viernes, 23 de octubre de 2015

¿CUÁNDO ESCRIBIÓ LUCAS EL EVANGELIO?

                     
              
                                                                         Francesc Ramis Darder


Si nos atenemos a la opinión de numerosos especialistas deberemos datar la redacción definitiva del tercer evangelio entre los años 80-90. Los estudiosos del texto de Lucas sitúan su redacción en la provincia romana de Acaya. Dicha provincia, geográficamente, se ubica en el sur de Grecia. Dos son los argumentos que han llevado a los exégetas a situar la redacción de la obra lucana en la provincia de Acaya y, datarla entre los años 80-90.


    Por una parte cuando se analizan las características del texto griego de este evangelio, puede constatarse que el estilo literario y el vocabulario son semejantes  a los utilizados en el sur de Grecia en aquellas fechas.


    Por otra parte disponemos del testimonio de algunos autores antiguos que hablan de la situación en la que se escribió este evangelio. Tanto la obra de  Ireneo de Lyon, como el llamado "Prólogo antimarcionita", y un minúsculo manuscrito antiguo conocido con el nombre de "Fragmento Muratoriano"; nos dicen que la obra de Lucas vio la luz en la provincia de Acaya.


    ¿ Dónde está y cuáles son las características de la provincia romana de Acaya ?.


    Como decíamos antes se encuentra en la zona sur de la península Helénica. Su geografía nos descubre ciudades importantes como son Corinto y Atenas. En tiempos antiguos había sido el centro del mundo y el foco de la cultura clásica. Los grandes filósofos, Platón y Aristóteles, habían expuesto allí su pensamiento. También allí, Jenofonte escribió su historia. La provincia de Acaya, en sus mejores tiempos, había contemplado la obra de los más eximios arquitectos: La Acrópolis, El Partenon. Había admirado las obras escultóricas de Fidias y Praxíteles y, venerado el genio militar de Pericles. Sin ninguna duda, aquella zona, había constituido el centro cultural del mundo clásico.


    Pero, ¿ qué quedaba en el siglo I de todo aquel esplendor cultural ?.


    Prácticamente no quedaba nada. Los romanos habían conquistado aquellas tierras y las habían incorporado a su naciente Imperio. En la mente y el sentir de las gentes únicamente restaba el recuerdo borroso del pasado. Recordaban la obra de sus antiguos filósofos y escritores, y admiraban la obra de sus artistas. Pero ahora, ya no eran el centro del mundo. Se limitaban a ser una provincia remota en un lugar empobrecido del Imperio Romano. La gente vivía sin esperanza. " Antes éramos el centro del mundo y ahora nos hemos convertido en nada "; tal vez fueran estas palabras, las que anidadas en el corazón de los hombres les hundieran cada día más en la desesperación.


    La desesperanza engendra siempre la angustia y el miedo. Y con el miedo no se puede vivir. Los habitantes de Acaya necesitaban sobrevivir, pero observaban que ya no les quedaban fuerzas para sacar su vida adelante. En su abatimiento pensaban que tan solo alguien venido de fuera podía salvarles. Para sobrevivir no les quedaba otra alternativa que servir a los pequeños señores (los tiranos); que, de una manera semejante al régimen feudal, administraban aquella zona empobrecida y remota.


   Interiormente pensaban que nada ni nadie podía cambiar.  Lentamente iban depositando su confianza y su vida en las manos de aquellos pequeños reyezuelos, implorándoles que, dejando caer unas migajas de pan, les permitieran seguir viviendo.


    En este ambiente social y cultural nació la primitiva comunidad cristiana de Acaya. Pablo, el apóstol de los gentiles, habría anunciado en aquellas tierras el evangelio de Jesús. Los cristianos de aquella primitiva Iglesia procedían del paganismo y estaban imbuidos en la cultura popular griega.



    La predicación cristiana anunció a aquellas gentes un acontecimiento fundamental en su existencia: Cristo es el único Señor de la vida. Ya no era necesario mendigar migajas de pan a los pequeños "señores" -los tiranos-, para conseguir sobrevivir. Cristo era el único "Señor", solamente de El brotaba la misericordia que hacía de la existencia humana una realidad digna de ser vivida. 

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