciembre de 2014

EL PROYECTO DE JESÚS. LA SINAGOGA DE NAZARET: Lc 4, 14-22.




                                                                     Francesc Ramis Darder



    La llamada de Jesús a sus discípulos no es algo que tuviera lugar simplemente en el pasado. Jesús nos llama hoy, a todos nosotros, para que seamos sus amigos y seguidores.  Leeremos, seguidamente, el programa de Jesús (4, 14-22) como la llamada expresa del Señor a todos nosotros, para que vivamos la experiencia del amor y la misericordia. Contemplaremos después la historia de María (1, 1-2), como ejemplo de quien ha vivido en plenitud el proyecto de Dios para sus criaturas.



1. Situación de la narración en el conjunto del evangelio.


    El tercer evangelio se inicia con dos preludios: Los relatos de la infancia de Jesús (1-2) y; el ministerio de Juan el Bautista juntamente con las tentaciones de Jesús en el desierto (3-4).


    El primer prólogo anuncia la identidad de Jesús: El es el  Mesías, el Señor (2, 11) que se halla en las buenas manos del Padre (2, 9). El segundo preludio, concretamente en el relato de las tentaciones; especifica claramente el tipo de mesianismo representado por Cristo. El es el Mesías, pero no traerá la liberación con una apariencia deslumbrante o con un poder absoluto. Cristo nos salvará desde la vida humilde y compartida, y a partir de la actitud de servicio y entrega (cf 4, 1-13).


    El episodio de la sinagoga de Nazaret tiene una ubicación especial. Se sitúa a continuación de los relatos de la infancia y constituye, a la vez, la puerta de entrada a la primera gran sección del evangelio: el ministerio de Jesús en Galilea (4, 14 - 9, 50). Podríamos afirmar que la perícopa objeto de nuestro estudio sintetiza los elementos de los dos preludios y presenta, por adelantado, lo que será la primera parte del evangelio.


    Se inicia -el ministerio de Jesús en Galilea-  con el mensaje programático de Jesús en la sinagoga de  Nazaret (4, 14-22). Y después, en diferentes trazos, y a lo largo de toda la sección, se van delineando las consecuencias de ese programa. Veamos los grandes ejes en que se despliega el mensaje programático del Señor y los grandes temas de la primera sección:


    * Las narraciones de milagros.

    Los milagros de Jesús no son signos prodigiosos realizados para impresionar al auditorio. Son la manifestación palpable de la liberación que Jesús ha venido a otorgar a los pobres y a los débiles.   En esta sección se concentran la mayoría de los milagros de Jesús. Curación de un endemoniado, de la suegra de Pedro y otras muchas curaciones anónimas (4, 31-41); curación de un leproso y de un paralítico (5, 12-26); el hombre de la mano seca (6, 6-11); curación del siervo del centurión, el hijo de la viuda de Naïm (7, 1-17); la tempestad calmada, el endemoniado de Gerasa, la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo (8, 22-56).


    * Los relatos de vocación.

    Observemos que los relatos de vocación están entremezclados con las narraciones de milagros. El objetivo de la descripción de los milagros no consiste en suscitar la admiración por la persona de Jesús. El objetivo de los milagros radica en motivar en quien los presencia la decisión por el seguimiento de Cristo. Por eso ambos tipos de narraciones presentan una cierta alternancia. Los relatos específicos de vocación son: La vocación de los cuatro primeros discípulos (5, 1-11); la llamada de Leví (5, 27-28); elección de los Doce (6, 12-16), las multitudes que van en pos de Jesús (6, 17-19).


    A los discípulos que han aceptado seguirle, Jesús les mostrará la dureza del camino: " El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga " (9, 23). Pero también les presentará el gozo del seguimiento: " Pues de verdad os digo que hay algunos, entre los aquí presentes, que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios " (9, 27).


    * Aceptación u hostilidad ante la llamada de Jesús.

    La acción de Jesús suscita la vocación en aquellos que conviven con el maestro, pero también provoca el rechazo de quienes detentan el poder político y religioso. La llamada de Jesús no deja lugar a la indiferencia, implica la adhesión total o el rechazo absoluto.


