domingo, 29 de enero de 2012

EL EVANGELIO SEGÚN JUDAS

Corría el año 1978 cuando unos pastores encontraron un códice oculto en el interior de una cueva del desierto, cerca de la localidad egipcia de El-Minya. El códice conoció el destino de la mayor parte de las antigüedades descubiertas por casualidad en Egipto: fue vendido en el zoco. Tras muchas peripecias el manuscrito fue comprado por un anticuario de Zurich quien lo entregó a la Fundación Mecenas de Arte Antiguo de Basilea (Suiza) para su estudio. La edición crítica y el estudio del códice se ha realizado con rigor, y los resultados han sido divulgados para el gran público a través de los reportajes elaborados por el National Geographic.

    El códice descubierto ha recibido el nombre de Evangelio de Judas. El nombre no significa que fuera Judas Iscariote quien escribió el texto. La denominación Evangelio de Judas es el nombre que los arqueólogos han puesto al texto encontrado en el desierto. El relato constituye una novela que alude a las relaciones entre Jesús y sus discípulos; y, comenta, especialmente, las relaciones entre Jesús y Judas. El manuscrito consta de veintiséis páginas escritas por ambas caras (verso y recto). Fue escrito en lengua copta en el siglo IV; y, seguramente, constituye la traducción al copto de un manuscrito redactado en griego a comienzos del siglo III. El Evangelio de Judas se ha conservado de manera muy precaria. El texto está constituido por ochocientos fragmentos; pero, aun así, los arqueólogos han conseguido recomponerlo y leerlo.

    El Evangelio de Judas nació en el siglo III. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas pertenecen al siglo I, mientras el de Juan adquirió su aspecto definitivo en los albores del siglo II (110 dC). Al comparar la datación de los textos observamos que la redacción del Evangelio de Judas es muy posterior a la edición de los cuatro evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan).

    El Nuevo Testamento presenta a Judas Iscariote como discípulo de Jesús (Mc 3,19). Los Evangelios narran cómo Judas pactó con el Sanedrín para entregar a Jesús (Mc 14,10), relatan la actitud del apóstol en la Última Cena (Mt 26,25), y muestran cómo, en el Huerto de Getsemaní, entregó al Maestro en manos de quienes iban a condenarlo (Mt 14,14). Judas traicionó a Jesús a cambio de treinta monedas (Mt 26,15), el precio fijado para un esclavo (Ex 21,32); y le entregó con un beso (Mt 26,48-50), el saludo tradicional y entrañable entre los amigos.

    La traición de Judas golpeó el alma de los primeros cristianos. El impacto fue tan duro que dio lugar a que se contaran dos versiones de la muerte de Judas. Por una parte, el Evangelio relata que Judas, acosado por el remordimiento, devolvió las treinta monedas y después se retiró y se ahorcó (Mt 27,3-5). Por otra parte el libro de los Hechos de los Apóstoles señala que Judas con la paga de su crimen compró un campo, se tiró desde lo alto, reventó por medio, y se desparramaron sus entrañas (Ac 1,18).

    La Iglesia antigua fue prolífica en su literatura. Además del Nuevo Testamento se redactaron numerosos libros acerca de Jesús y de los personajes que conocieron al Señor. Estos libros se denominan Evangelios Apócrifos. Constituyen, generalmente, novelas piadosas que enfatizan algún aspecto de la vida de Jesús, María, los Apóstoles, y otros personajes significativos del Nuevo Testamento.

    El Evangelio de Judas es un Evangelio Apócrifo. El autor, en su imaginación, enfatizó las relaciones entre Jesús y Judas; por esa razón Judas, después de Jesús, es el personaje más relevante de la novela.

    El Evangelio de Judas pertenece a la corriente filosófica llamada Gnosticismo. Los evangelios gnósticos presentan a Jesús de manera peculiar: el Hijo de Dios no se hace realmente hombre, sino que se cubre sólo con un disfraz humano. Según los gnósticos, Dios no podía contaminarse con nada que fuera humano; por eso negaban el sufrimiento de Jesús durante la pasión y, sobre todo, rechazaban el misterio de la Encarnación. En opinión de los gnósticos, cuando los romanos azotaron a Jesús, el Hijo de Dios no sufría, pues los golpes que recibía caían sobre el disfraz humano que portaba Jesús. En general, los textos gnósticos sorprenden por que eliminan del mensaje cristiano el compromiso en la transformación de la sociedad según el criterio de las Bienaventuranzas.

    Los gnósticos formaban parte, generalmente, de la élite social y urbana; tendían a despreciar a los campesinos, pobres e iletrados. Componían excelentes discursos sobre Jesús y hablaban del advenimiento del mundo nuevo, pero su compromiso con la transformación de la realidad según los criterios de Cristo era escaso. El Evangelio según Judas es un testigo literario del cristianismo gnóstico. En lugar de hondar en el compromiso de Cristo para instaurar, con la entrega de su vida, el Reino de Dios; describe los avatares novelados de imaginarios diálogos entre Judas y Jesús.

    El número de evangelios apócrifos descubiertos hasta hoy asciende a doscientos cincuenta y cuatro. La mayor parte goza de una edición crítica, y de los más importantes existen buenas traducciones en castellano y catalán. La lectura de los Evangelios Apócrifos es importante para conocer la teología, la problemática y la estructura de la Iglesia antigua. Pero lo que realmente transformará el mundo no es “el descubrimiento de datos apócrifos sobre Jesús” sino la vivencia comprometida del amor de Dios predicado y vivido por Jesús de Nazaret.


                                                                             Francesc Ramis Darder.



jueves, 26 de enero de 2012

HABACUC: ¡CREO PARA PODER VIVIR!

    Los pequeños pueblos asentados en el Próximo Oriente Antiguo temblaban ante la crueldad que ejercía el Imperio asirio contra las naciones subyugadas. Con el paso del tiempo, el Imperio asirio fue destruido por los babilonios, quienes lo conquistaron y arrasaron su capital: Nínive (612 aC.). Destruido el Imperio asirio, los babilonios, dirigidos por Nabopalasar (625-605 aC.) erigieron el Imperio babilónico, cuyo monarca más insigne fue Nabucodonosor II (605-562 aC.).

    Los habitantes de Judá vivieron tranquilos cuando contemplaron la destrucción del Imperio asirio (Nah 2,4-14), pero su alborozo acabó pronto. El Próximo Oriente vio el estallido de un conflicto internacional. El faraón Nekao declaró la guerra al Imperio babilónico. En el seno de la contienda, el reino de Judá se decantó en favor de Babilonia. Josías, rey de Jerusalén, se enfrentó contra el faraón Nekao en la llanura de Meggido. Las tropas egipcias derrotaron a las fuerzas judías y mataron al rey (609 aC.). El faraón impuso como rey de Judá a Joaquín (609-598 aC.). El nuevo rey ofendió a Dios con su conducta y abusó del pueblo abrumándolo con impuestos. Finalmente Babilonia ganó la guerra emprendida contra Egipto; Nabucodonosor II conquistó Jerusalén (597 aC.) y entronizó a Jeconías como rey vasallo (2Re 23,28-24,7).

