Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
Como dice la Sagrada Escritura, en Navidad
celebramos la encarnación del Hijo de Dios: “Al principio existía el que es la
Palabra. La Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios [...] Y el que es la
Palabra se ha hecho hombre y ha habitado entre nosotros” (Jo 1,1-18).
La
celebración de Navidad no recae solo en el 25 de diciembre; sino que es un tiempo
litúrgico más largo. Comienza con la Misa del Gallo, y acaba el 7 de enero, fiesta
del Bautismo del Señor. El tiempo de Navidad presenta cuatro fiestas principales
para contemplar que el Hijo de Dios se ha hecho hombre.
El
día de Navidad celebramos la Natividad del Señor; en este día, el evangelio explica
que Jesús se revela a los pobres, representados por los pastores que acuden a
adorarlo a la cueva de Belén (Lc 2,8-12). En el día primero del año, conmemoramos
a Santa María, Madre de Dios; recordamos que Jesús, nacido de una mujer, es el
Salvador del Mundo (Gal 4,4-7). La solemnidad de Epifanía revela que el Dios hecho
hombre, Jesús de Nazaret, se manifiesta a la Humanidad entera, simbolizada por los
sabios que le ofrecen oro, incienso y mirra (Mt 2,1-12). En la fiesta del Bautismo
del Señor contemplamos cómo Jesús se revela a los pecadores, representados por los
hebreos que van al Jordán a recibir el bautismo de Juan (Mc 1,9-11).
Durante
el tiempo de Navidad, participemos en las celebraciones litúrgicas. En casa,
meditemos los Evangelios de la Infancia (Mt 1-2; Lc 1-2). Vivamos la alegría
cristiana. Estemos cerca de los pobres: colaboremos con Cáritas parroquial. Busquemos
tiempo para la oración. Reforcemos las relaciones familiares y el contacto con
los amigos. En toda ocasión, demos testimonio de Jesús, el Salvador de la
Humanidad entera. ¡Feliz Navidad!
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