    Los que más fácilmente aceptan el mensaje son los pobres, los marginados y todos aquellos que el sistema social imperante ha rechazado. Los pecadores en casa de Leví (5, 29-32); la muchedumbre del pueblo (6, 17-19); la pecadora perdonada (7, 36-50); las mujeres (8, 1-3); los seguidores de Juan Bautista interesados por Jesús (7, 18-30). Por el contrario, la buena nueva encuentra reticencias y adversidades en quienes tienen un papel directivo en el ambiente de la época. Las gentes de la sinagoga (4, 23-30); los fariseos y los escribas (5, 30-39).


    * Palabras de Jesús.

    La palabra de Jesús es como una semilla plantada en el corazón humano (8, 4-15), germina cuando la tierra que la recibe es buena. El enfrentamiento de Jesús con escribas y fariseos no es casual. Surge por dos razones. Por una parte el hecho de manifestarse en favor de los débiles, supone no estar a favor de quienes dominan en el sistema vigente. Y por otra, aquellas cosas que Jesús dice constituyen una interpretación particular del Antiguo Testamento, que se enfrenta directamente con la interpretación común de los fariseos.


    Jesús afirma la bienaventuranza para los pobres, los hambrientos, los que lloran, los que son odiados e injuriados (6, 20-23). Profiere la malaventuranza contra los ricos, los que están saciados, los que ríen, aquellos de quienes se habla bien (6, 24-26). Predica el amor a los enemigos, la misericordia y la honradez (6, 27-49).


    * La personalidad de Jesús.

    Todo discípulo se encuentra con la palabra del Señor. Esta palabra no es neutra, impone la decisión en quien la oye: O se opta por Jesús radicalmente como los primeros seguidores; o se le rechaza como hacían los escribas y fariseos. A los que deciden seguirle, Jesús no les oculta ninguna de las dificultades.


    En el primer anuncio de la pasión, les dice: "El Hijo del Hombre debe sufrir mucho ... ser ejecutado y resucitar al tercer día" (9, 22). Esta cita del evangelio hace hincapié en la cruz y la pasión de Jesús, aunque también refiere la resurrección final. Jesús no se limita a anunciar un mensaje radical y atrayente; él mismo lo lleva a término, lo padece en su propia persona. En esta referencia bíblica Jesús se manifiesta -preferentemente- como el Cristo sufriente.


    Un poco más adelante aparece el fragmento de la transfiguración (9, 29-36). El primer relato de la pasión presentaba el aspecto sufriente de la vida de Jesús, pero dejaba entrever el resquicio de la resurrección. El relato de la transfiguración muestra en toda su plenitud el aspecto gozoso y triunfante de Jesús. La muerte y la sepultura no tienen la última palabra, la última palabra está siempre en los labios del Dios de la vida.



    El discurso de la sinagoga de Nazaret actúa como una bisagra entre la introducción y la primera sección del evangelio. Recoge el contenido del prólogo: Jesús es el Señor que está en las manos buenas de Dios Padre. Y desde esa certeza, anuncia el gran mensaje de Jesús para todos los hombres y mujeres: la Buena Nueva de la liberación.



2. Lectura del texto.


    Con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a Galilea, y su  fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en aquellas sinagogas y todos se hacían lenguas de él.

    Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para tener la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrrollándolo, encontró el pasaje donde está escrito:

    " El Espíritu del Señor está sobre mí,
        porque él me ha ungido
        para que dé la buena noticia a los pobres.
      Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos
        y la vista a los ciegos,
        para poner en libertad a los oprimidos,
        para proclamar el año de gracia del Señor "

    Enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él empezó a hablarles:

    - Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje.

    Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase sólo las palabras sobre la gracia.    

(No todas las versiones traducen igual este último versículo. Algunas traducen como hemos hecho nosotros y otras se inclinan por: "...admirados por las palabras de gracia que salían de su boca", o alguna frase parecida. La traducción que presentamos, creemos que es la más ajustada al sentido del texto, pero no tiene porque ser la única posible). 


3. Elementos del Texto.


a. Nazaret.


    Nazaret era una aldea pequeña y poco importante, situada en la provincia de Galilea, al norte de Palestina.     Durante el reinado de Herodes el Grande (40-4 a.C.), la zona de Galilea, próxima al lago de Genesaret, experimentó un gran desarrollo. El monarca judío hizo construir ciudades de nueva planta, como era la magnífica ciudad de Tiberias ubicada al borde del lago.