    El profeta Habacuc vivió durante la época convulsa que acabamos de reseñar. El imperio asirio fue destruido por los babilonios quienes a su vez debieron enfrentarse con los egipcios; el reino de Judá, esplendente durante la época de Josías, se enfangó en la opresión ejercida por Joaquín contra su pueblo y sufrió el envite de Nabucodonosor II.

    Habacuc no entiende el por qué de una historia humana tan conflictiva y, sobre todo, se pregunta ¿qué puede hacer un creyente en los períodos turbulentos de la historia? Habacuc es consciente de que su país, Judá, es demasiado pequeño para influir en el desarrollo de la política internacional. Y si una nación tan pequeña es incapaz de terciar en los acontecimientos históricos, cabe preguntarse: ¿qué puede hacer un individuo concreto, cuya identidad se pierde entre las masas anónimas? El libro de Habacuc describe el diálogo que el profeta entabla con Dios para hallar la respuesta al gran interrogante: ¿tiene sentido que el ser humano mantenga la fe cuando tiene la impresión de que la vivencia de la fe no influye para nada en el decurso de la historia?

    Habacuc no reflexiona solo, lo hace en el ámbito de plegaria, en el seno del diálogo sincero y abierto con Dios. Cuando la reflexión del profeta parece mostrarle que la vivencia de la fe carece de sentido, Habacuc percibe la voz de Dios que le dice: “el justo vivirá por la fe” (Hab 2,4). ¿Qué significa esta frase?

    El AT no entiende la fe como un conjunto de ideas o de sentimientos, sino como una forma de vida. La Antigua Alianza afirma que la realidad opuesta a la fe no es el ateísmo, sino el miedo. Tener fe significa creer que Dios sostiene nuestra vida, y que, por eso, nuestra existencia no está en manos del destino ni de la suerte, sino que reposa en la bondad de Dios (cf. Is 7).

    La intensidad de la fe depende del tesón con que se vive la justicia. El concepto de justicia es muy amplio en el seno de la Sagrada Escritura. Entre otras acepciones, la Biblia afirma que el ser humano es justo cuando encaja su proyecto de vida en el proyecto que Dios le ofrece. Un buen ejemplo de hombre justo lo constituye S. José (Mt 1,19). José sabía que el hijo que María había concebido no era suyo. La legislación judía ordenaba que cuando una mujer engendraba un hijo de un hombre que no fuera su marido, debía morir apedreada. José ama a María y no quiere que muera lapidada, por eso, adopta un buen proyecto: decide separarse de María en secreto. La intención de José es encomiable, pues su decisión evitará la muerte de María. Sin embargo, el ángel del Señor se aparece a José para decirle: “no tengas reparo en recibir  a María como esposa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo” (Mt 1,20). José, sin discutir con el ángel ningún aspecto, recibió a María como esposa (Mt 1,24). José es un hombre justo porque es capaz de encajar su vida en el proyecto que Dios le ofrece.

    Habacuc, lentamente, percibe que la fe no es un cúmulo de sentimientos sino la seguridad que implica saberse sostenido en las buenas manos de Dios; y aprende que la fe implica saber encajar nuestra vida en el proyecto que Dios nos ofrece. Pero ¿qué se obtiene de la decisión de encajar la vida en el proyecto que ofrece el Señor? La Escritura muestra que el hombre justo se caracteriza por su armonía interior y por la paz que irradia a su alrededor; es decir la persona justa vive en plenitud, descubre el sentido de la vida.

    Habacuc deja de entender la fe como un conjunto de ideas y la comprende como un estilo de vida. Aprende que tener fe significa confiar en Dios, encajar la vida en el proyecto divino e irradiar en el entorno paz y armonía. Hababuc vivió en una época quizá demasiado turbulenta de la historia de Israel, y optó por la fe para encontrar sentido de la vida. La confianza en Dios le permitió descubrir el sentido de la existencia humana.  La fe le dio la fuerza para seguir viviendo.

                                                                                       Francesc Ramis Darder  

domingo, 22 de enero de 2012

EL SENTIDO TEOLÓGICO DE LA METÁFORA EN Is 43,16-21.

                                               1. Introducción

    La profecía de Isaías utiliza los motivos literarios y teológicos del primer Éxodo para sugerir poéticamente los avatares del segundo Éxodo.[1] Pero mientras los relatos concernientes al primer Éxodo narran los sucesos referentes a la salida de Egipto o el itinerario del pueblo por el desierto; la profecía de Isaías no utiliza los motivos exodales para describir la ruta geográfica del retorno del exilio, sino para recalcar la transformación que Dios realiza en las entrañas de su pueblo.

    Nuestro objetivo estriba en observar cómo Is 43,16-21 se vale de motivos exodales para sugerir la transformación de Israel: el texto muestra la transformación realizada por Dios en favor de su pueblo hasta constituirlo en la nación que proclama la gloria de Dios. Nuestro estudio comenzará presentando la traducción de Is 43,16-21; después describirá  los motivos exodales que presenta; seguidamente analizará la acción de Yahvé en favor de Israel y contra sus adversarios; acto seguido comentará la vida nueva que Dios confiere a su pueblo; a continuación describirá la glorificación que Israel tributa a Yahvé; y, finalmente, expondrá la conclusión final del estudio.



2. Traducción: Is 40,16-21

    A continuación presentamos la traducción de Is 43,16-21 intentando reflejar el trasfondo del texto hebreo.

16. Así dice Yahvé,
        el que traza en el mar un camino,
                     y en las aguas impetuosas una senda,
17.     el que hace salir carro y caballo,
                     un ejército valeroso al mismo tiempo;[2]
                     yacen para no levantarse,
                     se han consumido como una mecha,
                     se han extinguido.
18.      “¡ No penséis en lo antiguo,
               ni consideréis las cosas viejas !
19.       He aquí que estoy haciendo una cosa nueva.
               ¡ Ahora brota !
               ¿ Acaso no os dais cuenta ?
            He establecido en el desierto un camino
               y en el páramo ríos.[3]
20.       Me glorificará la bestia del campo,
                         los chacales y los avestruces,
            porque puse agua en el desierto
                         ríos en el páramo,
            para dar de beber a mi pueblo, mi elegido.
21.       El pueblo que he formado para mi
                          narrará mi gloria”.
   
   
   
3. Motivos exodales de Is 43,16-21

    La lectura de Is 43,16-21[4] evoca en el oído del lector el momento en que Israel cruzó el mar hacia la Tierra Prometida, pero su vocabulario comparado con Ex 14 manifiesta algunas diferencias.

