Francesc Ramis Darder
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El desarrollo de la Baja
Mesopotamia determinó que las grandes ciudades fueran convirtiéndose en
principados que, por razones económico-políticas, vivieron enfrentados entre
sí. Mientras la Baja Mesopotamia experimentaba la conflictividad entre los
principados, los semitas del norte, especialmente los asentados en la región de
Kish, iniciaron un período expansivo (ca. 2900 a.C.), que culminará con el
dominio de Sargón, monarca semita, sobre Sumer y Acad (2334 a.C.). Así pues, la
historia política del Dinástico Arcaico pivota, por una parte, sobre la lucha
entre los principados sumerios, y por otra, sobre la creciente influencia de
los semitas del norte sobre el territorio de Sumer; sin descuidar por ello la
conflictividad con los elamitas que, establecidos en la zona irania, depredaban
el territorio mesopotámico.
Como hemos referido, hacia el 2900 a.C., los
semitas asentados en la región de Kish, iniciaron una etapa expansiva. La
ciudad sumeria de Kish, situada en el territorio de Acad, se alzaba en el cruce
de caminos entre la Alta y la Baja Mesopotamia, por eso detentaba un papel
relevante en el control del comercio. Hacia el 2700 a.C., el sumerio
Enmebaragesi reinaba en la ciudad de Kish; debía ser un soberano poderoso, pues
derrotó a los elamitas, originarios de la meseta irania, obteniendo un gran
botín a su costa. Sin embargo, su hijo, Agga (ca. 2650 a. C.), fue derrotado
por el rey de Uruk, Gilgamesh. Los conflictos mencionados certifican que las
contiendas bélicas entre las ciudades eran frecuentes, a la vez que subrayan la
permanente amenaza de los elamitas que, procedentes de territorio iranio, pretendían
la riqueza mesopotámica.
La ciudad de Kish pudo levantarse de la
derrota ante Uruk, pues Uhug, gobernante de Kish (ca. 2580 a.C.), se hizo con
la ciudad de Hamazi, capital de la región del mismo nombre, situada entre los
ríos Diyala y pequeño Zab. Más adelante, Mesilim (2550 a.C.), soberano de Kish,
adquirió relevancia en la Baja Mesopotamia. Edificó un templo en la ciudad de
Girsu; como hemos reiterado, el templo era el centro neurálgico de la urbe, de
ahí que la edificación del santuario sugiera la autoridad de Mesilim sobre
Girsu y su principado. También actuó de mediador en los conflictos entre Lagash
y Umma, ciudades sumerias relevantes, y con el tiempo, adquirió autoridad sobre
los gobernantes de Lagash y Adab; ambos acontecimientos desvelan la prestancia
de Mesilim en el territorio de Sumer.
Mientras Kish aumentaba su autoridad, la
ciudad de Ur, también en territorio de Sumer, atravesaba una época dorada, como
atestiguan las tumbas de Meskalamdug y Akalamdug, antes mencionadas, en el cementerio
real de Ur (ca. 2600 a.C.). Como Ur disponía de un puerto fluvial en el
Eúfrates, su rey, Mesannepadda (ca. 2560-2525 a.C.), fundador de la I Dinastía
de Ur, acrecentó el comercio hasta convertirla en una ciudad importante.
Sucedía entonces que la vecina ciudad de Nippur, morada del dios Enlil, era el
corazón espiritual del país de Sumer. Con intención de acrecentar su autoridad
en tierra de Sumer, Mesannepadda colaboró en la construcción del templo de
Enlil. Sin embargo, poco después advino la incursión de los elamitas
procedentes del reino de Awan, en la región irania, que devastó el territorio
de Kish. Mesannepadda aprovechó la ocasión para conquistar Kish y, reforzado
por el aura religiosa que le dio la edificación del templo de Nippur, dominó la
región meridional de Mesopotamia; su poderío también le permitió establecer
relaciones comerciales con la ciudad de Mari, en Siria nororiental. Su sucesor
A-annepadda (ca. 2525-2485 a.C.), atento a la responsabilidad de la realeza en
el mantenimiento de los templos para poder contar con el auxilio divino y para
ratificar su autoridad sobre la región, levantó el templo de Ninhursag, en
El-Obeid. Su inmediato sucesor, Meskiagnunna (ca. 2485-2450 a.C.), siguiendo el
mismo criterio, entronizó a la diosa
Nilil en el templo de Nippur. De ese modo, la I Dinastía de Ur no solo dominó
el territorio, también alentó la paz y el desarrollo, pues la construcción de
templos, eje espiritual y administrativo de la ciudad, certifica el auge de Ur
y sus zonas de influencia.
Un acontecimiento repentino turbó la
bonanza que disfrutaba la ciudad de Ur. La región de Hamazi, antaño conquistada
por Uhug, soberano de Kish, y ahora dependiente de Ur tras la conquista de
Mesannepadda, se sublevó guiada por su caudillo, Hatanish, hasta hacerse con el
control de Kish (ca. 2450 a.C.). Ahora bien, el soberano de Akshak, ciudad
vecina, arrebató enseguida la ciudad de Kish al soberano de Hamazi. Muy poco
después, Eannatum (ca. 2455-2.425 a.C,) asumió el trono de Lagash; tuvo que
confutar un ataque elamita, y enfrentarse a los principados sumerios de Ur,
Uruk, Akshak, y Kish, e incluso a las tropas de Mari, procedentes de Siria
noroccidental. Sin embargo, Eannatum rechazó a los elamitas, conquistó Ur, Uruk
y Kish, y derrotó al soberano de Akshak. Surgió entonces un problema fronterizo
entre los territorios de Lagash y Umma. El soberano de Umma, Ush, se apoderó de
la zona de Gu-edinna, colindante con Lagash. Dolido de la afrenta, Eannatum
atacó Umma. La población de Umma se sublevó hasta matar a Ush, su rey, para
protegerse de la represión de las tropas de Lagash. Su sucesor, Enakalle,
estableció un tratado de paz con Eannatum, así el rey de Lagash recuperó la
región que Umma le había usurpado. Con intención de solemnizar la victoria,
Eannatum hizo levantar la “Estela de los Buitres”, conservada actualmente en el
Louvre. El emblema constituye la interpretación religiosa de la victoria de
Eannatum sobre Ush, pues muestra como Ninguirsu, divinidad tutelar de Lagash,
se impone sobre Sahra, dios de Umma.
Las conquistas permitieron a Eannatum
apoderarse de la mayor parte del territorio de Sumer. Ahora bien, los
conflictos entre Lagash y Umma continuaron; por eso, los sucesores de Eannatum,
Ennantum I (ca. 2425 a.C.) y Entemena (ca. 2400 a.C.), incapaces de contener el
ataque, establecieron un tratado de fraternidad, quizá de sumisión, con el
soberano de Uruk, Lugal-Kinishe-Dudu (ca. 2400 a.C.). La debilidad de Lagash
determinó una sucesión de soberanos (Ennantum II, En-Entarz, Lugalanda), hasta que
asumió el trono Urukagina (ca. 2350 a.C.); el soberano, como constaremos más
adelante, publicó un edicto de reforma administrativa para implantar la paz
social en el territorio de Lagash. De pronto, apareció en escena Lugalzagesi
(ca. 2340-2316 a.C.), soberano de Umma. Destruyó la ciudad de Girsu, y
conquistó Lagash, Uruk y Ur, enseñoreándose de todo el territorio de Sumer.
Lugalzagesi controló un amplio territorio que consolidó mediante la concesión
de tierras a templos y palacios de las ciudades sometidas; así detentaba el
gobierno central, mientras los territorios sometidos se convertían en vasallos.
Las inscripciones extienden su dominio a lo largo del Tigris y el Éufrates,
incluso desde el “Mar Inferior”, Golfo Pérsico, hasta el “Mar Superior”, el Mediterráneo;
no debemos pensar que ejerció un verdadero dominio sobre tan vasta extensión,
tan solo que algunas tropas o comerciantes alcanzaran el Mediterráneo y
comerciaran desde los puertos del Golfo. Por grande que fuera, el poderío de
Lugalzagesi cayó bajo la espada de Sargón de Acad (ca. 2334-2279 a.C.), el
caudillo semita que había iniciado la expansión en la región de Kish. En
definitiva, la historia del Dinástico Arcaico atestigua el desarrollo económico
y la conflictividad entre los principados sumerios; certifica la constante
amenaza extranjera representada por los elamitas; y sentencia la absorción
final del territorio sumerio por el semita Sargón de Acad.
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