    Esta ingente tarea urbanística dio lugar a que muchos judíos del sur emigraran a Galilea para trabajar en las tareas de construcción. Estos emigrantes vivían en las pequeñas aldeas que circundaban las grandes urbes. Cada día se dirigían a las grandes ciudades para ganarse el jornal. Los habitantes de Nazaret no eran ajenos a esta dinámica social. Algunos de ellos trabajaban en los campos junto a la aldea, pero la mayoría iba a trabajar en la construcción o, en las canteras de las que extraían la piedra para edificar las nuevas ciudades.


    Durante el siglo I Galilea era región de contrastes. La cultura griega había penetrado en las grandes ciudades e impregnaba el ambiente social de la época. Por otra parte las pequeñas aldeas permanecían aferradas al judaísmo tradicional. Esta confrontación cultural y religiosa dio lugar a más de un tumulto. La historia nos narra la rebelión de la población judía, y la dureza con que los romanos sofocaron esta revuelta, crucificando a multitud de judíos en las afueras de la ciudad de Séforis.


    En la aldea de Nazaret comienza Jesús su ministerio. Cuando el texto nos cuenta que se crió allí, nos indica las características sociales que influyeron en su educación: Vivir en un aldea pequeña en que la mayoría eran emigrantes judíos trabajadores de la construcción o de las canteras; participar de la intensa espiritualidad  judía contrapuesta al ambiente liberal y cosmopolita de las ciudades helenizadas; recordar la represión romana contra los intentos judíos de sublevación; etc.


b. La Sinagoga.


    El centro de la religión israelita lo constituía el Templo de Jerusalén. En el año (587 a.C.) el rey Nabucodonosor destruyó el Templo y se llevó a los judíos cautivos a Babilonia. Los judíos exiliados no podían celebrar el culto porque carecían de Templo. Entonces comenzaron a reunirse los sábados, en pequeños grupos, para leer y comentar la palabra de Dios. Estas reuniones de los judíos para comentar la palabra de Dios dieron lugar -con el tiempo- a las sinagogas.


    Una sinagoga era un edificio en el que se encontraban los judíos cada sábado para leer la Sagrada Escritura y rezar unidos. Habitualmente constaba de dos pisos. En el piso superior se situaban las mujeres, estas no participaban directamente en el culto sino que lo seguían a través de una celosía. En la parte baja se situaban los hombres, mayores de edad, que participaban plenamente de la celebración.


    Con el tiempo llegó a organizarse muy bien el oficio sinagogal. Se leía  siempre un fragmento del Pentateuco y luego alguna página de los Profetas. Acabada la lectura se hacía una homilía que intentaba actualizar la Escritura en la realidad cotidiana de los fieles. La celebración concluía con una plegaria y una invocación al Señor. Además de su función celebrativa, la sinagoga desempeñaba un importante papel catequético, era lugar de instrucción para los varones en todo lo que representaba la fe judía.    De la misma manera que las actividades del Templo estaban orientadas por los sacerdotes y el grupo saduceo, las tareas sinagogales dependían del fervor fariseo.


    Jesús, como todo judío practicante, se dirige el sábado a la sinagoga: "Le entregaron el volumen del profeta Isaías, y desenrrollándolo ..... enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán ..." (4, 17.20).


    Démonos cuenta de un detalle curioso: Jesús no "abre" y "cierra" el volumen sino que "lo desenrolla" y lo vuelve a "enrollar". En la sinagoga no se utilizaban libros tal como los conocemos hoy, se empleaban "rollos". Los libros bíblicos se escribían sobre pergamino. Consistía en una serie de pieles de animales cosidas entre sí, sobre las cuales se escribía un texto. Cuando el texto estaba escrito se enrrollaba alrededor de dos brazos de madera, y cuando debía leerse se desenrollaba.  


c. La lectura de Jesús.


    En la sinagoga Jesús recibe el libro del profeta Isaías, lo desenrolla y procede a su lectura. Vamos a transcribir ahora dos texto: El texto del profeta Isaías que aparece leído por Jesús en la sinagoga, y el texto de Isaías que se halla escrito en libro del mismo profeta. Debemos fijarnos en las pequeñas diferencias que hay entre uno y otro.


    * Texto de Isaías leído por Jesús en la sinagoga (Lc 4, 18-19).

