Francesc Ramis Darder
bibliayoriente
La familia de Ciro II
había gobernado el reino de Anshan durante tres generaciones; así lo refiere el
“Cilindro de Ciro”: “Ciro, rey del universo […] hijo de Cambises […]
descendiente de Teispes […] rey de Anshan” (TUAT I, 407-410). Ciro II (559-530 a.C.),
soberano de Anshan, comenzó su reinado con la conquista de los minúsculos
reinos vecinos. Sus antecesores, Cambises I o Teipses, habrían incorporado el
principado de Fars, y como sentencia el mismo Cilindro, Ciro restauró los
santuarios de Susa y Dêr, eco de la conquista de ambas ciudades y su territorio
respectivo.
Sin duda, el éxito del rey persa en territorio iranio suscitó el
recelo de Astiages, soberano de los medos, que determinó el enfrentamiento con
Ciro. Antes de la batalla (550 a.C.), el ejército medo se sublevó contra
Astiages y entregó a su rey, como prisionero, a Ciro; de ese modo, Ciro se
hacía también con el control del ejército medo. A continuación, Ciro entró en
Ecbatana, capital de los medos, para depredar sus riquezas y llevarlas a Anshan
(ABC, nº 7, II 1-4). Siendo dueño de Anshan y de los pequeños reinos vecinos,
la victoria sobre Astiages otorgó a Ciro el dominio sobre el territorio medo,
desde la meseta irania hasta el río Halys en Anatolia.
La derrota de los medos provocó el estallido
de varios conflictos que acabaron con la conquista persa de Lidia y Babilonia;
pues la victoria persa anuló la autoridad de los medos sobre Lidia, en
Anatolia, sometida antaño al tutelaje de Astiages, soberano medo. Aprovechando
la caída de los medos, Creso, rey de Lidia, ocupó Capadocia, pero fue derrotado
por los persas en Pteria (ca.540 a.C.). Tras la victoria, Ciro conquistó la
capital lidia, Sardes, y se anexionó el reino de Creso (Herodoto, 1,79-81). Con
intención de administrar el país, nombró tesorero a un noble local, Pactias, a
las órdenes de Tabalo, dignatario persa. Sin embargo Pactias, todavía fiel a la
autoridad de los medos derrotados por Ciro, rapiñó el tesoro de Sardes para
urdir la rebelión de las ciudades griegas, establecidas en el occidente
anatolio, contra el dominio persa.
Ahora bien, Mazares, jefe del ejército
persa, acabó con Pactias y asentó la autoridad de Ciro en el territorio medo. A
la muerte de Mazares, el nuevo jefe de las tropas, Harpalo, acalló militarmente
la revuelta de las ciudades griegas de la costa anatolia (Caria, Caunia,
Licia), rebeldes contra el dominio persa.
Al decir de la historia, Lidia mantenía una
alianza con Babilonia; por eso la caída del reino de Creso alentó la guerra
entre babilonios y persas. Como expusimos en el capítulo anterior, las
rencillas entre Nabónido, rey de Babilonia, y el clero de Marduk, junto a los
devaneos religiosos del monarca babilonio, y el descontento de la población con
la clase dirigente, favorecieron el triunfo de Ciro. El soberano persa derrotó
a los babilonios en Opis; aceptó la rendición de la ciudad de Sippar; y, por la
espada del general Gobrias, conquistó Babilonia (539 a.C.). Ciro entró
solemnemente en Babilonia, la capital; recibió la pleitesía de la población y del
clero de Marduk. El mismo rey ofició el culto de Marduk, y permitió a diversos
grupos, entre ellos los judíos, deportados en tiempos de Nabucodonosor a
Babilonia, regresar a sus países de origen.
La astucia diplomática empujó a
Ciro a contar con la elite local babilónica para las tareas de gobierno y a
respetar la tradición cultural y religiosa del pueblo; así lograba, casi sin
esfuerzo, la sumisión del reino
conquistado. La conquista de Babilonia añadía al imperio persa el territorio
que media entre la frontera con Egipto y las estibaciones de los Zagros. Tan
vasto dominio determinó que Ciro nombrara a su hijo Cambises virrey de
Babilonia (538-537 a.C.). No obstante, muy pronto depuso a Cambises, por
razones inciertas, e instaló a Gobrias al frente de la región babilónica
(527-522 a.C.); conviene precisar que el gobernador Gobrias es un personaje
distinto del general Gobrias que conquistó la ciudad de Babilonia. El
gobernador reforzó el papel administrativo de las ciudades del virreinato
babilónico; desde esta perspectiva, el regreso de los primeros deportados a
Jerusalén puede inscribirse en la intención de los gobernantes persas para
fidelizar el papel de la administración judía, establecida en Jerusalén,
territorio fronterizo con Egipto (538 a.C.).
Conquistada Babilonia, Ciro dominó el este de
Irán y Asia central (Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán); incluso
extendió su autoridad, aunque fuera mediante campañas contra potenciales
enemigos, hasta el río Jaxartes. La magnitud del imperio impulsó a Ciro a
instaurar una nueva capital, al noroeste de Anshan, Pasagarda. El empeño del
monarca por unificar el imperio determinó que cincelara la capital con el arte
de las diversas regiones que trenzaban el imperio: construcciones de estilo asirio,
esculturas de corte jonio, o la propia tumba de Ciro, sobre plataforma
escalonada, eco artístico del occidente anatolio. Al decir de Ctesias y
Herodoto, Ciro murió asesinado (530 a.C.) en el curso de una campaña hacia
Oriente (Herodoto, 1,205-214); fue enterrado en Pasagarda y, muy pronto, la
tradición popular, recogida por los antiguos, magnificó sus gestas (Jenofonte,
Ciropedia 1-2).
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