martes, 5 de abril de 2016

¿QUÉ ES EL REINO DE DIOS?


                                                Francesc Ramis Darder
                                                 bibliayoriente.blogspopt.com


Observando leyes complejas, los fariseos imploraban la intervención divina que instaurara el Reino de Dios; mientras los saduceos, recostados en la opulencia, suspiraban por la riqueza terrenal. Jesús también anunciaba el advenimiento del Reino Dios, pero de uno modo distinto. Como expuso en el Sermón de la Montaña, el Reino de Dios brota cuando la comunidad humana, abierta al amor divino, vive hermanada en la fraternidad (Mt 5,1-12). El Reino de Dios, plantado en la tierra por quienes viven según las pautas de Jesús, alcanzará la plenitud al final de los tiempos, cuando irrumpan “los cielos nuevos y la tierra nueva”, metáfora del triunfo del proyecto divino en bien de la humanidad entera (Ap 21,1-8). Conviene precisar que la expresión “Reino de Dios” corre pareja a “Reino de los cielos”, pues son dos formas de expresar la misma realidad. El Reino de Dios proclamado por Jesús presenta dos características esenciales. 

    En primer lugar, el Reino de Dios que propone Jesús no es algo “que tenga que venir” por la escrupulosidad en la observancia de ley, ni pueda adquirirse a cambio de riqueza; es algo que se manifiesta con la misma presencia de Jesús en la sociedad humana. Oigamos la voz el Evangelio. Cuando Jesús entró el sábado en la sinagoga de Cafarnaún, vio un hombre con la mano atrofiada, le dijo: “Extiende la mano”, la extendió y quedó curada (Mc 3,1-6). Cuando Jesús atravesaba con sus discípulos el Mar de Galilea, las aguas se encresparon; entonces increpó al viento y sobrevino una gran bonanza (Mc 4,35-41).

    Desde la perspectiva catequética, el hombre de la mano atrofiada simboliza la  sociedad humana paralizada por la idolatría; la palabra de Jesús devuelve la movilidad a la mano, símbolo de la sociedad que, atenta al evangelio, recupera el gozo de vivir. Desde el prisma simbólico, el mar encrespado evoca el mundo convulso que amenaza la existencia humana; pero la presencia de Jesús transforma el mar agitado en las aguas calmas, metáfora de la humanidad reconciliada en el amor. Tanto el hombre de la mano curada como el mar tranquilo constituyen la metáfora del Reino de Dios que adviene con la misma presencia de Jesús.

    En segundo término, el Reino de Dios nace cuando el cristiano pone en práctica la enseñanza evangélica; dice Jesús: “No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). Como enfatiza el evangelio, quien da de comer al hambriento, da de beber al sediento, acoge al emigrante, viste al desnudo, cuida al enfermo, o visita al preso siembra en su entorno la semilla del Reino de Dios (Mt 25,31-46). El testimonio cristiano conforma la presencia de Jesús en la sociedad humana; por eso cuando el cristiano ahorma su vida con las pautas del evangelio engendra, como hacía Jesús, el Reino de Dios.

    Cuando Jesús anunciaba el Reino de Dios, proponía el estilo de vida que llena de sentido la existencia humana; pues la conversión, la plegaria y la vivencia de las Bienaventuranzas encauzan la vida por la senda del Reino de Dios.

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