    El contenido de Ex 14 habla refiere, sobre todo, los carros y jinetes (Ex 17,17.18.23), y no tanto los carros y caballos (Ex 14,9), mientras Is 43,16 refiere carros y caballos. La expresión hmwtsy’ “el que hace salir” en el Éxodo denota a Israel, en cambio en DtIs (Deútero-Isaías) nunca se refiere al Pueblo de Dios[5]. Ex 14 no habla de “camino en el mar” como Is 43,16: la expresión “caminar en el mar” designa el poder de Yahvé sobre el caos (Hb 3,8; Jb 9,8). La locución “ejército valeroso” (h.yl w’zwz) de Is 43,17 traduce dos expresiones. La primera h.yl “ejército”, también es título divino (Hb 3,19); la segunda  ‘zwz “valeroso” se aplica a Dios (Sal 24,8), a la guerra de Yahvé (Is 42,25), o designa la fuerza de las obras divinas (Sal 78,4, 145,6). Cuando el término “páramo” (ys’mwn) aparece junto a “desierto” (mdbr) (Is 43,18), queda determinado teológicamente: el páramo es el lugar de confrontación entre Yahvé y los elementos primordiales (Sal 68,8), o de Yahvé con el pueblo que le tienta (Sal 78,40; 106,14).

     Las diferencias de vocabulario respecto de Ex 14, unidas al atributo de Creador (br’) (Is 43,15) y Formador (ytsr) (Is 43,21) recibidos por Yahvé, sugieren que 43,16-21[6], mediante la evocación de motivos exodales, explica la transformación que Dios confiere a Israel, y la alabanza (thlh) que el pueblo le rinde por su gesta redentora.


4.  Acción de Yahvé en favor de su pueblo y contra los adversarios: Is 43,16-17. 

    Tras observar como Is 43,16-21 utiliza motivos exodales para describir la transformación Israel, es necesario examinar el modo en que Yahvé actúa a favor de su pueblo. La tarea de Yahvé consta de dos acciones[7]: Yahvé es “el que traza”  y “el que hace salir”. El objetivo de las dos intervenciones de Yahvé estriba en salvar a su pueblo y derrotar a los adversarios de la nación. Veámoslo analizando ambas locuciones

4.1. “El que traza”  ntn + b (Is 43,16).

    El sujeto participial de ntn en DtIs es, exclusivamente, Yahvé[8]. La labor de Yahvé definida por ntn + b “establecer”, le sitúa siempre en un escenario simbólico[9]: “establecer alguna realidad” (ntn + b) por parte de Yahvé significa transformarla[10]. Igualmente cuando Yahvé crea (br’) a su pueblo (Is 43,1-7), trasforma a Israel ciego y sordo (Is 42,18-25), en la nación capaz de narrar la gloria de Dios (Is 43,7). De ese modo las locuciones ntn + b y br’ son paralelas, pues expresan la novedad que Yahvé realiza en Israel.

    Yahvé, metafóricamente, “traza (ntn + b) en el mar un camino y en las aguas impetuosas una senda” (Is 43,16). Maticemos el simbolismo del “mar” y el “camino”.

    La simbología[11] del “mar” figura en Is 43,16; 51,10. En Is 43,16 el  “mar” (ym) aparece en paralelo con las “aguas impetuosas” (´zym bmym). El adjetivo “impetuosas” (´zym) pertenece a la raíz ´zz “ser fuerte” e indica, en la obra de Isaías, la ansiedad de los perros (Is 56,11) y la dureza del comportamiento (Is 19,4; 25,3). En 51,10 la voz “mar” (ym) se asocia a “aguas del abismo profundo” (my thwm)[12]. Las aguas embravecidas mym hzydwnym y, concretamente, el término hzydwnym (raíz zwd) refiere a los arrogantes; las aguas impetuosas evocan a los orgullosos, rebeldes a la bondad de Dios y aferrados a su propia vanidad. El término thwm “abismno” aparece también en Gn 1,2 para describir la tierra antes de la creación: “La tierra era caótica (thw) y vacía (bhw) y la tiniebla cubría la faz del océano (thwm). Además la narración del Diluvio utiliza también la voz thwm: el relato refiere la destrucción de la tierra al hendirse las fuentes del abismo (thwm) y abrirse las compuertas del cielo (Gn 7,11), y sitúa el fin de la devastación al cerrarse los manantiales del abismo (thwm) y las compuertas celestes (Gn 8,2). Por tanto el término thwm describe en el relato de la creación y en la narración del Diluvio (Gn 1,2; 7,11; 8,2) la situación del Cosmos ajeno a la creación (br’) (Gn 1,1)[13].

    A tenor de lo expuesto podemos concluir que el sustantivo “mar” en Is 43,16; 51,10 devine metáfora del desorden y la arrogancia de Israel alejado del orden divino, orden designado por la raíz br’ “crear”. El pueblo desordenado, ciego y sordo (Is 42,18-24) aparece metafóricamente en forma de “mar” (Is 46,16; 51,10), “aguas impetuosas” (Is 43,16), y “aguas del abismo profundo” (Is 51,10). El pueblo ciego y sordo (Is 42,18-25), al igual que la tierra cótica y vacía (Gn 1,2) e inundada por el Diluvio (Gn 7,11; 8,2), permanece fuera del orden (br’) dispuesto por Yahvé en el Cosmos.

    Sin embargo Yahvé no abandona al pueblo en el desorden representado por el mar y las aguas impetuosas, sino que lo transforma estableciendo (ntn + b) un camino (drk) y una senda (ntybh) (Is 43,16). El sustantivo drk “camino” refiere, metafóricamente, los planes de Dios sobre Israel y la conducta humana hacia Dios. El DtIs percibe el camino[14] en sentido metafórico tanto desde la perspectiva de Yahvé como desde la óptica de Israel. Desde la perspectiva divina, el camino indica los planes de Dios para Israel (Is 55,8.9), y los describe distintos y superiores a la expectativa humana (Is 55,8.9; 40,14). Cuando Israel está fuera del camino aparece como impío (Is 55,7), expoliado (Is 42,24) y alejado de Yahvé (Is 40,27; 53,6); en cambio, cuando está en el camino refleja al pueblo redimido que, simbólicamente, pace junto a los caminos (Is 49,9).


4.2. “El que hace salir” (hmwtsy’) (Is 43,17).

    El contenido de Is 43,17 destaca la derrota de los adversarios de Israel y la contrapone a la solidez de quienes permanecen fieles a Yahvé, desde una triple perspectiva. En primer lugar los adversarios de Israel “yacen (shkb) para no levantarse (qwm)”. Las raíces shkb y qwm establecen la oposición entre Israel y sus adversarios. Los idólatras yacen por las calles (Is 50,11) y no se levantarán (bal-yqwm) (Is 43,17)[15]; en cambio los hijos de Jerusalén yacen por las calles (Is 51,20) habiendo bebido el cáliz de la ira (Is 51,17)[16], pero la firmeza (qwm) de la Palabra (Is 40,8; 46,10), les invita a erguirse (qwm) (Is 51,17; 52,2). En segundo lugar los enemigos “se han consumido (d`k) como una mecha”. La raíz “consumirse” (d`k) aparece en sentido moral y metafórico[17], y la forma kpshth “mecha” figura sólo en DtIs[18]: los adversarios se desvanecen como una mecha (Is 43,17), en cambio el siervo no apaga la mecha vacilante (Is 42,3). En último lugar los adversarios “se han extinguido (kbh)”. El verbo extinguirse (kbh) opone la acción del siervo que no extinguirá (kbh) el pábilo titubeante (Is 42,3), con los adversarios que se extinguen (kbh) (43, 17).