    < El Espíritu del Señor está sobre mí,
      porque él me ha ungido
      para que dé la buena nueva noticia a los pobres.
      Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos
      y la vista a los ciegos,
      para poner en libertad a los oprimidos,
      para proclamar el año de gracia del Señor >



    * Texto del libro de Isaías (Is 61, 1-2).

    < El Espíritu del Señor está sobre mí,
      porque el Señor me ha ungido.
      Me ha enviado a dar la buena noticia a los que sufren,
      para vendar los corazones desgarrados,
      para proclamar la amnistía a los cautivos
      y a los prisioneros la libertad,
      para proclamar el año de gracia del Señor
      el día del desquite de nuestro Dios >    


   
    Substancialmente los dos textos dicen lo mismo, pero presentan algunas diferencias. Si lo observamos bien notaremos pequeñas variaciones debidas a los matices de la traducción. Pero apreciaremos, también, dos cambios importantes. Jesús cambia la forma de un versículo: Donde Isaías dice "para vendar los corazones desgarrados" él lee " y la vista a los ciegos". Además, omite Jesús un estico de un versículo: Las palabras de Isaías "el día del desquite de nuestro Dios", no aparecen en la lectura de Jesús.


    Fijémonos que en el primer cambio realizado por Jesús, la gente de la sinagoga no protesta. Por el contrario respecto de la segunda modificación la gente le incrimina  con dureza: "Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase sólo las palabras sobre la gracia". Vamos a comentar ahora, con sencillez, estos dos cambios:


    * Alteración de un versículo.

    Isaías dice "para vendar los corazones desgarrados" y Jesús lee "y la vista a los ciegos". Notemos algo importante, en esta variación del texto la gente no protesta en absoluto. ¿ A qué pude deberse esta variación en el texto del profeta ?.


    El texto hebreo del Antiguo Testamento comenzó a fijarse definitivamente a finales del siglo I. Durante la vida de Jesús, el texto del Viejo Testamento presentaba cierta fluidez. Sucedía algo semejante a lo que vemos en las traducciones castellanas de la Biblia. Todas las traducciones dicen básicamente lo mismo, pero lo expresan con palabras y matices diferentes. Quizás la versión que leyera Jesús presentara algunos matices diversos del texto leído actualmente por nosotros. Aun considerando las posibles variaciones del texto, nos inclinamos por opinar que este cambio fue una modificación hecha deliberadamente por Jesús.  Notemos, si embargo, que lo escrito en Isaías y lo leído por Jesús no son textos totalmente contradictorios. Ambos describen el sufrimiento humano.


    El corazón -en el pensamiento semita- representaba el centro de la persona. En el tenían su lugar apropiado los sentimientos y las opciones del hombre: la amistad, la plegaria, la fe, la capacidad de amar. Tienen el corazón desgarrado aquellos que en su existencia han padecido por cualquier motivo, la palabra de Jesús es el vendaje para estos corazones rotos.  El ojo es la lámpara del cuerpo, a través de él percibimos la realidad. El ciego es aquel que no puede ver físicamente, pero metafóricamente representa a todos los impedidos de ver la realidad de su vida o discernir esperanza en su futuro. Las dos expresiones son diversas en cuanta a la forma, pero muy semejantes en cuanto al contenido.  A pesar de la semejanza de estas dos expresiones, cuando Jesús sustituye una por otra lo hace por algún motivo concreto.


    La expresión "y la vista a los ciegos" aparece en un lugar muy importante del AT: Los cánticos del Siervo de Yahvé. Estos cánticos son cuatro poemas del libro de Isaías (Is 42, 1-7; 49, 1-9; 50, 4-11; 52, 12 - 53, 13). Nos hablan de un personaje que será el liberador definitivo de Israel. Pero a  este salvador las cosas no le van a ser fáciles. Para salvar a su pueblo deberá padecer el aprobio y el escarnio; pero al final triunfará, y su triunfo otorgará a Israel la liberación definitiva.


    Si nos fijamos en el primero de estos cánticos (42, 1-7) notaremos que aparece un texto muy semejante al proclamado por Jesús en la sinagoga, y que incluye la frase: "para abrir los ojos a los ciegos":

    " Yo, Yahvé te he llamado en justicia, te he cogido de la mano  y te he formado, y te he destinado a ser alianza del pueblo  y luz de las gentes:

            para abrir los ojos a los ciegos, 
            para sacar de la prisión al preso,
            de la cárcel a los que viven en tinieblas ".


