Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
El ocaso del mal
Acostumbrados a la
persecución, los discípulos de Jesús desconfiaban del advenimiento del día en
que la humanidad viviría hermanada en la fraternidad. Con intención de
devolverles la esperanza, el Señor les dijo: “Habrá señales en el sol, en la
luna y en las estrellas […] pues las potencias del cielo quedarán violentamente
sacudidas” (Lc 21,25-28). Jesús toma un ejemplo de la naturaleza, los astros
del cielo, para explicar el ocaso definitivo del mal.
La mentalidad oriental percibía bajo la imagen
del sol la metáfora de quienes consumen su vida tras el afán de poder.
Contemplaba bajo la figura de la luna, el rostro del hipócrita que se deshace
por las apariencias. Entendía tras las incontables estrellas la identidad de
quien acapara bienes sin medida. Como sentencia Jesús, al final de los tiempos morirá
la idolatría, oculta bajo la mención de los astros, y brotará el mundo “muy
bueno” que Dios previó al origen de los tiempos (Gn 1,31).
No obstante, el cosmos “muy bueno” no emergerá
por arte de magia. Nacerá de la semilla, símbolo de la fuerza transformadora
del evangelio, que los discípulos siembren en el corazón de la humanidad (Ju
15,16-17).
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