    En síntesis podemos afirmar que la primera acción de Yahvé, “el que traza”, describe poéticamente la reconstrucción de Israel; mientras la segunda, “el que hace salir”, sugiere la derrota de los enemigos. Por tanto ambas frases muestran la intervención de Dios en la historia para salvar a Israel y derrotar a los adversarios de su pueblo.


5. La acción nueva de Yahvé (Is 43,18-19).

    Acabamos de observar cómo Yahvé ha afirmado su dominio sobre la Historia regenerando a su pueblo (Is 43,16) y derrotando a los enemigos (Is 43,17)[19]. Ahora, la voz divina, rememora el pasado, no en sí mismo, sino para destacar la importancia del futuro: “No penséis (zkr) en lo antiguo (r’shnwt) ni consideréis (byn) las cosas viejas (qdmnywt) (Is 43,18). La raíces zkr “pensar en”[20] y byn “considerar” son sinónimas en Is 43,18[21]. El contenido de Is 43,18 veta a Israel el recuerdo, no para olvidar el pasado, sino para sustituir lo antiguo por lo nuevo (h.dsh) que brota (tsmh.) (Is 43,19). El tiempo pretérito aludido por zkr y byn figura con dos sustantivos: r’shnwt y qdmnywt.

    La forma r’shnwt indica en DtIs “las cosas primeras”; y sugiere el primer Éxodo, la liberación de la esclavitud de Egipto. El sustantivo qdmnywt[22] “las cosas antiguas” es sinónimo de r’shnwt; pero, además es paralelo a kymy `wlm “los días primeros” en Ml 3,4: el tiempo en que la oblación de Judá y Jerusalén agradaba a Yahvé[23]. En Is 43,18 qdmnywt evoca también el tiempo en que Israel percibió la salvación de Dios; pero, ahora, brota un acontecimiento que proyecta la salvación de Israel hacia el futuro (Is 43,19a): “He aquí (hnh) el que hace una cosa nueva ¡ahora brota! (tsmh.) ¿acaso no os dais cuenta?”.

     La interjección hnh “he aquí” (Is 43,19) advierte al lector de que es Yahvé quien hace lo nuevo. El término h.dsh “lo nuevo” aparece en Is 42,9; 43,19; 48,6 contraponiendo lo nuevo a lo antiguo en dos aspectos. 1º Lo nuevo (h.dsh) se diferencia de las cosas primeras (r’shnwt) consistentes en la libración de los israelitas de la esclavitud de Egipto. 2º Lo nuevo es inmediato: El verbo tsmh. “brotar”, el adverbio `th “ahora”, y la pregunta hl’ td`wsh “¿acaso no os dais cuenta?” denotan la inminencia del suceso que Yahvé hace (`shh) (Is 43,19).

     Las cosas nuevas que ya brotan (Is 43,19) constituyen el Israel renovado por Yahvé (Is 44,4)[24]. Yahvé es “el que hace una cosa nueva” (Is 43,19)[25]. El contenido de Is 43,19b explica, mediante una metáfora, la identidad de lo nuevo que hace Yahvé: “establezco  (shwm + b) en el desierto (mdbr) un camino (drk) y en el páramo (yshymwn) ríos (nhr)”.  Observemos los términos.

    La construcción shwm + b[26] “establezco” (Is 43,19b), con Yahvé por sujeto, es paralela a ntn + b “trazo”. Aparecen paralelamente en Is 43,16.19 y 41,19: de la misma manera Yahvé coloca en la estepa cipreses (Is 41,19), establece un camino en el mar (Is 43,16), pone un camino en el desierto y ríos en el páramo (Is 43,19). Los versos de Is 41,17-20[27] y 43,16-21 constituyen metáforas de la redención de Israel realizada por Yahvé.

    El desierto (mdbr) es el lugar terrible de serpientes venenosas y escorpiones, región árida y sin agua (Dt 8,15); pero, como símbolo de fracaso, describe también el momento privilegiado de la revelación de Dios (Jr 2, 2; Os 2,16)[28]. El DtIs presenta el desierto como lugar sin agua (Is 41,18; 43,20; 50,2) ni árboles (Is 41,19), y falto de caminos (Is 40,3; 43,19). El “páramo” (yshmwn) es sinónimo de desierto (mdbr) (Is 43,19.20). El desierto y sus sinónimos[29] constituyen la metáfora que describe a Israel alejado de Dios: ciego y sordo, saqueado y expoliado, alejado de los caminos de Yahvé (42,18-25)[30]. El desierto, sin agua y sin camino, representa al pueblo ajeno a la acción creadora de Yahvé (br’) (Is 43,1-7)[31]. Sión es descrita como desierto; pero, y eso es lo importante, Yahvé la convertirá en Edén (Is 51,3).
   
    Yahvé renueva al pueblo estableciendo (shwm + b) en el desierto un camino (drk) y en el páramo ríos (nhr). El camino en Is 43,16 refiere el Israel trasformado, pero muestra una diferencia con Is 43,19. En Is 43,16 el paralelismo es “camino - senda”, en cambio en Is 43,19 es “camino -  ríos”.
   
     El sustantivo nhr “río”, en DtIs, adquiere sentido metafórico: es el lugar de la vida (Is 41,18; 42,15; 43,19.20; 50,2), el ámbito peligroso del que Yahvé libera Israel (Is 43,2), el sitio que provoca la humillación de Babilonia(Is 47,2), y la situación pacífica que disfrutaría Israel si guardara los preceptos de Yahvé (Is 48,18). El río representa en Is 43,19 a Israel renovado por Dios, no sólo desde la perspectiva ética del camino[32], sino desde la visión más profunda encarnada en la presencia de la vida plasmada por el río; es decir, la renovación de Israel entronca en las entrañas del pueblo del mismo modo que el agua del río hace reverdecer las riberas[33].

    A modo de conclusión podemos afirmar que Dios “establece”, es decir, “crea” en el seno de su pueblo las condiciones para que la nación pueda reconstruirse. Los elementos que Dios establece en su pueblo se ocultan bajo las metáforas del “camino” y el “río”, que reflejan la disposición del pueblo para comportarse según los preceptos de Dios, y la nueva vida que el Señor regala a su pueblo.
 