    Jesús ha sustituido lo que dice (Is 61, 1) por lo escrito en (Is 42, 7). Con ese cambio Jesús nos revela algo fundamental: El es el liberador definitivo esperado por todo el AT. La liberación que el propone no será el resultado de un paseo triunfal. El, como el Siervo de Yahvé, experimentará el oprobio, el rechazo y la muerte. Pero la experiencia de fracaso no será el final de su vida. Al igual que el Siervo, él será rehabilitado por Dios y propuesto como luz de las naciones.


    Quizás nos hayamos entretenido demasiado en comentar estas figuras del texto. Pero creemos que es importante. El proyecto de Jesús, al igual que el proyecto cristiano; no es simplemente un "proyecto" redactado sobre papel. Es una vida de servicio y entrega. Cuando Jesús lee, en la sinagoga, el libro de Isaías ve reflejado en él su propio proyecto. Jesús no se limita a "leer un proyecto". Al incluir esta pequeña frase del primer cántico del Siervo, nos está diciendo que el mismo se hace proyecto. El será el primero en experimentar la liberación que predica, y lo será pasando por la dureza de la cruz.  


    * Eliminación del fragmento de un versículo.

    La obra de Isaías afirma claramente " ... para proclamar el año de gracia del  Señor, el día del desquite de nuestro Dios ... " (Is 61, 2). En cambio Jesús, cuando lee, omite la última parte de este versículo. Evita decir " ... el día del desquite de nuestro Dios ", se limita a pronunciar la parte positiva del texto del profeta " ... para proclamar el año de gracia del Señor ".


    La asamblea sinagogal había pasado por alto el primer cambio del texto, pero no tolera el segundo: " Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase sólo las palabras sobre la gracia " (4, 22). La reacción del público nos hace ver que esta omisión no es un matiz del texto, es una omisión realizada conscientemente por Jesús y que altera los ánimos de los reunidos.  Ellos sabían que este fragmento se hallaba presente en la obra de Isaías, esperaban con toda lógica, que Jesús lo leyera. Pero el Señor cuando llega a ese versículo, concluye la lectura del texto y comienza a pronunciar la homilía.


    El mensaje progámatico de Jesús es en su totalidad mensaje de liberación: Liberación a los cautivos, a los pobres, a los ciegos, a los oprimidos. En el programa de Jesús no hay lugar para la venganza y el desquite; sólo tiene cabida la gracia y la misericordia. A nuestro entender casi parece lógico que en el programa del Mesías no haya lugar para la venganza y el desquite. Entonces ¿ por qué se enfureció tanto la asamblea sinagogal, cuando Jesús eliminó este verso ?.


    Las sinagogas estaban en manos de los fariseos. Estos formaban parte de un movimiento religioso que aguardaba la pronta llegada del Mesías. Se esforzaban, mediante todo un conjunto de prácticas ascéticas, en acelerar la llegada del Salvador. Su notable esfuerzo  piadoso les llevaba a considerarse como el prototipo de persona buena y religiosa. La otra gente que no tenía tiempo suficiente para dedicarse con pasión a la ascética, era considerada por los fariseos como gente mala y perversa. A causa de la impiedad de las gentes se  retardaba la llegada del Reino de Dios.


    Los fariseos tenían una interpretación muy particular del texto de Isaías (Is 61, 1-2). Opinaban que todo lo referido al "año de gracia" se dirigía especialmente a ellos. Cuando llegara el Mesías e instaurara su Reino derramaría su gracia sobre los fariseos, en compensación por el esfuerzo que habían realizado para preparar su venida. Por otra parte, pensaban que la expresión " ... el día del desquite de nuestro Dios " se dirigía en contra del resto del pueblo, que por su supuesta impiedad no posibilitaba la inminencia del Reino.


    La espiritualidad farisea es retorcida. Ellos se consideran los únicos buenos y dignos de la presencia de Dios. Los demás, a parte de no ser suficientemente dignos de recibir el consuelo divino, son los que impiden la presencia de Dios. Un fariseo se alegra por la gracia y el bien que Dios le otorga; pero también está ansioso por comprobar el castigo que Dios impone a los que no son de su partido.


