Francesc Ramis Darder
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El Jardín del Edén
Como señala la
Escritura, el Señor formó al hombre, Adán, con el polvo de tierra; después,
tomó una de sus costillas para conformar a la mujer, Eva (Gn 2,4-25). La pareja
constituye la metáfora de la humanidad entera. El Señor los alojó en un jardín,
lleno de árboles feraces y rodeados de animales. Adán y Eva, el jardín, los
animales y los árboles frondosos simbolizan la armonía entre la naturaleza y
la sociedad humana.
La armonía subsistirá mientras la
humanidad, eco de Adán y Eva, no coma del “árbol de la ciencia del bien y del
mal” (Gn 2,9). El árbol representa la ley de Dios, y el hecho de comer refiere
el empeño por destruir la ley divina. El mundo feliz subsistirá mientras la
humanidad “respete la justicia, ame la fidelidad, y se conduzca humildemente
ante Dios” (Miq 6,8).
Sin embargo, Adán y Eva comieron del árbol
con la misma vanidad que la sociedad humana sucumbió a las zarpas de la
injusticia. La tierra dejó de ser un jardín para llenarse de espinas y abrojos,
mientras la paz humana se destejía entre la guerra y la injusticia (Gn 3,18; Is
3). Surge una pregunta: ¿no será nunca posible trenzar una sociedad feliz y un
mundo armónico?
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