6. El agua en el desierto (Is 43,20).

    El contenido de Is 43,1-7 concluye explicando la finalidad de la creación de Israel: “para mi gloria (lkbwdy) lo he creado, formado y hecho” -dice Yahvé- (Is 43,7b); de modo análogo, la conclusión de Is 43,16-21 afirma que lo nuevo que ha hecho Yahvé, suscita la glorificación (kbd) de Dios por parte de los animales (h.yt hsdh), y la alabanza (thlh) del pueblo (Is 43,20-21).

    La locución h.yt hsdh “bestia del campo” refiere los animales salvajes[34], pero adquiere también valor simbólico[35]. La “bestia del campo” aparece determinada en Is 43,20 con dos sustantivos: “chacales”  y “avestruces”[36]. El “chacal”[37] (tn) simboliza el aspecto ruinoso de los pueblos: Edom (Is 34,13), Israel (Is 35,7; Sal 44,20), Jerusalén (Jr 9,10), Judá (Jr 10,22), Hasor (Jr 49,33), Babilonia (Jr 51,37), Samaría (Mi 1,6) y Esaú (Ml 1,3). Las “avestruces” (bnwt y`nh) indican un ave (Jb 30,29) impura (Lv 11,6; Dt 14,15), pero señalan, sobre todo, la destrucción de Babel (Is 13,21), Edom (Is 34,13), Babilonia (Jr 50,39), Samaría (Mi 1,8) y Sión (Lm 4,3).

   Las bestias del campo, chacales y avestruces, reflejan a Israel devastado, saqueado y expoliado (Is 42,24), ciego y sordo (Is 42,18-19), cuya ofrenda no glorifica a Yahvé (Is 43,22-24). Señalan el pueblo alejado de la armonía del Cosmos deseada por Dios, y simbolizado también mediante la imagen del mar y las aguas impetuosas (Is 43,16), el desierto y el páramo (Is 43,19.20).

    Las bestias del campo, símil de la aridez del desierto y el páramo, representan a Israel alejado de Dios y envuelto en el caos de la idolatría. Ahora las bestias glorifican (kbd) a Yahvé porque ha transformado a su pueblo: el pueblo que era sordo y ciego (Is 42,18-25) y bestia salvaje (Is 43,20), ahora glorifica (Is 43,7) y alaba a Dios (Is 43,20).

    La transformación de Israel se debe a la acción gratuita de Dios: “porque puse (ntn + b)[38] agua (mym) en (b) el desierto y ríos (nhr) en el páramo (yshymn), para dar de beber a mi pueblo, mi elegido” (Is 43,20). La causa por la cual el pueblo glorifica a Yahvé radica en que Dios ha puesto agua en el yermo. ¿Qué simboliza el agua?

    El agua (my) en DtIs adquiere preferentemente[39] valor simbólico en tres sentidos. En primer término: la falta de agua representa a Israel alejado de Dios (Is 41,18; 44,3) y apegado a la idolatría (Is 44,12)[40]. En segundo lugar: Yahvé, señor de las aguas, convierte lo árido en fértil (Is 41,18; 43,16; 44,3), pero también deseca montañas y colinas (Is 42,15). En último término: El agua que trasforma el yermo simboliza el poder de Dios que regenera a su pueblo (Is 41,18)[41]. Observemos sólo el tercer aspecto: ¿Qué significa el agua que Yahvé pone en el desierto y los ríos que establece en el páramo? (Is 43,20).

    La identidad del agua que Yahvé pone en el desierto (Is 43,20) aparece en Is 44,3: “Yo verteré agua sobre la tierra sedienta y arroyos sobre la tierra reseca, yo verteré mi espíritu sobre tu descendencia y mi bendición sobre tus vástagos”. El sustantivo “agua” (my) figura en paralelo con el espíritu de Yahvé “mi espíritu” (rwh.), mientras los “arroyos” (nzl)[42] están en paralelo con la “bendición” (brk).

     El “agua” es “el espíritu de Yahvé” que Dios vierte sobre la descendencia de Israel, y los “arroyos” son la “bendición” de Yahvé sobre sus vástagos (Is 44,3): “espíritu de Yahvé” y “bendición” actúan en Is 43,20 como sinónimos. Gracias al “agua” y los “arroyos”, el pueblo que era “tierra sedienta” y “reseca” (Is 44,3), brota entre la hierba como alameda junto a las corrientes de agua (Is 44,3).

    El espíritu de Yahvé[43], o espíritu de Dios[44], figura en Is 44,3 bajo la locución “mi espíritu”; dicha locución, cuando Dios es sujeto, indica los designios divinos en favor del pueblo (Is 30,1) para que marche según los preceptos del Señor (Ez 36,27), también denota la alianza entre Dios e Israel (Is 59,21) y su presencia junto al pueblo (Ez 39,29; Ag 2,5), además permite que el pueblo profetice (Jl 3,1.2) y reconozca que es Yahvé quien obra y dice (Ez 37,14). En definitiva el “espíritu de Yahvé” conduce a Israel según los preceptos divinos, y le faculta para reconocer la obra divina en favor suyo; y, especialmente, el Segundo Isaías[45] destaca que es el espíritu de Yahvé quien ocasiona la transformación de Israel[46].

     La locución “mi espíritu” es paralela a “mi bendición” (Is 44,3). Cuando tiene a Yahvé por sujeto[47] indica la bendición del año sexto para que la tierra produzca (Lv 25,21), el éxito que Yahvé concede a Israel (Dt 28,8), y el rocío del Hermón que vivifica Sión (Sal 133,3). Yahvé vierte su bendición sobre los vástagos[48]; es decir, sobre la descendencia de Israel (Is 44,3), para que “broten como álamos junto a corrientes de agua” (Is 44,4) y se reconozcan propiedad de Yahvé (Is 44,5).

    El espíritu y la bendición constituyen el “don” de Yahvé mediante el cual Israel queda regenerado. La nueva vida del pueblo aparece con una doble metáfora. Por una parte, quienes han sido trasformados: brotarán entre la hierba como álamos junto a corrientes de agua” (Is 44,4).  La hierba (h.tsyr)[49] en Is 44,3 es sinónimo de Israel presentado como desierto y páramo en Is 43,20-21, y ciego y sordo en Is 42,18-25[50]. Yahvé mediante la nueva creación (Is 43,1-7) confiere a Israel nueva vida (Is 43,19-20). Los “álamos” que brotan junto a las corrientes de agua (Is 44,4) señalan al pueblo reconstruido por el espíritu y la bendición de Dios (Is 44,3-4). Por otra parte el pueblo renovado figura bajo otra definición: “este dirá ‘yo soy de Yahvé’, y éste se llamará en el nombre de Jacob, y éste escribirá en su mano ‘soy de Yahvé’, y en el nombre de Israel se apellidará” (Is 44,5).

     En definitiva, Yahvé crea a Israel y lo convierte en pueblo de su propiedad (Is 43,1-7). El espíritu y la bendición hacen que Israel se reconozca propiedad de Yahvé (Is 44,5) y que perciba la redención que Dios le ha otorgado.


