sábado, 6 de diciembre de 2014

¿QUÉ SIGNIFICA LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS?

                                                                            Francesc Ramis Darder


La Sagrada Escritura explica quién es el hombre sabio. El que conoce las cualidades que Dios le ha dado para hacerlas fructificar, pero que también ve sus limitaciones, para aprender a controlarlas. He aquí al hombre sabio; el que sabe hacer fructificar sus virtudes y aprende a dominar sus defectos.

 En la parábola de los diez talentos, el Señor nos recuerda la necesidad de poner en práctica las cualidades que nos ha dado. Cada uno de los criados ha recibido una cantidad de dinero; uno cinco millones, otro tres y otro uno. Aunque las cantidades sean diversas, cada una de ellas, incluso la más pequeña, constituía un capital enorme en la época de Jesús. El dinero que recibe cada criado es una metáfora de las cualidades que Dios les ha dado; han recibido cualidades diversas, uno cinco, otro tres, y el último una; son diversas, pero, como decíamos, suficientes para llenar la tarea de toda una vida.

 Los dos primeros se han esforzado y han multiplicado el dinero, alegoría de las virtudes recibidas; como se han esforzado, el amo les dice: “Entra a celebrarlo con tu Señor.” Pero el criado que recibió solo un millón dijo a su amo: “Tuve miedo y escondí tu dinero”; por este motivo aquel millón, signo de las virtudes que había recibido, no fructificó. Los dos primeros criados emplearon la vida en desarrollar sus cualidades, representadas por los millones; cabe pensar que ambos sintieron también la sombra del miedo cuando invirtieron el dinero; como todo el mundo, sintieron miedo, pero supieron controlarlo; es decir, actuaron como sabios, supieron desarrollar sus virtudes y controlar sus limitaciones. En cambio, el criado que solo recibió un millón actuó como un necio; no solo descuidó sus virtudes, representadas por el millón que recibió del amo, sino que tampoco supo controlar sus limitaciones, representadas por el miedo.

 Cuando hoy hablamos del miedo, lo entendemos como el sentimiento humano de temor frente a lo desconocido, pero en la Biblia, el miedo tiene un significado más profundo. El miedo es el síntoma de la falta de fe; decía el profeta Isaías: “Quien tiene miedo no tiene fe, o quien tiene fe no tiene miedo.” Los dos criados que hicieron fructificar las virtudes no solo tenían valor, tenían fe, la virtud que nos recuerda que la vida reposa en las manos de Dios; y llenos de fe, hicieron fructificar las cualidades que el Señor les había regalado. El criado que tuvo miedo, no tuvo solo cobardía, sino falta de fe; desconfió de que el Señor estuviese a su lado, y por ello no pudo desarrollar las cualidades que de Él había recibido.

 Desarrollar nuestras virtudes y aprender a controlar nuestros defectos nos llevará a vivir en plenitud. Una vida plena, sabia en el lenguaje bíblico, no es la que está cargada de actividades y de cosas. Un sabio cristiano no es el que se propone hacer grandes cosas, sino el que pone mucho amor en las cosas que hace. A los ojos de Dios, las actividades no son importantes por sus dimensiones, sino por el amor que ponemos en ellas cuando las llevamos a cabo. En esta Eucaristía pidamos al Señor que nos convierta en sabios cristianos; personas que con fe y con amor sembremos la semilla del Evangelio en los surcos de la humanidad entera.

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