Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
Como afirman los arqueólogos, entre el 10.000 y el 7.500,
Oriente comenzó a salir de Paleolítico para adentrase en una etapa de
transición al Neolítico. Tanto en Palestina, en lugares como Jericó, Mallaha,
Behida, como en la falda de los Zagros (Tepe Asiab), las poblaciones salieron
de las cuevas para establecerse en cabañas circulares, a menudo estacionales,
al aire libre; aunque practicaran al caza y la recolección de frutos
silvestres, comenzó el cultivo de algunas plantas y la domesticación de los
primeros animales.
La etapa que
media entre el 7.500 y el 6.000 contempló el Neolítico precerámico,
caracterizado por la ausencia de vasijas de barro en el ajuar domestico. Las agrupaciones
de cabañas circulares, propias de las últimas etapas del paleolítico, dieron
lugar a las primeras aldeas estables con casas de planta rectangular. Aunque la
caza y la recolección fueran significativas, la subsistencia radicaba en el
cultivo de cereales y legumbres, y en rebaños de ovejas, cabras y cerdos.
Importantes asentamientos florecieron en Palestina (Nahal Oren, Jericó, Beidha,
Munhata), Siria (Mureybit), Anatolia (Hacilar) y la falda del Taurus y los
Zagros.
La creciente
evolución cultural dio lugar al Neolítico cerámico (6.000-4.500), donde aparece
la cerámica en el ajuar cotidiano. La elaboración de cerámica, primero a mano y
después en el torno, facilitó la conservación y la cocción de alimentos que favoreció,
a su vez, la calidad de vida entre los habitantes de las aldeas. Comenzó la
irrigación de los cultivos, la producción de cerámica, la elaboración de
tejidos de lana y lino, creció la superficie cultivaba y la magnitud de los
rebaños; los vegetales y animales domesticados comenzaron a transferirse a
regiones donde alcanzaron mayor desarrollo. La arqueología atestigua las
manifestaciones religiosas, significadas en la memoria de los antepasados y en
el culto de la fertilidad. La arqueología constata que el esplendor del período
no se dio en Palestina, sino en Anatolia (Chatal-Hüyük), Irán (Ganj Dareh) y
Mesopotamia.
La región mesopotámica vio florecer la primera
cultura neolítica en Umm Dabaghiyah, situada en la zona norte de la llanura
aluvial (6.000-4.500); es decir, en Umm Dabaghiyah floreció una forma de vida
propia del neolítico que se extendió por la región mesopotámica. A partir de
esta cultura, florecieron otras tres que de modo simultáneo colonizaron las
regiones mesopotámicas, a saber, Hassuna en la región central, Halaf en la zona
norte, y Samarra en las tierras del sur (5.500-4.500). Estas culturas supieron
aprovechar la riqueza del cauce fluvial para extender el cultivo de regadío;
nacieron entonces nuevas técnicas y nuevas herramientas para la industria
agropecuaria; aumentó el número de rebaños y la producción agrícola; creció la
industria textil y cerámica; apareció el uso del adobe, moldeado con arcilla,
más eficaz para la construcción que los muros de barro y grava; la caza y la
recolección, como eje de la subsistencia, dieron el paso definitivo hacia la
agricultura y la ganadería; comenzó a utilizarse el cobre nativo para pequeños
utensilios, como pueden ser las agujas, o para proteger puntas de flecha
talladas en piedra.
Las últimas
etapas del neolítico abren la puerta al período calcolítico (4.500-3.500). Contempla
como las aldeas neolíticas van convirtiéndose en núcleos urbanos complejos,
capaces de engendrar la civilización, el culto religioso organizado, la diversidad
de clases sociales, la desigualdad en la distribución de la riqueza y, en
último término, la incipiente estructura del estado. El proceso de trasformación
de las aldeas en núcleos urbanos complejos dio lugar a la aparición de dos
culturas sucesivas en el sur de Mesopotamia durante el calcolítico: Eridu
(5.000-4.500) y el Obeid (4.500-3.500). Veámoslo.
1.1.Cultura de Eridu (5.000-4.500).
La región de Eridu se sitúa en el sur de Mesopotamia, en
la parte occidental del Eúfrates. Los arqueólogos han establecido tres
hipótesis para determinar el origen de la cultura de Eridu; apuntémoslas en sus
rasgos esenciales. La primera constata como la región ofrece condiciones
óptimas para la agricultura de regadío; por eso los habitantes de la zona
pudieron ahondar en las técnicas iniciadas en el neolítico hasta dar origen,
sin la ayuda decisiva de poblaciones extranjeras, a la cultura de Eridu. La
segunda vertebra un proceso más complejo. La cultura de Samarra, situada más al
norte, había desarrollado la agricultura de secano junto a un incipiente cultivo
de regadío, en lugares como Choga Mani o Tell es-Sawan; mientras la zona sur
ofrecía condiciones naturales óptimas para el mayor desarrollo del regadío.