7. La finalidad de la acción de Yahvé (43,20c).

    La finalidad de la tarea divina radica en “dar de beber a mi pueblo, mi elegido” (Is 43,20c). La raíz shqh “dar de beber - regar”, metafóricamente, indica el cuidado de Dios por su pueblo[51], y la corrección que le inflinge por su pecado[52]. La locución “dar de beber a mi pueblo, mi elegido”, presenta en Is 43,21 el sentido de propiciar la transformación de Israel señalado como “mi pueblo” y “mi elegido”.


8. Reflexión final (Is 43,21).

    El pueblo agradecido alaba a Yahvé: “El pueblo que he formado para mi narrará mi alabanza” (Is 43,21). El sustantivo thlh[53] indica el “honor” otorgado por el hombre a Dios, y es sinónimo de “gloria” en Is 42,12. La alabanza es el reconocimiento que las islas y el mar tributan a Yahvé por el cumplimiento de las cosas antiguas, y las nuevas que ya brotan (Is 42,10.12) consistentes en la transformación de Israel (Is 43,21). La raíz spr (piel) “narrar”[54] muestra a Israel trasformado que narra la alabanza de Dios (Is 43,21). Notemos que la alabanza es consecuencia de la vida que Yahvé confiere a Israel (Is 43,16-20), pues el pueblo, por sí mismo, nada puede narrar que le justifique ante Dios (Is 43,26). La finalidad de la creación de Israel (Is 43,1-7) consiste en la misma gloria de Dios (Is 43,7); por eso la reflexión de Is 43,21 rubrica que Israel transformado alabará a Yahvé.


9. Conclusión.

    El contenido de Is 43,16-21, utilizando motivos exodales, describe la transformación de Israel. La novedad que Yahvé realiza en Israel aparece mediante una metáfora: “he establecido en el desierto un camino y en el páramo ríos” (Is 43,19b). La imagen refiere la transformación de Israel: el pueblo vivía en el caos representado por las profundidades del mar y las aguas impetuosas, donde Yahvé traza un camino (Is 43,16); el pecado del pueblo le precipitó, metafóricamente, en el páramo en que Yahvé establece ríos y el desierto donde traza un camino (Is 43, 19). Las profundidades del mar y las aguas impetuosas así como el desierto y el páramo, simbolizan la realidad pecaminosa de Israel; mientras el camino y los ríos representan al pueblo transformado y capaz de narrar la gloria de Dios.   

    La transformación no se detiene en la acción externa sino que implica la asistencia de Dios en favor de su pueblo. La presencia divina acontece mediante la figura del agua: “puse agua en el desierto y ríos en el páramo para dar de beber a mi pueblo, mi elegido” (Is 43,20). El agua es símbolo del espíritu y la bendición que Yahvé vierte sobre el pueblo (Is 44,3); y, como consecuencia, Israel brota como alameda junto a corrientes agua (Is 44,4) y la nación se comprende a sí misma como propiedad de Yahvé (Is 44,5). Los animales del desierto, símbolo de Israel devastado que han recibido el agua vivificadora, devienen, también, metáfora de Israel transformado (Is 43,20) que alaba la actuación de Dios (Is 43 21).




SUMARIO.

    El contenido poético de Is 43,16-21 utiliza motivos exodales para dscribir la transformación operada por Dios en Israel. La novedad que Yahvé realiza en su pueblo aparece mediante una metáfora: “He establecido en el desierto un camino y en el páramo ríos” (Is 43,19b). La transformación de Israel procede de la acción de Yahvé a favor de su pueblo; intervención que aparece en la afirmación divina: “puse agua en el desierto y en el páramo ríos para dar de beber a mi pueblo” (Is 43,20). El agua simboliza el espíritu y la bendición que Yahvé vierte sobre Israel (Is 44,3); y, como consecuencia, Israel brota como alameda junto a corrientes de agua (Is 44,4) y se comprende a sí mismo como propiedad de Yahvé (Is 44,5).
 