    Podemos suponer la emoción con que la asamblea esperaba la pronunciación de las palabras de desquite que constan en Isaías. Jesús no las pronuncia. En el Reino de Dios, que Jesús predica, caben todos. El mensaje de Cristo es noticia de liberación para todos, y especialmente lo es para todos aquellos a quienes los fariseos tenían por gente nefasta: los pobres, los débiles, los que han perdido el rumbo de la vida ... 


d. La Homilía de Jesús.


    Una vez concluida la lectura, Jesús enrolla el volumen y lo devuelve al sacristán. La asamblea se sienta aguardando las palabras de Jesús. Su homilía es muy breve: " Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje ". Dicho de otra manera: " Todo lo que habéis oído proclamar en el Antiguo Testamento, ha llegado hoy a su plenitud en mi propia persona ". Detengámonos unos momentos  en cada una de las partes del comentario de Jesús.


    * Hoy.

    La palabra "hoy" adquiere una connotación muy especial en el tercer evangelio. Casi todas las veces que aparece el término "hoy" viene acompañado por la palabra "salvación". Leamos algunos versículos del evangelio, como ilustración:  " Hoy, en la ciudad de David os ha nacido un salvador " (2, 11). Cuando Jesús cura al paralítico la gente exclama admirada "Hoy hemos visto cosas increíbles" (5, 26), etc


    Jesús lee siempre la Escritura en dimensión de presente, y de esta manera la actualiza en su propia persona. Nosotros no podemos leer el evangelio como si se tratase de algo del pasado. Al leerlo debemos intentar descubrir lo que quiere decirnos hoy en la situación concreta de nuestra vida.


    * " En vuestra presencia se ha cumplido este pasaje ".

    Jesús ha leído en la sinagoga un fragmento breve del profeta Isaías (Is 61, 1-2), y anuncia a los judíos que las perspectivas de este pasaje se están cumpliendo en su propia persona. Nosotros, ahora, haremos dos cosas: Por una parte intentaremos ver el sentido que presentaba este episodio cuando fue redactado en tiempos de Isaías. Por otra parte veremos las expectativas que suscitaba entre los judíos del siglo I, y la lectura de Jesús.


    - El sentido de (Is 61, 1-2) cuando fue redactado por Isaías.

    El año (587) es un momento duro para el pueblo israelita. Nabucodonosor, rey de Babilonia, destruye Jerusalén y se lleva deportados a los habitantes de la Ciudad Santa a la capital de su Imperio. El exilio  (587-538 a.C.), fue un tiempo de prueba en el que el pueblo judío  necesitó estar muy atento a la voz de Dios para conseguir sobrevivir en aquella situación desesperada. Al comienzo del exilio Dios habla a su pueblo a través de la voz del profeta Ezequiel. Al final del exilio Yahvé volvió a consolar a su pueblo mediante la palabra, cálida y apasionada, de otro profeta: El autor de (Is 40-55), al que denominamos Segundo Isaías.


    El profeta llamado Segundo Isaías iluminó al pueblo exiliado con un mensaje de consuelo: Dios no había abandonado a su pueblo. La situación de exilio en la que se encontraban no era la voluntad de Dios. El sufrimiento del exilio se debía al constante olvido, por parte del pueblo, de la fe en el Dios liberador. El Segundo Isaías (Is 40-55) recuerda constante a Israel que Yahvé es el único Dios,  el único liberador. El profeta invita, enérgicamente, a los exilados a abandonar la idolatría, a adherirse al verdadero Dios y a volver a Jerusalén.


    Dios siempre cumple su palabra. El año (538 a.C.) el rey Ciro el Grande conquista la ciudad de Babilonia. Publica un edicto mediante el que permite a los judíos volver a su patria (Esd 1, 2-4; 6, 3-5). Los hebreos regresan con la ilusión de contemplar la ciudad de Jesrusalén. Cuando llegan a la Ciudad Santa el desengaño no puede ser mayor. Jerusalén es tan sólo es un montón de ruinas. El pueblo emprende la tarea de reconstrucción de la ciudad, pero las dificultades crecientes dificultan esta tarea: La población se halla diezmada, los judíos que no habían sido deportados reciben mal a los recien allegados, etc (Esd-Neh).


