martes, 14 de agosto de 2012

ESTUDIOS SOBRE LOS LIBROS HISTÓRICOS

                                                                                                Francesc Ramis Darder

 La investigación sobre los libros históricos ha experimentado un enorme desarrollo. Quedan muy lejanos los tiempos en que el contenido de los libros históricos se debía entender literalmente; tan solo los planteamientos fundamentalistas continúan aferrados hoy en día a la interpretación literal historicista.

 Los estudiosos que emprenden el método histórico-crítico u otros métodos para aproximarse al contenido de la Escritura disciernen cuatro tipo de tradiciones históricas: Historia Deuteronomista (Js; Jue; I-II Sam; I-II Re), Historia Cronista (I-II Cr; aunque no todos los comentaristas están de acuerdo, podemos añadir: Esd y Ne), Epopeya Macabea (I-II Ma, cuya canonicidad no es aceptada por todos los cristianos), Historias Ejemplares (Tb, Jdt, Est, Rt; no todas las Iglesias cristianas aceptan el cariz revelado de: Tb, Jd, y los fragmentos griegos de Ester), Cinco Visiones Histórico-apocalípticas de Daniel (Dn 2.7.8.9.10-12).

 Las tradiciones históricas han sido objeto de numerosos estudios y comentarios cuidadosos.[1] A raíz de lo que acabamos de exponer, conviene apreciar algunos matices respecto de la percepción de las diversas tradiciones.

 El mundo protestante no admite la canonicidad ni de la epopeya macabea ni de los libros de Tobías y Judit ni tampoco de los fragmentos griegos de Ester. Las ediciones ecuménicas de la Biblia han resuelto la dificultad publicando generalmente los libros deuterocanónicos al final del AT. Conviene precisar que tanto la epopeya macabea como los libros de Tobías, Judit y los fragmentos griegos de Ester aparecen en la Septuaginta (LXX), evidentemente en griego. La cuestión sugiere que nos adentremos por un instante en el horizonte actual de los estudios sobre los LXX. El auténtico valor teológico y literario de la Septuaginta quedó un poco eclipsado en tiempos pasados por los estudios que tan solo se centraban en el valor de su naturaleza inspirada. Los estudios de P. Benoit (La Septante, est-elle inspirée?) decantaron las investigaciones hacia el aspecto literario y teológico, hasta que la obra de D. Barthélemy (L’Ancien Testament a mûri à Alexandrie?) mostró la madurez literaria y teológica que consiguió la Septuagintao dentro del marco de la diáspora alejandrina. Las investigaciones de P. Benoit, P. Grelot, D. Barthélemy y R. Le Déaut han subrayado el verdadero proceso doctrinal emprendido por la Septuaginta, recogido después en el NT, cuyas referencias al AT proceden, en gran medida, del texto griego nacido en Alejandría.

 La investigación actual profundiza sobre el origen y la conformación de la Septuaginta y analiza con mucho cuidado el contenido de la Carta de Aristeas.[2] Los estudios sobre la versión de los LXX se basaban, en buena medida, en la edición crítica de Rahlfs;[3] hay que notar el progreso que va alcanzando la edición de Göttingen con la intención de establecer, en opinión de los comentaristas, el texto griego de forma más precisa.[4] Presenta el texto griego, acompañado de los textos de las diferentes familias o grupos textuales, y de forma ecléctica aspira a reconstruir el texto más próximo al que fuera el original primigenio. No podemos dejar de mencionar el curso de la traducción francesa de la Septuaginta conocida como Bible d’Alexandrie, ni dejar tampoco de citar el progreso de la traducción española.[5] Últimamente se está investigando más a fondo la aportación de la Vetus latina[6] y de la Peshitta,[7] que contienen lecciones a menudo anteriores a las que figuran en los LXX.

 En relación con la historia deuteronomista (Js; Jue; I-II Sam; I-II Re), hay que decir que tanto el decurso de su redacción como su contenido teológico son objeto de un vivo debate. La postura clásica elaborada por M. Noth sostenía que antes del exilio no existían de manera independiente ninguno de los libros de la historia deuteronomista, ni tampoco documentos al estilo de los que integraban, según la opinión de Wellhausen, el Pentateuco (J; E; JE, D, P), que hablasen de los acontecimientos que empezaron en la época de los Jueces y acabasen con la narración de los últimos momentos de la monarquía judaita (Js 1,1- 2Re 25,30). En opinión de Noth, tan solo existían pequeños fragmentos que un autor exílico utilizó para componer la historia deuteronomista.