 
                                                   Francesc Ramis Darder

[1] . Algunos ejemplos: Is 10,25-27 cf. Ex 14,16. Is 11,15-16 cf. Ex 14,22. Is 46,3-4; 63,9 cf. Ex 19,4. Is 43,1-6; 51,10; 63,11-13 cf. Ex 14. Is 48,21 cf. Ex 17,1-7. Is 52,12 cf. Ex 13,21. Is 35,2; 40,5; 58,8; 60,1 cf. Ex 24,16.
[2]. TM: hmwtsy’ rkb-wsus h.yl w`zwz yh.dw. Ac: tr huc ^. El aparato crítico sitúa la pausa ^ tras yh.dw para objetivizar el Texto Masorético (TM); nos atenemos al TM. 
[3]. TM: nhrwt. AC: IsQª ntybwt. La corrección de Qumrán puede deberse al intento de harmonización con 19c drk, o a una asimilación con 20d  nhrwt byshymn. G potamouV, V flumina. Leemos TM.
[4]. La mayoría de comentaristas aprecian en Is 43,16-21 dos situaciones: Entienden que Is 43,16-17 sólo rememora los prodigios de Yahvé durante el paso del mar en la primera etapa del Exodo (cf. Ex 14), mientras refieren Is 43,18-21 al “Nuevo Exodo” que supera la grandeza del primero. Los comentaristas matizan la argumentación, pero entienden el contenido de Is 43,16-21 sólo como alusión al nuevo éxodo, mediante el que Yahvé transportará a Israel desde Babilonia hasta Jerusalén: L.Alonso - J.L. Sicre, “Profetas II” (Madrid 1980) 294-295. E.Beaucamp, “Le Livre de la Consolation d’Israël. Isaïe XL-LV” (Paris 1991) 76-79. A. Bonora, “Isaia 40-66. Israele: Servo di Dio, popolo liberato” (Brescia 1998) 101. Bonnard, “Le Second Isaïe. Son Disciple et leurs Editeurs Isaïe 40-66”, (Paris 1972) 146. J.L.McKenzie, “Second Isaiah” (New York) 57. Westermann, “Das Buch Jesaja”, (Göttoingen 1970) 157-158.
[5]. Referido a Israel: Ex 3,10.11.12; 4,6.7; 6,6.7.13.26.27. Astros: Is 40,26. Adversarios: Is 40,17. El siervo que esparce justicia: Is 42,1. Liberación de prisioneros: Is 42,7.
[6]. Is 43,16-21 pertenece a un grupo de perícopas que refieren la transformación de Israel. Las promesas de regeneración son de dos tipos: 1º Las que nombran o suponen caminos: Is 40,3-11; 42,14-17; 43,1-7; 43,16-21; 48,20-21; 49,7-12; 49,14-23; 51,9-11; 52,11-12. 2º Las que no hablan de caminar ni de camino: 41,17-20; 44,1-5; 51,1-2. E. Farfán llama a estos textos “promesas de retorno”: Farfán, “El desierto Transformado” (Roma 1992), 36-37.
[7]. Ambas acciones aparecen en participio y muestran, de ese modo, el sentido permanente de la tarea divina.  El participio en función de presente: Joüon, “Grammaire de l’Hébreu Biblique” (Roma 1992), & 121d.
[8].  Is 40,23; 40,29; 42,5; 43,16.
[9]. Is 41,19; 43,20; 46,13; 47,3.
[10]. Poner vegetales implica la transformación del desierto en vergel (Is 41,19), establecer un camino modifica la intransitabilidad del mar en una ruta (Is 43,16), poner agua en el desierto muta la aridez en vida (Is 43,20), establecer la salvación en Sión cambia la ceguera y sordera del pueblo en gloria (Is 46,13).
[11]. El “mar” denota sentido metafórico en Is 42,10; 49,12. Es término de comparación con la justicia de Yahvé en Is 48, 18, y está sujeto al dominio de Dios en Is 50,2; 51,15.  
[12]. El “abismo profundo” designa el océano que está bajo la Tierra. No significa un poder hostil a Dios, ni tiene, en el AT, función mítica, está sometido a Yahvé. C. Westermann, thwm; Océano”, ThWAT II, 1286-1292.
[13]. La referencia de thwm entendido como situación ajena al orden armónico aparece también en la poesía ugarítica: G. Del Olmo, “Mitos y Leyendas de Canaan, según la tradición de Ugarit” (Madrid 1981) 1.23: 30; 1, 4 IV 22; 635.
[14]. Sentido metafórico y religioso del camino:  S. L. Stassen, “Jesaja 40 1-11: eine Dramallinguistische lesung von Jesaja 6”, BN 49 (1989) 82-93.
[15]. La negación bl con yiqtol explicita la definitividad de la situación: Joüon, “Grammaire”, & 160m.
[16]. El cáliz de la ira indica el sufrimiento de Jerusalén. El padecimiento es la consecuencia del alejamiento de Yahvé obrado por Jerusalén: Bonnard, “Le Second Isaïe”, 255-256. 
[17]. La lámpara (Jb 21,17; Pr 13,9; 20,20; 24,20) y la luz (Jb 18,5) de los impíos se apaga y sus pasos se acortan (Jb 18,6).
[18]. Con significación propia de “mecha” sólo en DtIs. En Ex 9,31: lino.
[19]. Los participios “el que traza” y “el que hace salir” indican el aspecto durativo de la acción de Yahvé; mientras el qal “se han consumido” y “se han extinguido”, y la negación bl del yiqtol qwm  indican la destrucción de los enemigos como algo acaecido: Joüon, “Grammaire”, & 112 c-d; & 160 m.
[20]. Acepción corroborada por los antónimos próximos “olvidar”, “borrar” (Is 43,25; Sal 109, 14; Ne 13,14); y la asociación a verbos que refieren el pensamiento “entender” (Dt 32,7; Is 43,18): W. Schottroff, “zkr; Recordar”, ThWAT I, 713.
[21]. Hitpael: byn. Relación byn - zkr: H. Ringgren, “byn; Entender”, TWAT I, 632-633.
[22]. Hapax en DtIs. La raíz qdm “tiempo remoto” manifiesta dos matices de significado.  1º “Oriente”: Ez 10,19; 11,1; 47,18; Jl 2,20; Zc 14,8; Jb 18,20. 2º “Antiguo”: 1S 24,14; Is 43,18; Ez 38,17; Ml 3,4.
[23]. Ml 3, 1-3 presenta analogía con  Is 40,3; 57,14; 62, 10. Alonso-Sicre, “Profetas II”, 1216-1217.
[24]. Israel no se renueva con sus propias fuerzas, sino gracias a la acción de Dios mediatizada por la armonía (tsdq) (Is 45,8) y la palabra (dbr) (Is 55,11).
[25]. La tarea de Yahvé “el que hace” recupera el sentido participial de la acción divina en favor de Israel “el que traza”, y contra los adversarios “el que hace salir” (Is 43,16-17). Referida a Dios, la forma participial indica la creación de toda la realidad (Is 44,24; 45,7) y, concretamente, la paz (Is 45,7) y la tierra (Is 45,18).
[26]. Traducimos yiqtol en presente: yiqtol con función de presente, Joüon, “Grammaire”, & 113b-e.
[27]. La diferencia radica en que Is 43,17-21 utiliza motivos exodales para describir la transformación de Israel como metáfora de la regeneración de Israel: E. Farfán, “El Desierto Transformado”, (Roma 1992).
[28]. Acepción negativa del desierto: Lv 16,22; Dt 32,10; Is 13,21; 34,14; 53,8; Ez 37,11. S. Talmon, “mdbr; Desierto”, TWAT IV, 660-695. La tradición del desierto: B.S.Childs, “Introduction to the Wilderness Wanderinng Tradition” en “Exodus” (London 1974) 254-264.
[29]. Sinónimos: shpyym (Is 41,18); mdbr (Is 40,3; 41,18.19; 42,11; 43,19.20; 51,3); h.rbwt (Is 48 21); tsm’ (Is 44,3); yshmwn (Is 43,19.20); `rbh (Is 40,3; 41,19; 51,3). El término yshmwn en 1S 23,19.24; 26,1.3 indica la villa de Yesimon; en Nm 21,10; 23,28; Is 43,19.20; Sal 68,8; 78,40 es sinónimo de desierto.