    Ante esta situación de desastre el Señor, una vez más, vuelve a consolar a su pueblo. Otro profeta al que denominamos Tercer Isaías compone los capítulos finales del gran libro de Isaías (Is 56-66). El profeta anima a los habitantes de Jerusalén a reconstruir la ciudad y el templo, y a mantenerse con firmeza en el seguimiento de Yahvé. Ante la desolación de Jerusalén les predica el consuelo divino. Pero también les dice que la ayuda de Dios no puede sustituir la responsabilidad humana. Entonces, aquellos hebreos seguros de la ayuda de Dios  y dispuestos a empeñar su vida en ello, recomienzan la difícil tarea de la restauración de Jerusalén, y del seguimiento más fiel del judaísmo.


    Jerusalén, lentamente, va reconstruiéndose. El templo y el culto vuelven a instaurarse. Pero  queda lejos la experiencia real y cierta de la presencia del Reino de Dios entre los habitantes de Jerusalén. En aquel momento, nuestro profeta, comunica a sus oyentes el contenido del oráculo que hemos leido (Is 61, 1-2). Llegará un día en el que no habrá más desolación ni muerte. Llegará el día en que el mal que castiga nuestra existencia desaparecerá: No habrá pobres, ni cautivos, ni ciegos, ni oprimidos. En todas partes se vivirá la experiencia del Reino de Dios; o dicho con otras palabras, el año de gracia del  Señor.


    - El sentido de (Is 61, 1-2) cuando se escuchaba en el siglo I.

    A partir de la promesa de Isaías los judíos comenzaron a  esperar la llegada del Mesías definitivo y la instauración del Reino de Dios. La realidad que les correspondía vivir era difícil, pero contaban con la ayuda de Dios y el esfuerzo de su responsabilidad personal.


    En tiempos de Jesús la expectación por la inminente aparición del Mesías era inmensa. Continuamente aparecían personajes que se proclamaban "mesías". Todos los grupos religiosos esperaban la inminencia del Mesías. El Reino de Dios estaba a punto de manifestarse y, cada grupo, intentaba acelerar su llegada por procedimientos distintos. Todos los grupos judíos coincidían en una cosa: El Mesías vendría con poder y con una apariencia deslumbrante.


    - El sentido de (Is 61, 1-2) en la propia interpretación de Jesús.

    Jesús afirma que la profecía de Isaías se cumple "hoy" en su persona. Jesús es el verdadero Mesías, el liberador. Pero su modo de llevar a cabo la liberación será distinta a la esperada por los judíos de su tiempo. El no es un Mesías poderoso ni deslumbrante. Para marcar la diferencia con los demás "mesías" esperados, Jesús cambia un poco el texto de Isaías. Elimina todo aquello referido a la venganza y, modifica un versículo: El es el Mesías, pero no es el Salvador poderoso y magnificente esperado por sus contemporáneos. El es el liberador que pasa por el sufrimiento angustiante de la cruz.


    No debe extrañarnos la reacción de sus vecinos: Pero, ¿ No es éste el hijo de José ?. Todos esperaban al Mesías, pero nadie podía creer que vendría de un pueblo desconocido como Nazaret, ni  tampoco que sería hijo de un carpintero.  



4. Síntesis final.


    El episodio de la sinagoga de Cafarnaum nos ha presentado el proyecto de Jesús. Y mostrándonos ese proyecto no enseña cual ha de ser el proyecto de vida cristiana. El proyecto de Jesús es muy claro: Sintiéndose lleno del Espíritu del Señor, se lanza a proclamar la misericordia y la liberación de Dios. Cristiano es aquel que lleno del Espíritu del Señor proclama en su entorno, tanto de palabra como de obra, la liberación de Jesús.


    Jesús no se limita a anunciar en Nazaret un plan de vida teórico. El se compromete con su propia vida en aquel proyecto. Jesús vivirá en su propia carne la narración del profeta Isaías. El sera el Mesías humilde que desde la humildad y la entrega propiciará la salvación para todos.    El será el salvador, que aparecerá a los ojos de los hombres como un fracasado en la cruz. Pero a través de la entrega de su vida nos dará la auténtica vida: La vida nueva que brota el Domingo de Pascua.



 El cristiano es aquel que no sólo habla, sino que compromete su vida en aquellas cosas que predica. Aquel que desde la experiencia de la vida compartida, la humildad y el servicio, trasmite a todos la "vida nueva" de Jesús.

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