Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
Los habitantes de la provincia de Acaya buscaban la salvación en el servilismo dirigido a los pequeños
"señores" que gobernaban aquel pobre y perdido territorio del sur de
Grecia. Cada vez aumentaba su desesperanza y su certeza en la imposibilidad de
salir del creciente desaliento. Lucas les dirá que Cristo es el verdadero
"Señor". El único en quien vale la pena creer, el único que salva; el
único que en la situación desesperada de sus vidas puede dotar de sentido a su
existencia.
Jesús es el Señor que salva y libera.
Aparece aquí un segundo aspecto de Jesús: El es el Salvador. En todo el
evangelio se observa la salvación que Jesús ha venido a otorgarnos. Jesús es el
Señor que salva. Pero su salvación no se realiza desde el poder ni desde el
tener, ni tampoco desde la apariencia deslumbrante. Jesús es el Señor que salva
actuando desde la misericordia y la ternura con los pobres y los débiles.
El tema del Cristo misericordioso ha sido
considerado como el tema fundamental en este tercer evangelio. Basta echar una
rápida ojeada a las parábolas de la misericordia (Lc 15) y a todas las escenas
de perdón. Pero nuestro vocabulario cotidiano confunde, habitualmente, el significado
de dos palabras: Misericordia y lástima. Ambas voces adquieren un significado
muy distinto. Convendría distinguirlas antes de proseguir nuestro estudio.
La palabra "misericordia" se
origina en la lengua latina y es el resultado de la suma de dos términos
distintos: "Miser" que significa "pobre", y
"corda" que traducimos por "corazón". La
"misericordia" es la capacidad de entregar algo de mí mismo a la
pobreza del corazón de mi hermano. Así actúa siempre Jesús: Al corazón pobre de
la pecadora Jesús le entrega el perdón; a la mirada deshecha de Pedro en las
negaciones Jesús la llena con el consuelo; el sufrimiento desesperado del buen
ladrón en la cruz lo colma el Señor con la certeza de Reino. La misericordia
pasa siempre por el esfuerzo de arrancar algo de mi, para que sirva al
crecimiento humano del otro.
¡ Que distintas son la lástima y la
misericordia ! La lástima implica darse cuenta de la pobreza del otro y
sentir; por qué no, remordimiento ante el dolor del hermano. Pero la lástima acaba
siempre por pasar de largo ante el sufrimiento del prójimo y tolerar que el
estado de opresión se mantenga de manera permanente. La
"misericordia", recordémoslo, es algo muy distinto: Entregar algo de
mi mismo a la pobreza del corazón de mi hermano para que este crezca en
humanidad. La misericordia es una gran
virtud, la lástima no pasa de ser un triste defecto.
Cristo, el Señor que libera desde la
misericordia, se caracteriza -especialmente en este evangelio-, por una actitud
constante de plegaria: El contacto permanente y fiel con el Padre. En los
momentos cruciales de su vida el texto nuestra a Jesús en actitud de profunda
oración: (3, 21) en el bautismo; (5, 16) durante la predicación; (6, 12) al
elegir a los Doce; (9, 18) antes de exigir a los discípulos una opción radical;
(9, 28-29) durante la transfiguración; (11, 1) la relación filial de Jesús;
(22, 39-46) Getsemaní; etc. A la vez que es ejemplo de actitud orante, Jesús
recomienda la oración a todos sus seguidores (11, 5-8; 18, 1-8).
Así como Jesús es el gran protagonista del
Evangelio, el Espíritu Santo lo es del libro de los Hechos. Pero también en el
evangelio se halla presente la acción del Espíritu. Destaca la relación del
Espíritu con la persona de Jesús (4,
1.14.18; 10, 21); y también con la comunidad creyente (1, 15.41.67; 2, 25 - 27; 3, 16; 11, 13).
No hay comentarios:
Publicar un comentario