[30]. Israel (Is 42,16-25) vive alejado de Yahvé como el caminante perdido en el desierto: Ha pecado, no marcha por el camino de Yahvé, ni escucha la ley (Is 42,24). Yahvé deseó que magnificara y engrandeciera la ley, pero es un pueblo saqueado y despojado (Is 42,21-22), sordo y ciego (Is 42,18.20).
[31]. El pueblo como un desierto (mdbr) se parece a la Tierra (thw bhw) antes de la Creación (Gn 1,1-2,3); o al universo cuando en el Diluvio se abrieron las compuertas celestes (Gn 7,11; 8,2).
[32]. Perspectiva moral del cumplimiento de los preceptos de Dios: Is 42,24 55,8.9.
[33]. Sentido metafórico de nhr en DtIs: J .G. Janzen, “Rivers in the Desert of Abraham and Sara and Zion. Isaiah (51, 1-3)” , HAR 10 (1986) 139-151.
[34]. Gn 2,19.20; Ex 23,11.29; 2S 21,10; 2R 14,9; Ez 31,6; Sal 50,10; 104,20; Jb 39,15; 2Cro 25,18; entre ellos la serpiente “el más astuto de los animales”: Gn 3 1; Gn 3,14: ganados.
[35]. Adquieren valor simbólico en cuatro supuestos: 1º Representan la mediación del castigo divino (Dt 7,22): Israel desfallecido (Os 4,3) y asolado por Yahvé será pasto de fieras (Jr 12,9; Ez 31,13; 34,5.8; Os 2,14; 13,8) que le diezmarán (Lv 26,22). 2º Constituyen el adversario de quien defiende Yahvé a Israel: las fieras no devorarán a Israel restaurado por Yahvé (Ez 34,28; 39,17; Os 2,20). 3º Enemigos (Jb 5,23) de Israel (Ez  38,20; 39,4). 4º Yahvé lo ha entregado todo, naciones y bestias del campo, a Nabucodonosor para que le sirvan (Jr 27,6; 28,14). 
[36]. Identificación zoológica: S .Many, “Animaux Mentionnés dans la Bible”, DB I, 603-624.
[37]. Is 13,12; Jr 14,6; Jb 30,29; Lm 4,3.
[38]. Las formas verbales de Is 43,19b y Is 43,20b son distintas morfológicamente, pero sinónimas en cuanto a significado: Is 43, 20b: ntn + b; Is 43,19b: shwm + b: C. J. Labuschagne, “ntn; Dar”, ThWAT II, 175-176.
[39]. Además del valor simbólico, my describe realidades geográficas, eventos de la historia sagrada, y muestra sentido acomodado. Geográfica: mar (Is 40,12), agua fluvial (Is 50,2). Acomodado: semilla (Is 48,1). Acontecimientos del AT: Agua de la roca (Is 48,21), Noé (Is 54,9). 
[40]. La carencia de agua define el desierto mdbr metáfora de Israel ajeno a Dios, y ejemplarizado en la tierra árida (Is 41,18.18), sedienta y reseca (Is 44,3). Los idólatras “no beben agua” y padecen sed (Is 44,12). En contraposición a los idólatras, figuran los pobres de lengua reseca que buscan agua pero no hay (Is 41,17). La raíz ‘yn se utiliza para indicar la falsedad de los ídolos en comparación con Yahvé: Is 41,24; 43,11.12; 44,6.8; 45,5.5.6.14.18.21.22; 46,9; 47,15. Los sedientos representan a quienes buscan a Dios, pero la tiniebla de la idolatría les impide encontrarlo; `yn Is 40,19; 46,6.
[41]. El agua llena los estanques y manantiales en que se convierten el desierto y la tierra reseca (Is 41,18). El agua vivifica el desierto (Is 43,20), y hace brotar la alameda (Is 44,4), símbolo de los descendientes de Jacob conducidos por Yahvé junto a manantiales (Is 49,10).  
[42]. El término nzl también puede traducirse por “canal”: Alonso, “Diccionario”, 486. La acepción de “canal” aunque menos poética que “arroyo” refleja muy bien el sentido de la bendición divina: la bendición de Dios no es aleatoria, sino que se conduce ordenadamente en forma de “canales” hacia el lugar que debe ser transformado.
[43]. “Espíritu de Yahvé” en sentido teológico; es decir, no referido al simple viento: Jc 3,10; 6,34; 11,29; 13,25; 14,6.19; 15,14; 1S 10,6; 16,13.14; 2S 23,2; 1R 22,24; Is 11,2; 61,1; 63,14; Ez 11,5; Mi 3,8; 2Cro 18,23; 20,14.
[44]. Uso teológico de “Espíritu de Dios”: Ex 31,3; 35,31; Nm 24,2; 1S 10,10; 11,6; 19,20.23; 2Cro 15,1; 24,20.
[45]. Además DtIs describe el espíritu de Yahvé como incognoscible para el intelecto humano, y destaca la distancia insalvable entre el poder de Dios y el conocimiento del hombre (Is 40,13); también indica el aliento que Dios concede a los habitantes de la Tierra (Is 42,5), y la ayuda que otorga a Israel (Is 48,16).  Cuando no se dice de Yahvé, rwh. significa: viento (Is 40,7; 41,16), vaciedad de los ídolos (Is 41,29), Jerusalén “mujer afligida” (Is 54,6). Sinónimo de “aliento”.
[46]. Yahvé vierte su espíritu sobre la descendencia de Israel (Is 44,3) para que el pueblo “brote entre la hierba del campo como álamos junto a corrientes de agua” (Is 44,4), y se reconozca propiedad de Yahvé (Is 44,5).
[47]. Cuando el sujeto no es Yahvé: Gn 27,36; 33,1.
[48]. Referido a la tierra “vegetación” (Is 42,5), a los hijos “progenie” sinónimo de zr´ (Is 44,3; 48,19).  
[49]. La hierba del campo indica la caducidad del pueblo (Is 40,6.7) y la debilidad de los adversarios de Israel (Is 51,12), en contraposición a la permanencia y vitalidad de la palabra (dbr) de Yahvé (Is 40,7).
[50]. Los vegetales innobles simbolizan las clases sencillas de Israel y el pueblo alejado de Dios; los vegetales nobles indican las clases altas de Jerusalén y el pueblo reconstruido por mediación de Yahvé. Simbología de los vegetales: C.F.Keil - F.Delitzsch, “Isaiah” (Grand Rapids 1983) 309. V. Morla, “Imágenes vegetales en los profetas”, EstBib 51 (1993) 287-321.
[51]. Yahvé cuida a su pueblo: lo riega (Is 27,3), le da de beber (Is 43,20), abreva a los justos (Sal 36,9), del fruto de sus obras abreva la tierra (Sal 104,13), y en el desierto da de beber a su pueblo (Sal 78,15).  El día de la redención brotará de la casa de Judá una fuente que regará Sittim (Jl 4,18).
[52]. Yahvé, como castigo por los pecados, da de beber al pueblo (Jr 8,14; 9,14) y a los profetas agua emponzoñada (Jr 23,15), y entrega a Jeremías la copa contra las naciones (Jr 25,15.17). Yahvé abreva al pueblo con  vino de vértigo (Sal 60,5) y con lágrimas (Sal 80,6).
[53]. Alabanza (Is 42,10; 43,21; 60,6; Sal 35,28; 51,17; 65,2), proezas (Ex 15,11), admiración (Is 62,7; Jr 51,41), famoso (So 3,20). En DtIs el objeto de alabanza es siempre Yahvé (Is 48,9) quien no entrega  su gloria a los ídolos (Is 42,8).
[54]. La narración de la alabanza adquiere gran relevancia como lugar teológico en los Salmos, en el voto de alabanza, y cuando el hombre narra las grandezas de Dios. Narran el nombre de Dios (Sal 22,23; 102,22; cf. Ex 9,16), sus maravillas (Sal 9,2; 26,7; 40,6; 75,2), las acciones gloriosas (Sal 9,15; 78,4; 79,13; cf. Is 43,21), su grandeza (Sal 19,2; 96,3; 1Cro 16,24), lealtad (Sal 88,12), acciones (Sal 66,16; 107,22; 118,17; cf. Jr 51,10), obras (Sal 73,28), justicia (Sal 71,15), mandatos (Sal 119,13; cf. Ex 24,3), decreto (Sal 2,7).