sábado, 8 de marzo de 2014

CÓDIGOS LEGALES ISRAELITAS


                                                            Francesc Ramis Darder


 La sociedad israelita antigua constituía una realidad compleja, cuya unidad básica era la familia. Un conjunto de familias formaba un clan, y la asociación de clanes constituía la tribu. A menudo, varias tribus se aliaban entre sí para hacer frente a un enemigo común (cf. Jue 4,6). La reunión periódica de las tribus propició la confederación de algunas formando los reinos de Israel y Judá. En los ámbitos de la familia, el clan, la tribu, y el reino fueron naciendo leyes para regular la conducta de individuos y grupos.

   Durante el período de la conquista de la tierra, los procesos judiciales tenían lugar a las puertas de la ciudad donde los ancianos dirimían lo litigios (Rut 4,1-12); existían, también, personajes que impartían justicia entre los litigantes, un ejemplo concreto lo constituye la profetisa Débora que era juez en Israel (Jue 4,4).

    Una vez constituidos los reinos de Judá e Israel, la corte adquirió importancia jurídica.[1] La religión constituía una pieza clave de la sociedad israelita y los santuarios desempeñaban un papel legislativo notable.[2] Las leyes emitidas por los jueces, el rey, los santuarios y el templo de Jerusalén fueron multiplicándose y afinándose por dos razones: la necesidad de aplicar los principios generales a casos concretos, y la imperiosa necesidad de adaptar la ley a nuevas situaciones.[3] 

    Las leyes emitidas fueron recopilándose según varios criterios. El criterio mnemotécnico permite memorizar los preceptos fundamentales. Con ese método, y apelando al número de dedos de la mano, se confeccionaron el Decálogo Ético (Ex 20,1-17; Dt 5,6-22) y el Decálogo Cultual (Ex 34,14-28). Utilizando el sistema sexagesimal se elaboró el Dodecálogo Siquemita (Dt 27,15-26). Algunos preceptos se aglutinaron por la semejanza de estilo en su formulación jurídica (Ex 21,12-17), y otros por poseer un contenido parejo (Ex 23,14-19; Lv 18,6-23).

   Aparecen, además, notables agrupaciones de leyes en tres códigos: Código de la Alianza (Ex 21-23), Código Deuteronómico (Dt 12-26) y Ley de Santidad (Lv 17-26)_.




[1] . El rey asumió la tarea de impartir justicia: Saúl inflige un castigo a Amalec cumpliendo la orden divina trasmitida por Samuel (1Sam 15,1-4); ha devenido paradigmático el juicio de Salomón (1Re 3,16-28); y la sentencia emitida por el rey de Israel en favor de la mujer sunamita en la época del profeta Eliseo (2Re 8,1-6).
[2] . Además de regular el ceremonial litúrgico, dirimían cuestiones penales y civiles. Junto a los santuarios importantes (Guilgal, Betel, Siló) se celebraban encuentros (cf. Jos 24) donde las tribus intercambiaban su experiencia jurídica; y, frecuentemente, copiaban la normativa legal de los pueblos vecinos adaptándola a sus necesidades. Erigido el templo de Jerusalén, los sacerdotes de la Ciudad Santa legislaron sobre cuestiones sacrales, civiles y penales.
[3] . Los grandes principios legales debían aplicarse a casos concretos, naciendo de ese modo la casuística. El castigo derivado del incumplimiento del mandamiento “no matarás” (Ex 20,13) depende de diversos aspectos; debe determinarse si hubo alevosía en el asesinato (Ex 21,12-15), o si la persona muerta estaba cometiendo alguna tropelía contra quien le mató (Ex 22,1-2).

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