Aconteció que la agricultura de secano, mayoritaria en Samarra, fue
insuficiente para mantener la creciente población de la zona; entonces, algunos
pobladores de Samarra emigraron al sur y, avezados al naciente regadío de su
propia región, lo colonizaron e iniciaron la cultura de Eridu; algún aspecto de
la arquitectura y la cerámica de Eridu juegan a favor de la influencia de
Samarra. La tercera hipótesis sitúa el origen de la cultura de Eridu en la
región de Kuzistán, al este en la zona irania. Los estudiosos entienden que el
Kuzistán contempló el desarrollo neolítico, en las zonas de Ali Kosh y Mohanmad
Giaffar, hasta dar origen a la cultura de Tepe Sabz que refleja el incipiente
regadío y la primera domesticación del ganado bovino durante el último
neolítico. Entonces, algunos clanes del Kuzistán penetraron en el sur
mesopotámico y, capacitados para la agricultura de regadío y la domesticación bovina,
colonizaron la región engendrando la cultura de Eridu; algunas herramientas, tipos
de cultivo, y aspectos cerámicos favorecen la hipótesis. ¿Qué cabe pensar de
las hipótesis apuntadas?
La cultura de
Eridu se levanta sobre tres pilares esenciales. El desarrollo agropecuario,
centrado en el regadío y la domesticación de animales; la formación de aldeas
complejas, a modo de ciudades, con población diversificada y especializada en
diferentes tareas; y la construcción del templo central desde donde las
autoridades orientan el destino de la comunidad. Hacia el 5.000, la cultura de
Eridu erigió los primeros templos, a modo de edificios significativos, con una
doble función. Por una parte, constituían el ámbito comunitario donde rendir
culto a las divinidades protectoras de la aldea; el culto abandonó el ámbito
doméstico de las casas particulares, donde el cabeza de familia presidía las
celebraciones, para alojarse en un templo solemne, separado de las demás casas,
donde una familia, encargada del lugar por tradición, ejercía la liturgia a la
que acudían los fieles. Por otra, el templo detentaba la tarea económica
concerniente a la distribución de bienes entre la comunidad; era el ámbito
donde las familias podían intercambiar los bienes que producían. Las funciones
del templo propiciaron que sus dirigentes detentaran, con el paso del tiempo,
la autoridad sobre los moradores de Eridu, autoridad refrendada por el aura
religiosa.
La cultura de
Eridu, asentada en la feracidad de la zona, producía un excedente alimentario
que permitía el aumento de población, alentaba el comercio, y centralizaba la
sociedad en torno al templo. Por eso se extendió dando lugar al período
conocido como Haggi Mohammed, donde la cultura de Eridu abrazó toda la llanura
aluvial, desde Eridu hasta Kish y Choga Mani, hasta adentrarse en la región del
Kuzistán, al este.
1.2.Cultura de El Obeid (4.500-3.500).
En continuidad evolutiva con los períodos de Eridu y
Haggi Mohamed (5.000-4.500), florece la cultura de El Obeid (4.500-3.500),
cuyos asentamientos principales afloran en Eridu, El Obeid y Ur. El período
temprano de El Obeid (4.500-4.000) contempló la excavación de canales para la
irrigación de tierras áridas, el drenaje para transformar pantanos insalubres
en cultivos feraces, el arado de tracción animal, las hoces de terracota, ganado
bovino y caprino, la explotación de palmeras y hortalizas, y el desarrollo de
la pesca. El desarrollo agropecuario abrió las puertas al período tardío de El
Obeid (4.000-3.500). El excedente agropecuario, acrecido por el uso del arado
de siembra, favoreció el desarrollo cultural y comercial que aceleró la
estratificación social, la diversificación del trabajo, y la especialización
artesanal alentada por la aparición de la metalurgia del cobre y el uso del
torno lento, llamado de mano, para la elaboración de cerámica de mayor calidad.
La diversidad de ajuares funerarios, suntuosos o modestos, testimonia la
diversidad de clases sociales. El desarrollo de El Obeid tardío despuntó en la
construcción de templos magnificentes; erguidos sobre plataformas, oficiaban el
culto comunitario y acreditaban la existencia de una clase política que,
envuelta en el aura religiosa, regía el destino de la comunidad y regulaba la
distribución de los bienes producidos por la comunidad. En definitiva, el
desarrollo cultural tuvo como resultado un notable crecimiento de la población,
la especialización hereditaria de la tarea artesanal y agropecuaria
(agricultura, ganadería, pesca), la consolidación de clases sociales
(agricultores, artesanos, sacerdotes, soldados, dirigentes), y la aparición de la
élite hereditaria que, vinculada al templo, dirigía el destino de la comunidad.
Desde el golfo
pérsico hasta el río Harbur, la cultura de El Obeid coloreó el aspecto de la llanura
mesopotámica; incluso el estilo de su cerámica alcanzó el norte de Siria, el
sureste de Anatolia y la meseta irania. Sin embargo, la escasez minerales
metálicos y de materiales de construcción en la llanura incentivó el comercio
con el exterior. La cultura de El Obeid exportaba bienes agropecuarios e
importaba diorita y turquesa de Afganistán, ematita de la región iraní, madera
del sureste de Siria, y obsidiana y cobre de Anatolia; como atestigua la
arqueología, la influencia de El Obeid alentó el desarrolló de las zonas con
las que mantenía relaciones comerciales y culturales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario