Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
Los cielos proclaman la
gloria de Dios
Con demasiada
frecuencia los hebreos deambulaban por el bosque de la idolatría, metáfora de
la injusticia, representada por el desierto y el páramo (Is 34,6-7). Entonces,
el salmista les invitaba a levantar la vista para percibir que “los cielos
proclaman la gloria de Dios, y el firmamento pregona la obra de sus manos” (Sal
19,2-5).
El
movimiento armónico del sol y la luna, junto a la estabilidad de las estrellas
despertaban la reflexión: “La ley del Señor es perfecta; es descanso para el
hombre” (Sal 19,8). La armonía de los cielos, ‘ecología’ que el hombre no
podía alterar, recordaba la entidad del cosmos “muy bueno” que Dios creó, pero
el hombre trocó en caos y confusión (Gn 1,31; Jr 4,23).
La reflexión abría la puerta de la plegaria;
decía la asamblea: “Purifícame, Señor […] guárdame del orgullo ¡que jamás me domine!”
(Sal 19,13-14). Bajo la mención del orgullo trasparece la injustica que desteje
la concordia social. Contemplando la ‘armonía celeste’, la comunidad
comprometía la existencia en la construcción de la ‘ecología terrestre’,
anclada en la solidaridad y la justicia, blasones de la humanidad feliz.
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