 En definitiva, M. Noth aseguraba que la historia deuteronomista era el fruto del trabajo de un solo autor, que redactó su obra en tiempo del exilio en la provincia de Samaria, cerca de Mispá y Betel, y no en Babilonia como pensaban otros comentaristas. La magna obra histórica empezaba con una gran introducción, el libro del Deuteronomio, que ofrecía la interpretación y valoración de la historia: la fe en un solo Dios y la aceptación de un único lugar de culto. Más adelante, el Deuteronomio quedó separado del conjunto Josué-Reyes, sin embargo, según recalcó Noht, su función originaria no era cerrar los cuatro primeros libros de la Biblia (Gn-Nm), sino abrir teológicamente el contenido de la historia deuteronomista. Desde la perspectiva del exilio, cuando Judá lo había perdido todo (tierra, templo, rey y libertad), la pluma del autor de la historia deuteronomista pasó a ser taxativa: la desgracia era la consecuencia del pecado del pueblo y tan solo había que esperar la dureza del castigo divino.[8]

 A partir de M. Noth, los estudiosos han profundizado en el análisis de la historia deuteronomista desde dos perspectivas: el conocimiento de los fragmentos previos que utilizó el autor para componer la historia, y la unidad de la obra y su finalidad. Muchos comentaristas siguen hablando de los fragmentos que el autor de la historia deuteronomista pudo utilizar para redactar su trabajo; ahora bien, algunos otros comentaristas hablan de fragmentos en lugar de documentos. Con respecto a la unidad y finalidad de la obra, hay que destacar tres posiciones en la investigación. En primer lugar, Cross y sus discípulos admiten dos redacciones: una anterior al destierro, durante el reinado de Josías (640-609 aC), y la otra durante el exilio de Babilonia.[9] W. Dietrich, A. Jepsen, R. Smend y T. Veijola, con varios matices uno respecto del otro, defienden tres ediciones de la obra que deben ser exílicas o postexílicas.[10]

 Según opinaba M. Noth, el objetivo de la historia deuteronomista estribaba en el hecho de mostrar el justo juicio de Dios, que castiga los continuos pecados de su pueblo. Rápidamente, varios autores empezaron a criticar esta posición. Según G. von Rad, la palabra de Dios no solo actúa sobre el pueblo desde la perspectiva del castigo, como sostenía M. Noth, sino desde un doble horizonte: por una parte, la voz divina actúa desde la Ley, juzgando y aniquilando, por otra parte también interviene en forma de la buena nueva que salva y confiere el perdón al pueblo pecador. Afirmó von Rad que el hilo conductor de la historia deuteronomista era positivo, positividad expresada en 2Re 25,27-30, donde aparece la rehabilitación del rey Jeconías, en el exilio babilónico.[11]

 Entre los investigadores posteriores, cabe mencionar dos especialmente relevantes: H. W. Wolf y F. M. Cross. Según sostiene Wolf, el objetivo último de la historia deuteronomista no estriba en el hecho de infundir esperanza en el pueblo o en el interés por destruirlo (Rad, Noht), sino en la llamada a la conversión para que la vida del pueblo elegido vuelva a discurrir por los caminos de Dios.[12] Cross discierne dos ediciones de la historia deuteronomista. La primera, propia de la época preexílica, profundiza en temas que podemos sintetizar mediante dos frases significativas: “Este fue el pecado del linaje de Jeroboan. Por eso fue destruido y exterminado sobre la tierra” (1Re 13,34); “concederé una tribu a tu hijo, por consideración a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que yo he escogido” (1Re 11,13).

 Como podemos ver, la primera cita, correspondiente a la primera edición, rezuma la alusión a la amenaza, formulada tras el castigo contra la dinastía de Jeroboan, al mismo tiempo que delata la veracidad del permanente socorro del Señor a su pueblo, expresado tras la promesa a la casa de David. La segunda referencia, fruto de la segunda redacción elaborada durante el exilio, está henchida de esperanza. De esta manera, según la opinión de Cross, la historia deuteronomista presenta un trasfondo marcado por la esperanza, que será teñida después por el desencanto durante la época del exilio.[13]

 Actualmente, como sucede con el resto del AT, la posición de los investigadores con respecto a la historia deuteronomista está muy lejos de alcanzar un consenso. Los estudios continúan desarrollándose con la intención de determinar las diferentes etapas de la redacción y el objetivo último de la obra. Las luces y las sombras de los estudios aparecen recogidas, entre otras síntesis, por la elaboración T. Römer.[14] La posición de R. Albertz[15] sostiene la redacción definitiva de la historia dentro del territorio de Yehud después del exilio babilónico. La intención de la historia deuteronomista, según la opinión de Albertz, estriba en el deseo de conferir ánimo al pueblo en la época del desencanto que siguió a la euforia determinada por el retorno del exilio, al mismo tiempo que propone a la comunidad la senda que lleva hacia la conversión definitiva. Como comprenderá el lector, hay aún un largo camino por recorrer para alcanzar un consenso.




