Francesc Ramis Darder
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Naran-Sin (2254-2218
a.C.).
A la muerte de
Manishtusu, accedió al trono su hijo Naran-Sin. El reinado de Sargón, “el rey
auténtico”, había plasmado más bien el deseo, como hemos señalado, de dominar
las “Cuatro Regiones”; pero el apelativo de Naran-Sin, “poderoso dios de
Akkad”, desvelaba su pretensión por ejercer un dominio auténtico y universal.
Comenzó imponiendo su autoridad sobre las ciudades sumerias, que se habían
alzado a la muerte de su padre. Fiel al aura conquistadora, heroica y guerrera
de Sargón, atacó Elam; aunque no pudiera conquistarlo, dominó la región de
Susa, al este de Mesopotamia. Después, embistió contra Magán, en la península
arábica, haciéndose con el control comercial del Golfo Pérsico. Seguidamente,
sometió Subartu, al norte; dominó las regiones del río Harbur y el curso medio
del Eúfrates, ricas en el aspecto agropecuario; exploró el túnel del Eúfrates; estableció
guarniciones en Assur, Nínive y Tel-Brak para controlar la zona norteña y el
acceso hacia Anatolia. Más tarde penetró en Siria, destruyó la ciudad de Ebla,
gran emporio comercial, y alcanzó los Montes Amano y el Mediterráneo. Como
atestigua la historia, los acadios adoptaron la escritura cuneiforme, inventada
por los sumerios, para escribir la lengua acadia. Ahora bien, Naran-Sin
estableció un tipo de escritura cuneiforme más clara que, inscrita sobre
tablillas rectangulares en vez de las antiguas redondeadas, unificó los
diversos estilos de escritura local; muy a menudo, las tablillas oficiales
portaban el sello identificativo. Sin duda, la unificación de la escritura fue
el embrión de reforma administrativa del imperio. Levantó fortalezas e hizo
obras hidráulicas; reconstruyó templos, especialmente el Ekur, el santuario de
Enllil en Nippur. Naran-Sin acariciaba el sueño de Sargón: era señor veraz de
las “Cuatro Regiones”; así detentó el control del comercio que propició la
riqueza del país.
La
prestancia del rey determinó que quisiera investirse de atributos divinos. Hizo
inscribir una “estrella”, símbolo de la divinidad, ante su título de “Rey de
las Cuatro Regiones”; exigió de sus artistas que le plasmaran con la tiara
dotada de cuernos, símbolo de la divinidad; y determinó que sus siervos le
llamaran “poderoso dios de Akkad”. Como hiciera su abuelo, nombró a su hija
sacerdotisa principal del templo del dios Sin en la ciudad de Ur. Seguramente,
el monumento que mejor representa la grandeza conquistadora y la pretensión
divina del rey sea la “Estela de la Victoria”. Ensalza, por una parte, el
triunfo de Naran-Sin sobre los lulubitas, invasores extranjeros; por otra,
representa al rey ciñendo una corona con cuernos, símbolo de la divinidad; y finalmente,
muestra al soberano ascendiendo por la montaña que conduce al cielo. Debido a
su importancia simbólica, los elemitas, en el siglo XII a.C., robaron la estela
y la instalaron en Susa. Mientras los reyes sumerios, como señala la “Lista
Real Sumeria”, descendían del cielo a la tierra, la “Estela de la Victoria”
enfatiza como la realeza acadia asciende de la tierra hacia el cielo.
Sin
embargo, su reinado no estuvo exento de problemas. La solidez del imperio
dependía de la autoridad militar del monarca, sin estar fundada sobre la
cohesión jurídica del territorio; por eso cuando aparecía una crisis palaciega,
provocada por la ausencia del rey o la disensión entre los nobles, estallaban
disturbios en las regiones. Además, los llamados “extraños”, quienes no
pertenecían a los dominios de Naran-Sin, codiciaban las riquezas de Akkad a la
vez que estaban dolidos por la depredación que les infligían los acadios; así
los lulubitas, originarios del Luristán, al sur del actual Irán, y los Qutu,
procedentes de los Montes Zagros comenzaron a penetrar en el imperio. Tanto el
rey como las élites dominantes sufrieron la inquina del pueblo, pues la
desposesión de las tierras, iniciada ya en época de Manishtusu, para
entregarlas a la nobleza arrojaba a buena parte de la población a la
servidumbre. Como hemos expuesto, Sargón se hizo llamar “Rey de Kish” antes de
erigir la capital en Akkad; sin embargo, Naran-Sin desdeñó el título de “Rey de
Kish”. Cuando Kish perdió los privilegios que tenía por ser ciudad coronada,
brotó el descontento entre la población. El descontento de Kish unido al recelo
de Sumer, convertido en antaño en provincia por Manishtusu, alentó la rebelión
del Sur que fue reprimido con dureza por Nran-Sin. Además, la destrucción de Ebla y la guerra con
Elam eclipsaron el comercio, generaron pobreza y despoblación de los
territorios. En definitiva, la caída del comercio, las invasiones extranjeras,
la falta de cohesión jurídica, el descontento popular, y las sublevaciones
internas agrietaron los dominios acadios en los últimos años de Naran-Sin.
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