jueves, 2 de febrero de 2017

BIENAVENTURANZAS


                                                        Francesc Ramis Darder
                                                       bibliayoriente.blogspot.com


Como expone el evangelio, Jesús, junto al lago de Galilea, proclamó las Bienaventuranzas; el programa de vida que propone a todos los cristianos. La primera bienaventuranza, eje de todo el discurso, dice: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”; otra traducción, algo más actualizada, diría: “Bienaventurados los que comprometen su vida en favor de los pobres, porque estos tienen a Dios por Rey”. En esta frase, Jesús nos dice: si quieres ser mi discípulo, lo primero que tienes que hacer es preocuparte por las personas que padecen el dolor y la pobreza, estos son tus primeros hermanos. Y añadiría Jesús, en la medida que entregues la vida para redimir el sufrimiento humano, descubrirás que Dios es el verdadero rey de tu vida, y experimentarás el Reino de Dios, es decir, aprenderás a vivir amando, porque vivir amando es el Reino de Dios.

 Pero Jesús no se limitó a exponer una idea general, enseñó a los discípulos la manera de ponerla en práctica. Lo hizo anunciando las siete bienaventuranzas que aparecen después de la primera que hemos leído. Cada una explica un consejo de Jesús para comprometer la vida al servicio de los pobres. Primer consejo: sé humilde; la humildad no consiste en recorrer la vida teniéndonos en nada, nadie es poca cosa, todos somos hijos de Dios; la humildad implica el esfuerzo para desarrollar nuestras cualidades, y el empuje para controlar nuestros defectos; solo así gozaremos de felicidad y haremos el bien a los que nos rodean. Segundo consejo: “Bienaventurados los que lloran”; quiere decir, entre otros aspectos, “tener como nuestra la lágrima del padecimiento de nuestro hermano”; en lenguaje actual equivale a decir, sé solidario con el prójimo. Tercer consejo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”; los antiguos hebreos indicaban con esta frase la identidad de los profetas; así nos dice Jesús: sé un profeta. Un profeta no es el que adivina el futuro; un profeta es el que, con lo que piensa, dice y hace, da testimonio del evangelio; empleando el lenguaje actual, diría Jesús, sé un cristiano consecuente con lo que crees. Cuarto consejo: actúa siempre con misericordia; pon en práctica las obras de misericordia: da de comer a quien tiene hambre, de beber a quien tiene sed, visita a los encarcelados, etc. Quinto consejo: “Bienaventurados los limpios de corazón”; dicho en lenguaje moderno, procura ser una persona sincera, de fiar, no engañes a nadie, actúa con transparencia. El sexto y el séptimo, referentes a la paz y la justicia, van juntos; como dice el santo padre, quieren dir: esfuérzate para construir aquella paz que brota cuando existe justicia social para todo el mundo. He aquí los siete consejos de Jesús para edificar el Reino de Dios: humildad, solidaridad, coherencia, misericordia, sinceridad y lucha por la paz y la justicia.

 Jesús añade una novena bienaventuranza para que midamos la intensidad de nuestro compromiso: “Dichosos vosotros cuando, por mi causa, os denigrarán y perseguirán”. Un cristiano no puede ser, como dicen hoy, una persona políticamente correcta; sino que su forma de vivir tiene que constituir una denuncia contra la injusticia y la superficialidad, tan instaladas en nuestra sociedad; por eso el cristiano será perseguido. El proyecto de Jesús solo va adelante con la misma fuerza que Él nos da. Por ello, las antiguas ediciones de la Biblia imprimían las Bienaventuranzas en la página izquierda, y el Padrenuestro en la derecha, así, cuando la Biblia se cerraba las páginas se besaban. Y es verdad, a medida que vivimos las Bienaventuranzas, página de la izquierda, nos damos cuenta de que Dios es el Padre bueno, el del Padrenuestro, que nos ama; y a medida que rezamos el Padrenuestro, página de la derecha, adquirimos la fuerza del Señor para vivir las Bienaventuranzas. En esta Eucaristía, pidamos al Señor que nos transforme en testigos fieles de su misericordia.


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