[1] Citamos tan solo los que puedan estar más al alcance del lector. A. González Lamadrid, Las tradiciones históricas de Israel (Estella 1993). J. M. Sánchez Caro (ed.), Historia, Narrativa, Apocalíptica (Estella 2000). J. Vílchez, Rut y Ester (Estella 1998). J. Vílchez, Tobías y Judit (Estella 2000). J. L. Sicre, Josué (Estella 2002).
[2] Presentación, traducción y comentario: N. Fernández Marcos, “Carta de Aristeas” en A. Díez Macho, Apócrifos del Antiguo Testamento (Madrid 1982), 11-66.
[3] A. Rahlfs, Septuaginta (Stuttgart 1935), I-II.
[4] Septuaginta: Vetus Testamentum graece auctoritate Societatis Göttingensis editum (Göttingen desde 1931) I-XVI. Hasta el momento han aparecido catorce volúmenes: Genesis, Exodus, Leviticus, Numeri, Deuteronomium, Esdras liber I, Esdras liber II, Esther, Judit, Tobit, Maccabeorum liber I, Maccabeorum liber II, Maccabeorum liber III, Psalmi cum odiis, Iob, Sapientia Salomonis, Duodecim prophetae, Isaias, Jeremias, Baruch, Treni, Epistula Jeremiae, Ezechiel, Susana, Daniel, Bel et Draco.
[5] Las antologías bibliográficas sobre la Septuaginta son diversas, presentamos una especialmente significativa: N. Fernández Marcos, Introducción a las versiones griegas de la Biblia (Madrid 1979). N. Fernández Marcos, Septuaginta. La Biblia Griega de Judíos y Cristianos (Salamanca 2008). N. Fernández Marcos, La Biblia Griega Septuaginta. I.Pentateuco (Salamanca 2008).
[6] Vetus latina: Die Reste der altlateinischen Bibel nach Petrus Sabatier neu gesammelt und herausgegeben von der erzabtei Beuron (Freiburg i.B. desde 1949). Hasta el momento han sido publicados 27 volúmenes: Gn Sap, part del Sir, Is, Rm, 1Cor, Ef, Fil, Col, 1-2 Ts, 1-2 Tm, Tt, Flm, 1-2 Pt, 1-3 Gv, Ap. Elenco bibliográfico: P.-M. Bogaert, “Bulletin de la Bible latine. VII. Première série. Deuxième série. Troisième série”, Rben 105 (1995) 200-238; 196 (1996) 386-412; 108 (1998) 359-386.
[7] The Peshitta Institute (ed.), The Old Testament in Syriac According to the Peshitta Version (Leiden desde1972).
[8] Síntesis pedagógica de la evolución de las investigaciones sobre la historia deuteronomista: J. L. Sicre, Introducción al Antiguo Testamento (Estella 2011). Obras especializadas: M. A. O’Brien, The Deuteronomistic History Hipótesis: A Reassement, OBO 92 (Göttingen 1989), 3-23. T. RÖMER, The Future of the Deuteronomistic History (Leyden 2000).
[9] Aunque F. M. Cross sea el maestro, la posición aparece expuesta con más claridad, a nuestro parecer, en la obra de dos discípulos: R. D. Nelson, The Double Redaction of the Deuteronomistic History, JSOT Suppl. Ser. 18 (Sheffield 1981); R. E. Friedmann, The Exile and Biblical Narrative. The Formation of the Deuteronomistc and Priestly Works, HSM 22 (Chico 1981).

[10] Aludimos a una sola de las obras: T. Veijola, Das Königtum in der Beurteilung der deuteronomischen Historiographie. Eine redaktionsgeschichtliche Untersuchung, AASF B/19 (Helsinki 1997).
[11] G. von Rad, Estudios sobre el Antiguo Testamento (Salamanca 1975), 177-189. W. Brueggermann, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé (Salamanca 2007).
[12] H. W. Wolf, “Das Kerygma des deuteronomistischen geschichtswerk”, ZAW 73 (1961) 171-186.
[13] Síntesis, J. L. Sicre, Introducción al Antiguo Testamento (Estella 2011).
[14] T. Römer (ed.), The Future of the Deuteronomistic History (Leuven 2000).
[15] R. Albertz, Israel in Exile: The History and Literature of the Sixth Century B.C.E. (Atlanta 2003), 271-344.

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