martes, 19 de septiembre de 2017

¿ESTUVO JEREMÍAS EN BABILONIA?


                               Francesc Ramis Darder
                               bibliayoriente.blogspot.com


Cuando la coalición medo-babilónica conquistó Nínive (612 a.C.), obligó al rey asirio, Asut-ubal-lit II, a refugiarse en Jarán. Entonces, Necao II (610-594 a.C.), deseoso de frenar el auge babilónico, marchó a Carquemis para auxiliar al rey de Asiria. Cerca de Meguido, Josías trabó combate con el farón; Necao venció al ejército judaíta y acabó con la vida de Josías (609 a.C.). Enterrado el monarca en Sión, el pueblo ungió a Joacaz, hijo de Josías (2Re 23,30). Necao fracasó en el empeño de salvar Asiria, pero acantonó sus tropas en Carquemis y dominó la región Siro-palestina; Judá quedó sometido a la vara faraónica. Cuando Joacaz llevaba tres meses en el trono (609 a.C.), Necao le hizo comparecer en Riblá, le destronó e impuso al país una indemnización; después nombró rey a Eliaquín, hijo de Josías, cambiando su nombre por el de Joaquín (609-598 a.C.).

     El cambio de nombre certificaba el vasallaje de Judá ante Egipto. El faraón llevó a  Joacaz a Egipto, donde murió. Joaquín entregó el tributo al faraón; pero, para reunir el montante, impuso un gravamen al país (2Re 23,31-35). Cuando el tributo recayó sobre las espaldas del pueblo, la miseria inundó Judá (17,11). El rey se edificó un palacio (22,13-19), y se rodeó de cortesanos adictos (14,14-18).  Jeremías recriminó la liturgia pomposa, ciega ante la injusticia: “explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda” (7,6). Conocedor del trágico final del santuario de Siló, anunció la ruina del templo de Sion. Denunció el desdén del rey hacia los profetas que antaño alentaron la reforma de Josías, fustigó la mendacidad de los escribas, y embistió contra la idolatría (8,1-11,23). Alertó sobre la hipocresía de los judaítas provocada por el miedo ante los egipcios (9,7). Jeremías propuso como modelo de conducta el estilo de los recabitas: los herederos de Jonadab, hijo de Recab, que vivían en tiendas, signo de equidad social (35,1-19).

    La saña con que embistió contra los desmanes de Joaquín, desencadenó el furor de la corte; así Pasjur, mayordomo del templo, mandó azotar al profeta y lo metió en la cárcel (20,1). Jeremías, fiel a su vocación, lamentó la desgracia de Joacaz y exigió la decencia de Joaquín: “Tu padre (Josías) […] practicó el derecho y la justicia” (22,15). La respuesta de los sacerdotes, los profetas y la turba fue cruel: “Eres reo de muerte” (26,8). Ante el tribunal, Jeremías desoyó la amenaza: “haced de mí lo que os parezca”, y exigió la coherencia ética: “enmendad vuestra conducta” (26,13.14). Algunos ancianos solicitaron el indulto, y Ajicán, hijo de Safán, impidió que la turba acabara con su vida (26,24).

    Las tropas babilónicas vencieron a los egipcios en Carquemis (605 a.C.). Tras la muerte de Nabopalasar (626-602 a.C.), Nabucodonosor II subió al trono babilónico (605-562 a.C.). Cuando el nuevo rey subyugó Filistea (604 a.C.), Joaquín rompió el vasallaje egipcio para someterse a Babilonia. Jeremías, alarmado por la decisión, dictó un discurso a Baruc, su secretario, para que lo leyera ante quienes iban al templo. El discurso recogía, por una parte, la  reflexión del profeta sobre la situación del país; y, por otra, proclamaba la exigencia ética: “A ver si […] abandona cada cual su mala conducta” (36,7). Atónitos por la proclama, algunos nobles conminaron a Jeremías y Baruc a buscar refugio ante la amenaza de la corte. No obstante, informaron al monarca del contenido del escrito; el escriba Jehudí lo leyóen la sala del trono. A medida que Joaquín escuchaba el escrito, arrancaba las páginas y las arrojaba al fuego. Tras la lectura, Joaquín ordenó la detención de Jeremías y Baruc, pero no pudo encontrarlos.


    La obsesión de Joaquín por conservar el cetro ponía en jaque el futuro de Judá. La historia confirmó el presagio de Jeremías. Nabucodonosor fracasó en la conquista de Egipto (601 a.C.); entonces Joaquín, después de tres años de sumisión babilónica (604-601 a.C.), hincó la rodilla ante el faraón. El emperador, dolido de la afrenta, desplegó bandas de salteadores contra Judá. A finales de 598 a.C., Nabucodonosor embistió contra Judá; en el fragor de la confusión, murió Joaquín y Jeconías ciñó la corona (22,18; 36,30).

No hay comentarios: