jueves, 13 de septiembre de 2012

PABLO DE TARSO: EL CONCILIO DE JERUSALÉN

                                                                                               Francesc Ramis Darder

    Los cristianos de la Iglesia de Antioquía de Siria procedían de dos ámbitos culturales distintos. Unos habían sido judíos, conocían muy bien el AT; por lo general, aunque fueran cristianos convencidos, continuaban practicando algunos ritos de la tradición judía, especialmente la circuncisión. Los demás eran de origen gentil, es decir antes de adherirse al cristianismo habían formado parte de comunidades ajenas al judaísmo, muchos procedían de la religiones mistéricas, muy arraigadas en Oriente.

    Los primeros cristianos provenían del judaísmo y, por tanto, todos habían sido circuncidados. En cambio los gentiles no habían sido circuncidados, pues no provenían de la fe judía. Conviene recordar que la impronta judía en el cristianismo adquiere un papel de la máxima importancia, pues todas las promesas contenidas en el AT hallan el cumplimiento pleno en la persona de Jesús.

    La importancia de la influencia judía era tan grande que las comunidades cristianas llegaron a formularse una pregunta: ¿es necesario que los paganos que se conviertan al cristianismo tengan que circuncidarse? Dicho de otra manera: ¿es necesario que los paganos que se conviertan tengan que adherirse antes al judaísmo?

     El Concilio de Jerusalén, en el que participaron Pablo y Bernabé, zanjó la cuestión diciendo: “no hay que crear dificultades a los paganos que se conviertan. Es suficiente que se abstengan de la idolatría, de los matrimonios ilegales, de comer animales estrangulados y de la sangre (de animales sacrificados a los ídolos)” (Hch 15,1-35).

Ejercicio: Leer la Carta a los Filipenses.

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